Calaverita electoral


Alianzas PAN-PRD
Reforma patronal
Usar a Chávez en EU

Julio Hernández López / Astillero

Aun cuando parecían pertenecer al reino de los políticamente muertos, Felipe Calderón (en vías de dejar el poder) y Manuel Camacho (la misma bala que mató a Colosio habría exterminado su carrera política) se han mostrado muy vivos a la hora de diseñarse una calaverita de azúcar electoral con pretensiones de durabilidad sexenal. Coautores de la puesta en escena en 2011 de la comedia de enredos denominada Las alianzas, el panista macabro y el perredista tenebroso han lanzado un nuevo producto de temporada, un supuesto frente contra el autoritarismo y por la democracia que habrá de impedir que el PRI se sienta el dueño de México.

Tras la máscara de la unificación en lo legislativo entre PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, pues el PT no participó, está la intención de repetir el año entrante las fórmulas de crudo pragmatismo electoral utilizadas en 2011 y que produjeron espejismos de victoria en Puebla (donde en realidad acabó ganando Elba Esther Gordillo con su ahijado político Rafael Moreno Valle), en Oaxaca (donde ganaron el panista Diódoro Carrasco, el priísta José Murat, el inversionista Dante Delgado pero no la justicia ni el cambio político genuino) y en Sinaloa (donde Mario López Valdés, Malova, ha resultado un fiasco y donde sigue gobernando el mismo poder real de antes). En esa oleada de aliancismo ciego, también emergió el priísta Ángel Aguirre como impensable candidato de oposición en Guerrero. En cambio, en Jalisco, donde las condiciones eran propicias para derrotar al priísta Aristóteles Sandoval, no hubo propuesta conjunta ni siquiera entre la izquierda, pues el padillismo-U de G puso a un ex panista como candidato del PRD para dividir el voto que mucho creció a favor de Enrique Alfaro, postulado nada más por el Movimiento Ciudadano.


El año venidero, el pastel electoral constará de 14 rebanadas relacionadas con presidencias municipales y congresos locales y sólo en un caso, Baja California, con una gubernatura (que el PRI ya cree concesionada para el Grupo Aguacaliente, con Jorge Hank Rhon como primer crupier del estado). Según los cálculos del calderonismo y del camacho-marcelismo, una buena manera de intentar que el PRI no arrase sería la construcción de alianzas para lo inmediato, las urnas, aunque sea con priístas que seguirán actuando como tales, aunque por despecho o conveniencia se declaren opositores a sus tres colores originales y aunque a la hora del gobierno todo se vuelva un revoltijo sin sentido que acaba beneficiando a los factores de élite de siempre.

La condición meramente instrumental de esos pactos entre PAN, PRD y MC queda de manifiesto al revisar la condecoración fundacional que tratan de lucir. Según eso, el éxito y la trascendencia del mencionado frente contra el PRI fueron demostrados a la hora de la votación en el Senado de la manoseada reforma laboral, gesta heroica que buscarán reproducir en próximas situaciones. Pero la victoria en el Senado fue de saliva, mera retórica, efectismo luego desinflado en San Lázaro por el gélido Beltrones, a rescate luego en un acto de autoritarismo de escándalo por Enrique Peña Nieto para cumplir acuerdos previos con Felipe Calderón.

En arreglos entre el saliente y el entrante y no como consecuencia de ninguna hazaña opositora al PRI saldrá adelante la reforma laboral, que probablemente quedará en patronal, referenciada a los intereses de los empresarios en busca de liberalizar las relaciones de trabajo y sin tocar a los caciques sindicales, más que con una inocua referencia a transparencias más o menos equivalentes a la carabina de Ambrosio.

Y no sólo es evidente el autoritarismo en los arreglos entre el que se va y el que llega sino, especialmente, en el golpe seco con el que Peña Nieto ha hecho saber que su voluntad avasalla al Poder Legislativo, no solamente a sus bancadas en las dos cámaras, a las que ha exhibido sometidas a un control implacable e incluso descuidadamente ostentoso como no se veía desde décadas atrás, sino al conjunto de ese cuerpo colegiado que ahora debe dar marcha atrás a sus posiciones de supuesta independencia, diluir agresividades discursivas y acomodarse a las órdenes del mexiquense de aprobar la citada reforma patronal, sin el agregado perredista de los contratos sujetos a votación de los trabajadores ni los asomos de democracia y entrega de cuentas en materia económica en los imperios sindicales. Así, por esa instrucción unipersonal, la semana venidera San Lázaro podrá aprobar las correcciones del caso y en el Senado los opositores podrán aceptar su victoria pírrica. Ah, pero eso sí: muy unidas la derecha felipista y la izquierda chucho-camachista (aunque en el anuncio del Frente también estuvieron Dolores Padierna y Alejandro Encinas). Y todo listo para volver a triunfar con fórmulas unitarias en las siguientes elecciones.

Astillas

Mitt Romney ha recurrido al expediente del miedo en busca de ganar votos frente a Barack Obama. En una variante de lo sucedido en 2006 en México, cuando el hispano Antonio Solá desplegó una campaña contra López Obrador utilizando la figura de Hugo Chávez, ahora el equipo de campaña del candidato presidencial republicano ha difundido propaganda para vincular al actual ocupante de la Casa Blanca con el político venezolano y con Fidel Castro.

Múltiples comentarios y juegos de palabras se han hecho para vincular las celebraciones de muertos con la desgracia sexenal expresada en decenas de miles de asesinatos. Lo cierto es que el sello del calderonismo será el de las tragedias fúnebres y a partir de ese saldo negro se le juzgará política e históricamente, aunque la legalidad vigente lo ponga a salvo de castigos por lo que produjo por ineptitud, testarudez y sometimiento a proyectos estadunidenses.

Y, mientras sigue causando asombro la celeridad institucional para investigar y promover castigos en el caso del hijo de un ex gobernador asesinado en Coahuila (ayer detuvieron al presunto autor material), ¡feliz fin de semana!

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