Mirna Servín Vega / La Jornada
De las 70 personas detenidas tras los desmanes ocurridos el primero de diciembre, 56 obtuvieron, ayer por la mañana, la libertad por falta de elementos en su contra y 14 personas –13 hombres y una mujer– recibieron el auto de formal prisión.
La juez 47 de lo penal en el Reclusorio Norte, María del Carmen Patricia Mora Brito, determinó la situación jurídica de 13 personas y el juez 11 penal, Eduardo Mata Carrillo, la de Bryan Reyes Rodríguez. La mayoría fue acusada del delito de ataques a la paz pública y en algunos casos también de daño en propiedad. Sin embargo, Juan de Dios Hernández Monge, explicó, por parte de la defensa, que no se les había notificado formalmente el auto de formal prisión, por lo que esperaban que hoy lunes se conocieran los detalles de las acusaciones.
La primera noticia llegó poco después de las 7 horas, cuando 10 mujeres fueron puestas en libertad en el penal de Santa Marta Acatitla.
La única que recibió auto de formal prisión fue Rita Emilia Nery, egresada de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia, lo que causó temor entre otros familiares, ya que esperaban que salieran todas.
A partir de las 8 horas, abogados de los detenidos empezaron a valora los nombres de quienes dejarían la prisión y quienes se quedaban, ya que los mismos consignados empezaron a comunicarse con ellos en cuanto les notificaban su situación jurídica, lo que sucedió durante la madrugada.
El llanto se apoderó de algunos cuyos nombres no fueron mencionados, como la madre de Carlos Miguel Ángel García, quien antes de ser detenido trabajaba en un Centro de Salud de Neza. Sin embargo, se consolaban con la idea de que no era una lista definitiva.
A las 8:40 salió el primer bloque de varones.
Los aplausos fueron espontáneos. Las consignas retumbaron. Los puños en alto se transformaron en abrazos. Más llanto y gritos. No somos libres mientras haya un sólo detenido, dijeron.
Poco a poco empezaron a salir grupos de seis a nueve personas. Más abrazos, entre ellos, entre abuelitas y niños confundidos entre tanta auforia.
Los liberados confirmaron que sus detenciones se llevaron a cabo mientras caminaban en la calle. Por ejemplo, Luis, de 19 años, quien iba a buscar trabajo a la zona del Centro Histórico como repartidor, fue detenido cuando los policías lo vieron tomando fotos. El joven narra que ese día obtuvo el trabajo que buscaba, pero perdió su libertad.
José Darlin, de 19, carpintero de Chiapas que fue a comprar un celular al Eje Central, explicó que en cuanto terminara el mitin iría con su patrón para ver si aún me va a dar trabajo, si no me regreso para mi tierra. Aquí me trataron como delincuente, asegura.
Irving Adrián, un joven que llegó de Durango para viajar por el país, cuenta que lo detuvieron cerca de la Universidad del Valle de México, en la colonia San Rafael. “Cuando vi que se aventaron contra mí traté de corre, pero una patrulla se me cerró y el policía desenfundó su arma y me dijo ‘si corres te disparo’. De ahí me subieron a la patrulla y me llevaron hasta avenida Juárez y me pasaron a otro vehículo, donde pusieron unos palos y un paliacate”.
Al salir del penal, a Rigoberto Zamora nadie se le abalanzó a reconfortarlo u ofrecerle ropa de distinto color a la del penal. El joven de 25 años de edad, cuyo acento es foráneo, explica que en el Distrito Federal no tiene familia, pues es originario de Colima.
Aquí trabajaba de mesero, hasta antes de que me detuvieran. Yo creo ahorita ya ni trabajo tengo. Dormía en un hotel, con lo poco que ganaba y ahorita no tengo dónde ir. Los compañeros allá adentro me dijeron que ellos me iban a ayudar, que estábamos juntos y yo aquí me quedo a apoyar.
Otro de los que obtuvo su libertad fue el fotógrafo rumano Mircea Topoleanu. Sin embargo, el no abandonó el reclusorio por donde lo hicieron los demás. Su hermana Ana trataba de explicar al guardia de la reja que las autoridades penitenciarias se había comunicado con ella para informarle que Mircea sería trasladado a las autoridades migratorias, donde se definiría si su estatus actual le permitía permanecer en el país o ser deportado.
Para nosotros está bien si lo mandan a mi país. Lo que él menos quiere es quedarse después de cómo lo han tratado, pero necesito ver qué es lo que se tenía que arreglar y en dónde, relató su hermana, quien corría de un lugar a otro para que alguien le diera acceso al penal.
Entre los hombres que recibieron auto de formal prisión en el Reclusorio Norte está César Llaguno, un joven bolero de 22 años, sin familia y quien dormía en la calle, explica la abogada Rosalba Hernández Salazar, quien lo defiende gratuitamente.
Cómo es posible que le den prisión a un joven en situación de calle, si las autoridades dicen que los que se quedan son los responsables de los destrozos.
Paradójicamente, César trabajaba como bolero en las inmediaciones del Tribunal Superior de Justicia del DF, donde es conocido por otros boleros e incluso abogados que se dan grasa con él.
De nada valió presentar cartas de abogados que lo conocían o de sus propios compañeros. Simplemente fue consignado como un delincuente, aseguró su defensora, a quien César le dijo desde la primera vez que la vio: yo aquí estoy sólo. No tengo a nadie.
Juan de Dios Hernández Monge, vocero del equipo de defensores, explicó que buscarán llevar el caso al ámbito federal mediante un amparo para obtener la libertad de los 14 aún presos.
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