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Los tentáculos del cártel de Sinaloa que encabeza Joaquín El Chapo Guzmán han llegado ya al continente asiático.
El capo, uno de los hombres más poderosos del mundo, según la revista Forbes, es todo un empresario del narcotráfico que opera como un holding con presencia en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, donde proporciona no sólo la logística y protección, sino una red de complicidades y las condiciones para el tráfico de estupefacientes, a quienes funcionan como los gerentes de su empresa.
En Perú, por ejemplo, la Cuarta Fiscalía contra el Crimen Organizado mantiene abierta una investigación sobre la presencia del cártel de Sinaloa en su zona fronteriza con Ecuador, donde la estructura de El Chapo está integrada por delincuentes colombianos, ecuatorianos y peruanos que protegen la producción de cocaína y mantienen el control sobre las rutas para traficarla (Proceso 1888).
Como en toda empresa, la organización delictiva cuenta además con proveedores de distintos productos para elaborar su mercancía.
Tres de ellas, según la Procuraduría General de la República (PGR), son organizaciones criminales asiáticas que abastecen al cártel de Sinaloa de precursores químicos para la fabricación de drogas sintéticas.
Según un informe de la dependencia, la Subprocuraduría Especializada en Investigación de la Delincuencia Organizada (SEIDO) descubrió, en reuniones con representantes de países latinoamericanos, que hay tres organizaciones trasnacionales criminales que surten al cártel liderado por El Chapo.
Dichas organizaciones son: Sun Yee On (Nueva Virtud y Paz), Sap Sze Wui o 14 Kilates –al que también se conoce como el Cártel Wo– y Tai Huen Tsai (El Gran Círculo). Éstas también mantienen vínculos con los Caballeros Templarios, que dirige Enrique Plancarte, de acuerdo con la PGR.
Las investigaciones realizadas por la dependencia que dirige Jesús Murillo Karam han confirmado el vínculo que tienen las organizaciones criminales asiáticas con las mexicanas, y ha alertado de ello a sus similares latinoamericanas.
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