Incomparables tomas de posesión


Eduardo Ibarra Aguirre

En la misma ciudad, mediando unos cuantos kilómetros de distancia, y casi con los mismos personajes de primera línea de la denominada clase política, tuvieron lugar el sábado 1 y el miércoles 5, dos tomas de posesión distintas radicalmente en cuanto al clima político en que se llevaron a cabo.

Como trágico saldo de la ceremonia escenificada con toda la parafernalia del poder en San Lázaro y Palacio Nacional, varios heridos se recuperan y permanecen en cárceles del Distrito Federal 69 personas, 24 de ellas se encontraban en el lugar y hora equivocados cuando elementos de la Policía Federal cumplían el operativo diseñado presuntamente por Manuel Mondragón y, se colige, aprobado por su jefe Miguel Ángel Osorio. La capitalina Secretaría de Seguridad Pública hizo un aporte a las detenciones atrabiliarias, como en ambos casos lo evidencian testimonios recabados por MVS Noticias (Carmen Aristegui) y reporteros de La Jornada.


¿Cuáles son los secretos para que en la Asamblea Legislativa del DF no predominaran las mantas, cartulinas y coros de consignas que denunciaban graves irregularidades en la elección presidencial del 1 de julio y el estruendoso grito de “¡Asesino!” con el que fue recibido Felipe Calderón?

Sin duda que los 3 millones 31 mil votos que obtuvo Migue Ángel Mancera y que le permiten ser el jefe de Gobierno más votado en la historia de la Jefatura, obtener más sufragios que todos los candidatos a asambleístas triunfadores juntos, superar la votación en el DF del candidato presidencial del Movimiento Progresista, y más que duplicar la de sus tres contendientes.

La legitimidad ganada en las urnas fue la que permitió una toma de posesión de Mancera Espinosa que contrastó por su impresionante orden y tranquilidad, como la noche con respecto del día, de la que observamos el primer sábado de diciembre en cadena nacional de radio y televisión, censurada por los nuevos propagandistas de Los Pinos y el duopolio de la televisión, mismos que omitieron los discursos de los representantes de los siete grupos parlamentarios.

Pero no basta ganar sin impugnaciones jurídicas y políticas consistentes. Seguramente los operadores políticos del doctor en derecho dialogaron y negociaron con diversos actores para que el represente presidencial Osorio Chong –denunciado por Andrés Manuel López Obrador como autor intelectual de la desbordada represión sabatina–, se desplazara en la ALDF como Pedro por su casa, sin necesidad de que los legisladores que coordinan Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa protegieran su entrada y salida al recinto, como lo hicieron con Enrique Peña en San Lázaro.

La acaso concertada ausencia de Peña Nieto en Donceles facilitó la tersura de la ceremonia y, también, que Mancera Espinosa hiciera su primer deslinde público respecto de López Obrador en la exigencia de la dimisión del otrora gobernador de Hidalgo. Por cierto, quedó registrada la prisa con la que el nuevo jefe de Gobierno del DF mencionó a AMLO como uno de sus tres antecesores electos, mientras lo hizo pausadamente con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y reconoció en forma amplia a Marcelo Ebrard, con lo que mostró que la gratitud es uno de sus “valores irrenunciables”, además de la “lealtad y honestidad”.

Comienzan, pues, los gobiernos federal y capitalino con arranques solemnes sustancialmente distintos, pero con el compromiso y el ánimo de establecer una cooperación sustantivamente mayor. No faltan los que al confundir los discursos con los hechos dan por concluido “un ciclo de relación ríspida”, que comenzó en mayo de 2004 cuando Vicente Fox optó por bloquear ilegalmente el camino de López Obrador a la candidatura presidencial.

Comentarios