Guadalupe Cruz Jaimes / Apro Cimac
Fue como la ola de un tsunami: una aparente “reunión de amigas” entre Rosario Robles y mujeres de la sociedad civil terminó en un ríspido encuentro que obligó al presidente electo Enrique Peña Nieto a dar marcha atrás a su intención de convertir al Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) en apéndice de la Secretaría de desarrollo Social.
La mañana del pasado miércoles 21 la experredista y actual vicecoordinadora de Política Social del equipo de transición del mandatario electo –ataviada de traje sastre color morado y medias negras–, llegó segura de sí misma, confiada, al Hotel University Club, en Paseo de la Reforma, lugar del encuentro con integrantes de la Red de Mujeres en Plural.
Rosario Robles las había convocado para hablar de las “bondades” de la política de igualdad de género del exgobernador del Estado de México, uno de las entidades con mayor número de femenicidios en el país.
Sin embargo, ya flotaba en el ambiente la preocupación de las feministas por la iniciativa de reforma del priista que hasta ese momento preveía la integración del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) a la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), propuesta que, a decir de las invitadas, pondría en riesgo la autonomía y capacidad de gestión del órgano rector de las políticas de género del Estado mexicano.
Tan segura estaba Robles de que ese punto no se tocaría en el encuentro que momentos antes de ingresar al salón Lucerna, la exjefa de Gobierno del Distrito Federal comentó que el asunto se abordaría “brevemente” para “aclarar la confusión” de sus “amigas” activistas.
Pero al iniciar la reunión después de las 11:00 horas, la marea comenzó a subir. El único tema de interés para las presentes era la pretensión de Peña Nieto de anexar el Inmujeres a la Sedesol. Lo que se tocaría “brevemente” fue el punto de discusión de todo el encuentro que concluyó a las 13:00 horas.
Otra experredista, Patricia Olamendi, integrante del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y exsubsecretaria de Relaciones Exteriores en el gobierno de Vicente Fox, fue la encargada por parte del equipo de Peña Nieto de dar la bienvenida a las integrantes de la Red de Mujeres en Plural.
Sentada al lado de Robles, la abogada experta en temas de violencia de género dio lectura a algunos artículos de la iniciativa de reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, y comentó que las facultades del Inmujeres no se trastocarían. Robles asentía en señal de respaldo a las afirmaciones de su compañera.
De apellido Guerra, otra Rosario, la excandidata del Partido Nueva Alianza a la jefatura de Gobierno del DF, interrumpió en más de una ocasión la lectura de Olamendi en señal de rechazo a la “sectorización” del Inmujeres.
Visiblemente molesta, la exfuncionaria durante el gobierno de Vicente Fox le pedía a Rosario Guerra que guardara silencio y que le permitiera continuar con su lectura. Los murmullos en el salón Lucerna no se hicieron esperar y entre los cuchicheos se oía la inconformidad de las mujeres por la propuesta del priista.
Sentada al centro de la mesa principal, y al lado del vocero del equipo de transición, Eduardo Sánchez, Rosario Robles inició su mensaje con la certeza de que el Inmujeres “de ninguna manera se convertiría en apéndice de Sedesol”.
La exdirigente nacional del PRD defendió la propuesta del presidente electo y negó que él considere a las mujeres como un “grupo vulnerable”, ante las críticas de las feministas de que la exposición de motivos de la iniciativa de reforma así cataloga a más de la mitad de la población mexicana.
En aparente calma, Rosario atajó los reclamos de las presentes con el argumento de que la redacción del proyecto legal fue “la que generó confusión”, y calificó el hecho como un “error” que puede corregirse.
Hubo un momento en el que la excandidata presidencial en 1994, Cecilia Soto, preguntó si podía tuitear lo que ocurría en la reunión, lo que desbalanceó a Robles y le respondió que no lo hiciera ya que se trataba de una reunión privada.
Luego vinieron las intervenciones de las activistas. La primera en hablar –ahora sí ante el micrófono– fue su tocaya Rosario Guerra, quien subrayó la necesidad de fortalecer al Inmujeres como una secretaría de Estado, en vez de debilitarlo al hacerlo dependiente de quien encabece la Sedesol.
Janette Góngora, académica de la UAM, calificó la iniciativa de Peña Nieto como una “vergüenza” por su “pobre redacción”. Y criticó que actualmente los recursos que recibe el instituto no se traduzcan en beneficios para las mexicanas, pues buena parte del presupuesto se utiliza para capacitar a funcionarios.
La ola fue creciendo: Las exdirectoras de los institutos de las Mujeres de Oaxaca y Veracruz, Norma Reyes y Martha Mendoza, respectivamente, lamentaron las deficiencias de los organismos que presidieron y llamaron a reformular sus estructuras para fortalecer sus facultades.
Giro de tuerca
En medio de un mar de críticas, atenta y serena, Rosario Robles tomaba nota de todos y cada uno de los señalamientos. En su intervención final, la experredista se comprometió a construir “entre todas” una propuesta para mejorar al Inmujeres, y la cual será entregada al próximo presidente de México.
También dijo que se modificaría la “confusa” redacción de la exposición de motivos por una “moderna e incluyente”.
De pronto, como de la nada, Robles lanzó una noticia inesperada: los artículos sobre la sectorización del Inmujeres “se encorchetarían” –es decir se reservaría su discusión legislativa– de la iniciativa de reforma que en ese momento se discutía en la Cámara de Diputados, en tanto se define una nueva propuesta sobre las facultades del instituto.
Según explicó la exjefa de Gobierno del DF, la decisión se la había informado el coordinador del equipo de transición peñista, Luis Videgaray.
La molestia de las integrantes de la Red de Mujeres en Plural se convirtió en gozo y, festivas, aplaudieron las palabras de Robles, se acercaron a ella y la abrazaron.
Por la noche, Robles confirmó que por indicaciones de Peña Nieto el tema de la sectorización del Inmujeres quedaba fuera de la discusión de la iniciativa de reforma. Tras la devastación volvió la calma.
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