Gabinete es destino


Todo para ganadores
Mexiquenses al alza
Pagar con delegaciones

Julio Hernández López / Astillero

Enrique Peña Nieto no ofreció un gabinete que generara socialmente expectativas de mejoría, sino uno que le garantizara fidelidades regionales, pago de favores recibidos en campaña y un ejercicio faccioso del poder, sin pluralidad ni guiños cuando menos esperanzadores.

Colocó de entrada a sus virtuales vicepresidentes en las posiciones más que sabidas: Miguel Ángel Osorio Chong en el manejo político y policiaco desde una intencional supersecretaría de Gobernación, y Luis Videgaray como secretario de hacienda con múltiples tentáculos más allá de ese ámbito, como, por ejemplo, la jefatura de la oficina de la presidencia que ocupa Aurelio Nuño, un subordinado del mencionado Videgaray.

Luego formó un segundo nivel operativo, con pretensiones de guerra política. Resucitó a Emilio Chuayffet para aprovechar su historia de confrontaciones con Elba Eshter Gordillo y darle una mayor fuerza escénica a las escaramuzas programadas para escenificarse con el SNTE y Elba Esther Gordillo como adversarios concertados. También rehabilitó a Rosario Robles para convertirla en ariete contra López Obrador y Morena, con un proyecto de asistencialismo electoral dirigido por el salinismo solidarista que pretende rebasar al pejismo por la izquierda. En la PGR puso a un duro entre los duros, a otro hidalguense, Jesús Murillo Karam, que practica un discurso que puede parecer aterciopelado pero que encierra una práctica de hierro. Y para comandar la policía federal y administrar la herencia de Genaro García Luna tomó al jefe de policía de Marcelo Ebrard, el mismo que AMLO había propuesto para la secretaría federal de seguridad pública, y lo transformó en instantáneo engranaje de una nueva maquinaria priísta.

En el rubro de pagos políticos colocó en primer lugar a la sobrina de Carlos Salinas de Gortari, a Claudia Ruiz Massieu, en la secretaría de turismo. Al coahuilense Enrique Martínez y Martínez, un político que parecía ir de salida, que había sido delegado del PRI en los inicios del peñismo, lo instaló agradecidamente en la secretaría de agricultura. A un político disciplinado, yucateco, Jorge Carlos Ramírez Marín, lo colocó en la desvaída secretaría de la reforma agraria. Y al obediente Pedro Joaquín Coldwell, que ocupó la presidencia del PRI para que el peñismo pudiera ejercerla, la secretaría de energía.

Pero la ubicación de Joaquín Coldwell forma parte de otro diseño, el de los destinados a las maniobras que abran paso a los grandes negocios, sobre todo en cuestiones energéticas. A Emilio Lozoya, hijo de un compañero de estudios y posteriores actividades políticas de Carlos Salinas, lo envió a Pemex y no a la secretaría de relaciones exteriores a la que parecía estársele encaminando. A la SRE, por su parte, mandó a alguien sin experiencia diplomática (como Joaquín Coldwell en cuanto a energía) pero con clara visión económica, como es José Antonio Meade Kuribreña, enviado de SHCP a la SRE.

Visto en conjunto, el gabinete de Peña Nieto es una clara confesión de intenciones. No se buscaron personajes con reconocidas cartas de especialidad en las carteras que iban a ocupar e incluso se instaló en varias de ellas a políticos sin pizca de conocimiento de sus nuevas atribuciones. Si gabinete es destino podría decirse que con esas cartas es previsible un juego sexenal tramposo, sin preocupación por las formas, concebido para hacer ganar siempre a la casa y atento solamente a las necesidades, intereses y planes de la cúpula gobernante que pareciera ocupada solamente por dos o tres personas: el actual ocupante de la silla, un ex ocupante del mismo puesto y un poderoso empresario televisivo.

Las preocupantes características del equipo de trabajo de Peña Nieto se agravan al revisar los nombramientos de subsecretarios, oficiales mayores y otros cargos de importancia. Ex gobernadores caídos en desgracia han sido allí reavivados, famas no de dudosa sino de contundente turbiedad son desempolvadas sin que asome siquiera una caritativa intención de aparentar que hay cierto barniz de móviles nobles en tales designaciones más bien denotativas de rapacidad grupal.

Otro detalle significativo es el regionalismo apabullante que en aras de presuntas fidelidades de paisanaje han llevado a instalar en cargos de índole nacional, necesitados de perfiles con experiencia amplia, a políticos de brillo mexiquense, en una transferencia sin recato de cierta clase política de la entidad natal del ahora ocupante de Los Pinos al organigrama federal.

El conjunto de indicios negativos habrá de descargarse hacia las entidades federativas con el nombramiento de delegados de secretarías y organismos descentralizados. El panismo, con Fox y con Calderón, asaltó sin pudor esos cargos para instalar a sus correligionarios carentes de carrera burocrática y experiencia en el ejercicio del gobierno. Lo sucedido fue atroz: malos resultados administrativos y una corrupción extendida. Pero con el priísmo es lo contrario: conocimiento profundo de lo que debe hacerse para usar esos puestos para enriquecimientos personales y grupales y para contiendas electorales. En este nivel, el de las delegaciones federales, se reflejarán muchos de los pagos a la clase media del priísmo militante, con los grandes caciques regionales como gestores de los cargos y garantes de que sean usados para los propósitos del grupo en el poder.

Mientras tanto, en Chiapas siguen los ajustes de poder. Manuel Velasco Coello sufrió maltrato político en el lapso en que fue gobernador electo, frente a un Juan Sabines que parecía no tener noción de que ese poder avasallante tenía un término y que llegado éste las posibilidades de abuso desde el poder cambiarían de usuario. Desde el endeudamiento del estado hasta la pretensión de mantener en los cargos a seguidores personales de él, Sabines fue llenando de ingredientes oscuros esa relación política. En una entidad políticamente inestable, llena de historias de venganzas políticas grupales, con ex gobernadores perseguidos en cuanto dejan el poder, hay expectativa por saber lo que hará Velasco respecto al retador y desbocado Sabines. ¡Hasta mañana!

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