En los bordes
Provocación e infiltración
Priístas combativos
Julio Hernández López / Astillero
La provocación y el abuso vistos el pasado primero de diciembre forman parte de un conjunto de acciones con las que los gobiernos capitalino y federal tratan de desgastar e inhibir el espíritu crítico, participativo y progresista de una población que encabeza la resistencia nacional a la instalación del peñanietismo y que recela del presunto talante izquierdista de la dupla Ebrard-Mancera.
En seis días la capital del país ha vivido un concertado ataque a sus derechos y libertades. Muchos de quienes han hecho de sus calles un espacio ganado para las manifestaciones públicas han entendido que el mensaje de fondo del 1DMX es la amenaza de detenciones sin justificación, arbitrarias, muchas veces relacionadas intencionalmente con la protesta de esos ciudadanos frente a previas golpizas dadas por uniformados a jóvenes que no estaban participando en hechos violentos o destructivos. Otra franja de ciudadanos ha exacerbado sus ánimos contrarios a la manifestación y la crítica al hacer suyos los misiles teledirigidos de los medios de comunicación que, en una proporción muy alta, se han colocado de manera canallesca al servicio de los propósitos represivos de los nuevos poderes. Unos y otros están frente a un escenario de injusticia manifiesta: la mayoría de quienes causaron destrozos el sábado histórico están libres, ya sea porque formaban parte de contingentes protegidos por los propios poderes tejedores de provocaciones o porque legítimamente lograron escabullirse mientras los policías se entretenían en aprehender a otros.
Al agravio generalizado que se produjo el sábado en el Centro Histórico se ha añadido la presencia de granaderos y policías en bocacalles y vialidades correspondientes a Ciudad Universitaria. Días atrás, grupos relacionados con el anarquismo publicaron en una de sus páginas de Internet una invitación para obstruir este jueves el tráfico en Insurgentes Sur, en tramos colindantes con la UNAM (los administradores de una de las más importantes de esas páginas han denunciado infiltración y prefirieron dejar el manejo de esa cuenta, que por lo demás sigue vigente y convoca a jóvenes a acciones agresivas). Según diversas denuncias de estudiantes, el miércoles hubo en el campus del sur del DF una evidente presencia de agentes policiacos vestidos de civil que se asomaron a lugares de reunión de miembros del movimiento 132 que recababan firmas en demanda de libertad para los presos del sábado negro y se preparaban para la asamblea interuniversitaria que se realizará hoy en CU.
Con esos antecedentes, destacamentos de policías y granaderos fueron enviados de manera disuasoria a las inmediaciones de CU, en especial en el tramo correspondiente a Insurgentes Sur y contuvieron a unas decenas de jóvenes que, según la apreciación policiaca, pretendían realizar el bloqueo anunciado. Hasta donde fue posible saber a la hora de realizar los presentes teclazos vespertinos, en términos técnicos no hubo violación a la autonomía universitaria, pues los policías se mantuvieron en áreas que no pertenecen ni están bajo el manejo de la UNAM, sobre todo en la avenida Insurgentes.
Sin embargo, y como era de esperarse, el despliegue de fuerzas represivas junto a la UNAM constituyó una calculada provocación política, mucho más allá de la temática vial. Miguel Ángel Mancera (ex procurador de justicia, políticamente cargado a la derecha, ansioso de desmarcarse de la izquierda militante) había tocado de mañana el tema de los detenidos del sábado inaugural, esbozando cierta comprensión en los casos en que no hubiera sustento para las detenciones, aceptando la posibilidad de que se hubieran producido abusos. Pero en la tarde ya estaban siendo reinstalados los fantasmas del diazordacismo y del atenquismo represor en Ciudad Universitaria, temerosos los gobiernos unidos, el federal y el capitalino, de que las universidades públicas alcancen a organizar protestas fuertes antes de irse de vacaciones escolares.
La exhibición de fuerzas y de ánimos represivos va acompañada de la infiltración y la provocación. Los halcones del peñismo-mancerismo están a la espera de acontecimientos masivos que les dén justificación para ir contra más activistas e incrementar el miedo social. Hoy habrá un espectáculo popular en la Plaza de la Constitución, con el cantante Joan Sebastian, en el primer concierto gratuito de los que el GDF acostumbra realizar en ese lugar, con decenas de miles de asistentes. Y el sábado será el Teletón. Todo lo que ayude a generar rechazo social conservador ante protestas o movilizaciones juveniles será fomentado por los propios entes represivos. La ciudad de México, su espíritu crítico y libertario, está en la mira.
Mientras tanto, la nueva guerrilla institucional se remontaba hasta algún lugar de las alturas del Senado, sumamente molesta porque sus opositores normalmente bien pactados no le permiten al peñanietismo contar con las modificaciones administrativas deseadas. Es significativo el punto de desacuerdo: el peñanietismo pretende que le sea aprobada una iniciativa de concentración autoritaria de la fuerza pública en Bucareli, que convertiría a Miguel Ángel Osorio Chong en manejador de los asuntos políticos con una mano y de los mecanismos represivos con la otra.
PAN, PRD y PT ni siquiera se oponen a la esencia de ese proyecto de mano dura, pero desean que ciertos nombramientos sean ratificados por el Congreso y buscan otros paliativos menores. Ayer, cuando se dieron cuenta de que estaban en ruta de perder la votación que desatorara este asunto a favor del PRI, los senadores opositores decidieron romper el quórum. Los priistas, encabezados por el subcomandante Gamboa, tomaron la tribuna para protestar y convirtieron al calderonista Ernesto Cordero, quien preside la mesa directiva, en motivo de su enojo.
Y, mientras los nuevos nombramientos peñistas siguen yendo por la línea de lo voraz y lo grupal (el primo Alfredo del Mazo, el hijo de Miguel de la Madrid), ¡feliz fin de semana!
Comentarios