Salvador García Soto
Dos meses y medio atrás, a mediados de septiembre, cuando ya el Tribunal Electoral había declarado electo a Enrique Peña Nieto, políticos de PRI y PRD entraron en comunicación para hablar de un “gran acuerdo nacional”.
El primer contacto fue una plática entre el priista José Murat, que sirvió de enlace para contactar a Jesús Ortega Martínez. “Estos quieren platicar con ustedes, Jesús, deberían aceptar una reunión”, decía el oaxaqueño en referencia al equipo de transición que tenía intenciones de acercarse a la corriente mayoritaria del PRD.
En principio Los Chuchos no aceptaron, pero después vino una contrapropuesta de Ortega: “Diles que nos interesa platicar pero sólo si es para llegar a un gran acuerdo, a uno que abarque todos los temas y reformas pendientes, no sólo lo político”. Así comenzaron los acercamientos a los que se sumaron Luis Videgaray y Miguel Osorio Chong como representantes del presidente electo.
Tras las primeras pláticas se decidió sumar al PAN: “Una mesa no se puede sostener con dos patas, necesita al menos tres”, dijo uno de los que ya dialogaban. Se hizo entonces el contacto con Gustavo Madero.
El enlace fue Santiago Creel Miranda, a quien se le pidió llevar un mensaje al presidente nacional del PAN con una única condición: no debía enterarse, por ningún motivo, el presidente Felipe Calderón ni su grupo, pues tenían el temor de que, desde Los Pinos o desde el Congreso, el entonces mandatario intentara sabotear el pacto que él nunca pudo impulsar en su gobierno. Se sumaron entonces a las pláticas el dirigente panista Madero, Juan Molinar Horcasitas y el propio Creel. Por el PRI también se integró Pedro Joaquín Coldwell.
Fue tal el nivel de sigilo y de hermetismo que manejó ese primer grupo, que ni siquiera el CISEN ni otros aparatos de inteligencia federal lograron registrar esas pláticas. Nadie en el gobierno, ni Poiré en la Segob ni Calderón en Los Pinos, pudieron enterarse de lo que ya se fraguaba entre las cúpulas de los tres grandes partidos y el futuro gobierno.
La casa de Murat fue el primer lugar de reunión a donde los dialogantes llegaban con total discreción y en horarios escalonados para evitar ser detectados. Ahí surgieron los primeros borradores del pacto.
La razón de tanta secrecía y de que no se socializaran con el resto de los partidos y con la opinión pública las negociaciones fue la idea compartida de que no faltarían filtraciones a los medios, grupos o corrientes que intentaran sabotear o boicotear los entendimientos.
Incluso, el temor de que algunas empresas o “poderes fácticos” reaccionaran en contra del pacto y de los contenidos que tocan sus intereses, hizo que también se cuidara que no circularan ni las propuestas ni las negociaciones para evitar también del lado privado intentos de boicotear los entendimientos.
Así se concretó el llamado Pacto por México que antes de que termine el año se traducirá en las primeras iniciativas que llegarán al Congreso y serán aprobadas por la mayoría que forman los tres partidos firmantes. Otros acuerdos cobrarán forma en programas y acciones de gobierno contenidos en la Propuesta de Presupuesto Público 2013 que será votado por los diputados. El pacto va, dicen sus firmantes, a pesar de las divisiones partidistas que ya genera, sobre todo en la izquierda, y los enormes intereses privados y políticos que toca.
NOTAS INDISCRETAS… En Chiapas, el primer reto del recién llegado gobernador Manuel Velasco será demostrar si realmente va a gobernar él o si el poder seguirá en manos de su protagónico antecesor Juan Sabines. La convocatoria que logró en su toma de posesión y la alta votación que obtuvo en las elecciones de julio pasado harían pensar que Velasco no necesita para nada del alocado Sabines que, en sus últimos días, afirmaba a voz de cuello que sería “asesor” del nuevo mandatario, en lo que algunos interpretaron como un intento de maximato tropicalizado ¿Cuánto tardará el gobernador en demostrar quién tiene ahora el poder en Chiapas?.. Los dados arrancan con Escalera doble. La semana promete.
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