Reforma laboral: radiografía del futuro


Jorge Zepeda Patterson 

El empantanamiento de la reforma laboral, atrapada en el ping pong entre el Senado y la Cámara de Diputados, ofrece atisbos de lo que será la política en el siguiente sexenio. 

1) La alianza del PRD y del PAN. Mientras el presidente Calderón se mofaba de las empanadas de pejelagarto que había ingerido, las bancadas de la izquierda y de la derecha fueron capaces de llegar a un acuerdo puntual y sostenerse unidos en contra del sindicalismo corporativo. El acuerdo entre las dos fuerzas no es menor, considerando el antagonismo visceral que se profesan los dos hombres fuertes de cada corriente: Calderón y AMLO. Si lo pudieron conseguir ahora, cuando el PAN aún es gobierno, será más fácil cuando ambas fuerzas constituyan la oposición frente a un priísmo avasallador. 

2) La disposición de Peña en favor de las reformas económicas y su desinterés sobre las reformas democráticas. Ciertamente, el equipo de transición apoyó los cambios en la legislación laboral presentados por el gobierno calderonista al Legislativo. Pero tan pronto como los líderes sindicales mostraron los dientes en contra de la apertura, los operadores de Peña no tuvieron objeción para eliminar los aspectos democráticos de la reforma. Siempre y cuando se mantuviesen las modificaciones económicas (flexibilización de las condiciones de contratación y despido en el empleo). Lo anterior me parece que será el tono de la gestión peñanietista en materia de reformas. El próximo gobierno necesitará impulsar los cambios estructurales capaces de activar la economía nacional y hacer de México un país más competitivo. De otra manera no alcanzará su promesa de crecimiento anual promedio de 6% durante su sexenio. Pero dejará al libre juego de las fuerzas políticas el avance o empantanamiento de las reformas vinculadas a la democratización y la rendición de cuentas. No son ésas las que le quitarán el sueño. 


3) Si lo que sucedió ahora entre Legislativo y Ejecutivo es un anticipo del futuro, no hay condiciones inmediatas para la instauración del temido autoritarismo presidencial. Desde luego habrá inercias que convoquen a un liderazgo vertical luego de la parálisis política de los últimos años, pero hay muchos actores políticos y económicos en juego, algunos de ellos atrincherados en posiciones encontradas. 

4) Los poderes de facto llegaron a la política para quedarse. Nunca como ahora los grandes intereses habían poseído tal representación directa en la esfera política, lo cual los convierte en modificadores de los proyectos públicos. La reforma laboral es buen ejemplo de lo anterior. Los líderes charros siempre han gozado de posiciones en Legislativo. Pero nunca con la autonomía y peso que ahora poseen. Para no ir más lejos, el sindicato de maestros tiene un partido propio, el Panal (cuyos 10 diputados le permiten al PRI y sus aliados alcanzar la cifra mágica de 251 votos). No es casual que el líder cetemista en la cámara haya criticado a Peña Nieto por su desinterés hacia los trabajadores. Una crítica impensable en otros tiempos en contra del “primer priísta del país”. 

No es difícil imaginar la reacción de la poderosa telebancada cuando el gobierno de Peña Nieto intente hacer algo respecto a los monopolios de la comunicación. Probablemente ni siquiera se intente una verdadera acción antimonopólica en el sexenio que viene. Pero incluso una reforma fiscal como la que pretende el próximo Ejecutivo pisará los callos de los grandes consorcios (como se sabe, cualquier empleado contribuye con una tasa de impuestos más alta que la equivalente de las grandes empresas). 

No sólo es el hecho de que los intereses empresariales están reflejados en el Congreso de una manera más nítida que en el pasado. La vida pública misma está más diversificada que antes. La Secretaría de Hacienda y el Banxico están dominados por economistas formados en el Itam y equivalentes, universidades privadas con un pensamiento vinculado a los intereses de la iniciativa privada. Los empresarios forman parte de consejos ciudadanos y patronatos. La clase política nunca había sido tan vulnerable a los medios de comunicación, particularmente la televisión. El poder desmesurado de multimillonarios mexicanos influye en el comportamiento de gobernadores: inversiones de Slim, Germán Larrea o Salinas Pliego pueden ser determinantes en la prosperidad o bancarrota de una región. 

No está claro en qué va a terminar la reformar laboral. Es obvio que tarde o temprano tendremos alguna versión aprobada. Cuándo y cómo es materia de especulación. Eso podría ser una alegoría del próximo gobierno. 

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