Prepara el Politécnico a ingenieros civiles con equipo arcaico

Técnicos y docentes de la Esia dan mantenimiento a máquinas caducas

Laura Poy Solano /  La Jornada

Para alumnos y profesores es la consentida. Se construyó hace 109 años. Tiene pedales, palancas y manivelas. Es parte del equipo con que el que se han formado las 145 generaciones de ingenieros civiles que han pasado por la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (Esia) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) desde su fundación.

Sonia Pérez Yáñez, profesora de uno de los laboratorios de la institución, afirma: cuando nos preguntan de qué año es el equipamiento, acá les decimos que es del 1900 Carranza. Orgullosa de las proezas que deben realizar para echar a andar instrumentos que ya deberían estar en desuso, asegura que aquí nada se tira, a todo le buscamos arreglo.

Fabricada en Filadelfia, Estados Unidos, la máquina universal de pruebas de la Esia aún opera como un equipo de precisión para medir la resistencia del concreto, pese a que fue creada en 1903, 19 años antes que la fundación de ese plantel a inicios de la década de los años 20 del siglo pasado, cuando abrió sus puertas como Escuela Técnica de Constructores.

Enfrente de la consentida, en el laboratorio de resistencia de materiales, está otra máquina, la española. Y aunque apenas tiene 15 años nunca funcionó. Está dañada de origen y se tiene que dar de baja porque ya no se usa para nada, reconoce Pino Durán Escamilla, director de la Esia.

Al plantel asisten 5 mil 200 alumnos que cursan la licenciatura en ingeniería civil, durante 10 semestres, quienes deben realizar, como parte de su formación académica, prácticas en sus 11 laboratorios.

El directivo explica que además cada año se suman mil 300 nuevos alumnos. Estamos al ciento por ciento en el cupo de las aulas; ya no podemos recibir más. Si se abre un grupo de 30 alumnos, de acuerdo con el nuevo modelo educativo, implica también tener equipamiento y espacio para prácticas. Si de entrada ya tenemos una limitación en los salones, imagínese el fenómeno que acarrearía traerlos a los laboratorios.

Hay tal rezago, que académicos y directivos no se atreven a dar una cifra del presupuesto que se requeriría para remontar la obsolescencia de las máquinas. Sólo hablan de millones de pesos, y aunque en los pasados tres años se invirtieron 9 millones 780 mil en equipamiento y mantenimiento, Durán Escamilla estima que en 2013 se requerirá al menos un millón 650 mil adicionales para consolidar los proyectos de nuevas adquisiciones y reparaciones.

Se trata de un esfuerzo muy costoso, porque hasta cambiar el aceite de un equipo, como en el canal de oleaje del laboratorio de hidráulica, requiere una inversión considerable, pues sólo lo fabrica un proveedor en México, y si no es el material específico, el instrumento se daña.

Construidos como naves industriales, los laboratorios de la Esia reflejan su función pedagógica. En el de pavimentos y terracerías los alumnos de séptimo y noveno semestres realizan prácticas de suelos. Estudian gravas, tepetates, limos y arcillas, las cuales muelen, fragmentan y disuelven para conocer su resistencia al desgaste en el asfalto.

Sus instrumentos son, entre otros, la tamalera, como se le conoce a una máquina del tamaño de una enorme batidora donde se realiza la prueba de desgaste de grava. Ya tiene muchos años, hace poco le dimos mantenimiento, afirma Pérez Yáñez, quien muestra un equipo que funciona como agitador, al que asegura ya lo reparamos y engrasamos.

En un área donde se han instalado hornillas y una campana de extracción se cocinan muestras elaboradas por los alumnos con emulsiones asfálticas, a fin de realizar pruebas de inflamación y carga eléctrica.

En el laboratorio, explica, generamos todo, desde la granulometria, agregamos el cemento asfáltico, hacemos una mezcla, la colocamos en un ensaye o cilindro y luego a baño maría en las vaporeras. Y destaca que un agitador, equipo que data de los años 60 del siglo pasado, nos empezó a fallar, pero nuestro técnico lo desarmó, le arregló los cables y nos lo dejó listo.

Todo tiene utilidad

Aunque los académicos afirman que nada se tira, Durán Escamilla asegura que se realiza un diagnóstico para saber qué sirve y qué no, y dar de baja todo lo que ya no es útil tanto en equipo como en materiales, pues reconoce que de 10 a 15 por ciento de las prácticas demostrativas para alumnos de licenciatura, no pueden realizarse por deficiencias en su equipamiento o insumos.

No obstante, la Esia también cuenta con instrumentos elaborados por sus propios docentes, como ocurre en el laboratorio de resistencia de materiales, donde se diseñó y construyó una mesa de vibración de un sólo grado de libertad, que permite realizar prácticas de ingeniería sísmica, a la que se le ha adaptado un acelerómetro como parte de un proyecto de ingeniería experimental.

No son pocos los profesores que se ven obligados a meterle mano al equipamiento que, incluso, ya está dado de baja.

Pérez Yáñez afirma con orgullo que en el laboratorio se tenía como baja una trituradora de grava y rocas, pero los profesores la revisamos y consideramos que no debía darse de baja. Le metimos mano con apoyo de la Comisión de Operación y Fomento de Actividades (Cofaa), y funciona. Junto a su almacén, donde al igual que decenas de latas e insumos, se acumulan rocas y gravas, señala, acá tenemos lo que de plano ya no sirve, pero eso sí, todo guardado en orden y en sus cajas, porque nunca se sabe qué podemos necesitar, quizá algún repuesto.

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