Paraísos EPN
Tabasco y AMLO
Marcos, CSG, Velasco
Julio Hernández López / Astillero
Hasta ahora, Enrique Peña Nieto no ha encontrado mejor vía en busca de legitimación que la de una oratoria llena de voluntarismo y lugares comunes. Con tan mala suerte, que los paraísos presentes o futuros que va delineando no corresponden con la realidad ni con las expectativas sensatas. Es natural y explicable que en las pocas semanas de gobierno del peñanietismo no puedan darse vuelcos espectaculares, pero el curso gradual de las eventuales mejorías prometidas es afectado negativamente por la urgencia del ocupante de Los Pinos de aparentar que va llevando muy bien las cosas, jalado por los redactores de sus discursos hacia una zona fantasiosa de primermundismos inminentes, casi a punto de convocar a prepararse para administrar la abundancia, como en los tiempos tragicómicos de la presunta bonanza lopezportillista.
Un ejemplo de esa incontinencia retórica se ha producido frente a miles de campesinos transportados ayer a Veracruz para servir de escenografía tradicional y ante los cuales EPN llamó a dar al campo mexicano un nuevo rostro, sin pobreza, marginación ni oportunidades y sí, en cambio, con justicia, productividad y rentabilidad. Doce años de abstinencia panista, en los que Fox y Calderón prefirieron ausentarse de las ceremonias conmemorativas de la promulgación de la ley agraria, fueron recuperados a tambor batiente por el priísta pródigo, EPN, que frente a la presencia del ejército partidista que es la Confederación Nacional Campesina, y sin la de otras organizaciones campesinas no afiliadas al PRI, restituyó el ritual del PRI-gobierno, de las autocelebraciones desbocadas, de las promesas grandilocuentes, de la manipulación clientelar de las masas predestinadas a la cosecha electoral.
Otro escenario de ensoñaciones políticas es Tabasco, donde el lopezobradorismo logró que se respetara el triunfo electoral de Arturo Nuñez, a quien le diseñaron un gabinete de gobierno que no necesariamente le obedece solamente a él. Frente al pésimo papel del anterior mandatario, Andrés Granier Melo, y entre conflictos internos del priísmo local por la designación del candidato oficial a esa sucesión, la persistente fuerza del lopezobradorismo ganó la plaza que así se constituye en plataforma y refugio, como Morelos lo es para los Chuchos y el Distrito Federal para el marcelismo-camachismo.
Ampliamente reivindicado por AMLO como ejemplo de lo que al paso de los años se puede lograr mediante la lucha electoral reiterada, Tabasco estará bajo múltiples lupas: la del peñismo-salinismo que considera a Arturo Núñez un político institucional, la del propio morenismo, que procurará que no haya desviaciones en la línea política, y la de ciudadanos deseosos de juzgar en los hechos el comportamiento de una administración estatal, fuera del Distrito Federal, regida por el lopezobradorismo que, por cierto, ha comenzado el año promoviendo la afiliación a Morena, en un lance que según los directivos actuales del PRD no habrá de significar una disminución de los padrones del sol azteca.
La lucha por la primacía izquierdista tiene un invitado reincidente: el marquismo, que ha vuelto a hacer presencia pública destacada mediante una marcha silenciosa decembrina que ha desatado múltiples especulaciones. La coincidencia con el retorno del PRI al poder ha hecho que los críticos del movimiento neozapatista reactiven claves de interpretaciones personales en las que las movilizaciones indígenas del sur y su protagonismo político les parecen inscritas en la agenda personal de Carlos Salinas de Gortari. Otra causal de suspicacias es la renovada colocación de López Obrador en la mira epistolar insurgente, como si la nueva puesta sureña en escena tuviese como propósito dividir y desgastar al de por sí ajado morenismo en construcción.
La autenticidad de los propósitos transformadores del neozapatismo ha sido avalada de inmediato por respetables opinantes cuyo conocimiento de las entrañas de ese movimiento les permitiría detectar y denunciar adulteraciones o desviaciones. Pero es posible que el juicio más certero lo vaya a dar el tipo de relación que se establezca con el peñanietismo, en particular con la corte de malabaristas de presunta izquierda que bajo la batuta del propio Salinas de Gortari y su secretaria (de Desarrollo Social), Rosario Robles, pretenden crear una red nacional de nuevas alianzas con fuerzas sociales no suficientemente atendidas o emergentes, en un proceso que busca quitar banderas y bases a la izquierda hasta ahora conocida y plantear escenarios plurales para las elecciones intermedias de 2015 y las presidenciales de 2018.
Al menos de entrada, el peñanietismo no ha recurrido al silencio ni al menosprecio. En apariencia, en Los Pinos habría una disposición a retomar el tema del neozapatismo y a buscar salidas políticas. Y otro personaje en el que convergen múltiples intereses de la élite nacional (Televisión Azteca, los padrinos Peña Nieto y Salinas de Gortari, el Verde Ecologista y Televisa, por ejemplos) parece estar especialmente gustoso con el tema: Manuel Velasco, el gobernador de Chiapas que se ha mostrado en redes sociales en romántica fotografía con su prometida, la actriz y cantante Anahí, con la que pronto se casará, en una historia político-televisiva que se encamina a tratar de repetir el ejemplo mercadológico de Peña Nieto y Angélica Rivera.
Mientras tanto, Miguel Ángel Mancera sigue enredado en el asunto del 1º de diciembre. Un reconocimiento tajante de las graves pifias de ese día está en el presuroso proceso de reformas legislativas para propiciar la liberación de los últimos 14 detenidos, con el ingrediente desesperado del pago de las fianzas correspondientes por dos diputados perredistas deseosos de cumplir a como diera lugar con los trámites que quitaran peso al entrampado jefe del gobierno capitalino. Y, en tanto Calderón ha salido a correr en el DF para aparentar normalidad antes de irse a EU, ¡hasta mañana, y feliz año para todos!
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