Millones de venezolanos eligen este domingo en las urnas al presidente que gobernará el país entre 2013 y 2019, pero el duelo entre el comandante Hugo Chávez, que aspira a su reelección, y Henrique Capriles, el líder de la oposición, es algo más.
El País
Se enfrentan dos proyectos políticos opuestos: la hegemonía del caudillismo populista o la recuperación de la democracia liberal. Las encuestas consideradas más fiables dan un empate técnico y el resultado, que se conocerá en la noche venezolana (madrugada en España), es impredecible después de meses de una campaña marcada por una extraordinaria polarización política.
El presidente comandante, en una interpretación muy laxa de la normativa electoral que impone un silencio estricto antes de los comicios, ofreció en la tarde del domingo una conferencia de prensa en el palacio de Gobierno de Miraflores. Al límite de la legalidad o más allá de ella, según la oposición, Chávez desplegó durante una hora su simpatía personal para ensalzar su obra de gobierno, su fervor por los pobres, los méritos de su antiimperialismo y su confianza en el sistema electoral venezolano. “Hay que oír la voz del pueblo”, afirmó, convencido de que hoy “ganará la república bolivariana”.
Los colegios electorales han abierto a las seis de la mañana hora local (las 12.30 en la España peninsular), como estaba previsto. Había colas ante algunos de los centros de votación. Casi 19 millones de electores están convocados a las urnas.
Capriles, conocido como el flaco, católico, político imbuido de una misión y antiguo gobernador del Estado de Miranda, se ha convertido en cuestión de semanas en un formidable rival de Chávez con su énfasis en el deterioro de los servicios públicos evitando el intercambio de golpes con el presidente. Ha recorrido Venezuela a golpe de mitin y convertido la contienda electoral en una batalla del David democrático y ciudadano contra el Goliat del Estado chavista y su abuso de los recursos públicos. También ha sabido distanciarse de los viejos políticos de la IV República, las élites cuya corrupción trajo como consecuencia la llegada de Chávez.
El antiguo teniente coronel de paracaidistas ha vivido su campaña más difícil, mermado por el cáncer que le diagnosticaron en junio de 2011. Su estado de salud no solo ha limitado sus mítines -12 menos que en 2006- sino que ha añadido un nivel de incertidumbre a su campaña: en caso de ganar las elecciones, ¿quién gobernará realmente si empeora o fallece? Pese a todo, Chávez conserva un extraordinario imán popular y el apoyo de los sectores económicamente más débiles beneficiados por su planes de reducción de pobreza, mercados populares y subsidios. Algunos de estos proyectos se han quedado muy lejos de sus objetivos pero Chávez ha prometido corregir sus “errores” si logra un nuevo mandato.
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