PRI enfría euforias


Una locura en el Senado
¿Divergencias EPN-FC?
Moreira y los narcoempresarios

Julio Hernández López / Astillero

Manlio Fabio Beltrones fijó ayer distancia de la bancada priísta que tiene mayoría en San Lázaro respecto a los presuntos grandes avances en materia de democracia y control contable de sindicatos que el calderonismo festejó en el Senado como si fueran un hecho.

Lo que los senadores Javier Lozano, Ernesto Cordero y Luisa María Calderón celebraron a nombre del felipismo como gran victoria, casi irreversible, ha sido atemperado por el coordinador de los diputados priístas, quien ha advertido que la famosa iniciativa calderonista ha perdido su caracter preferente, imperioso, en este ir y venir entre San Lázaro y Paseo de la Reforma e Insurgentes, y que los diputados de tres colores habrán de analizar tan a fondo el texto de las discordias que correrá el tiempo que sea necesario para sacar una muy buena ley.

Quien habrá de encargarse de determinar tiempos y circunstancias será el presidente de la comisión encargada de asuntos del trabajo en esa cámara, Carlos Humberto Aceves y del Olmo, cetemista de experiencia legislativa (ha sido senador y diputado otras dos veces). Para que no haya duda de lo que le espera a la reforma sindical tan cacaraqueada por el panismo, con los partidos de izquierda a remolque, el diputado Aceves ya dijo que no se aprobará lo enviado por los senadores nomás porque sí, pues algunos de los cambios de última hora "son una locura”.


La defensa cerrada del sindicalismo dinosáurico por parte del PRI es absolutamente explicable a partir de los pactos realizados por el nuevo copresidente de los intereses tricolores, Enrique Peña Nieto (el otro copresidente es Carlos Salinas de Gortari) con los grandes caciques gremiales. Pero lo sucedido primero en el Senado, y ahora en la Cámara de Diputados, genera preguntas relacionadas con el grado de entendimiento y complicidad operativa que tienen en estos momentos el saliente Calderón y el entrante Peña. Aún cuando escenográficamente hay notables esfuerzos por exhibir una presunta transición de terciopelo, con reuniones grupales de horas, episodios como el de la reforma laboral parecen haber llevado a los dos personajes por caminos no sólo distintos sino tal vez confrontados. El peculiar comportamiento de senadores panistas obstinados en aparecer como presuntos liberadores históricos del proletariado y sus malvados caciques sindicales, a sabiendas de que lo que se cambiara en Paseo de la Reforma podría ser corregido o tumbado en San Lázaro, fue una desvergonzada representación teatral con fines electorales, para mostrar al PAN tan defensor de los intereses de los trabajadores como nunca lo fue desde el poder federal que ocupó durante dos sexenios. Ahora se impone la realidad aplastante del dinosaurismo sexenalmente triunfador: con 251 votos en la Cámara de Diputados, más los que pueda pepenar, el PRI hará lo que quiera y le convenga en el tema laboral y sindical, dejando lo que es lesivo para los trabajadores y limando lo sindical que a los líderes les incomode. Y dejando la presunta gloria de esas reformas a Enrique Peña Nieto y no a Felipe Calderón. Es decir, desahogándolas y confirmándolas en el tiempo de ejercicio de poder del priísta, no antes.

El ex gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del PRI, Humberto Moreira, ha hecho saber que la procuraduría de justicia de ese estado le informó que el asesinato de su hijo, José Eduardo, fue una venganza de narcotraficantes porque ese mismo día policías estatales habían acribillado a un sobrino de Miguel Ángel Treviño Morales, el Z-40. Es decir, en una acción del gobierno de su hermano Rubén fue ejecutado un familiar de un alto jefe de los zetas que en venganza mandó matar no a un hijo del propio Rubén sino de Humberto, hermanos estos que mantienen crecientes diferencias políticas.

Pero, en otro punto de las declaraciones que ayer fueron publicadas, no ha de ser por su circunstancia política específica, ni por el terrible dolor que vive luego del asesinato de su hijo, que deban  descalificarse las palabras acusatorias de Humberto Moreira contra empresarios que se benefician alegremente del negocio del narcotráfico y son corresponsables de la violencia criminal que sufre el país.

Más allá de que en momentos trágicos lo esté diciendo el ex gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del PRI, lo cierto es que en este México rojo hace falta revisar el papel de empresarios, banqueros y otros miembros destacados de los intocados circuitos del gran capital, que se han enriquecido notablemente a sabiendas de que la prosperidad de sus negocios está relacionada con dinero y haberes provenientes del crimen organizado. A diferencia de la explosiva y multitudinaria guerra que ha librado contra la vertiente popular del narcotráfico y delitos conexos, Felipe Calderón nada ha hecho para frenar de verdad el lavado de dinero ni para castigar operaciones que obligadamente se realizan en los ámbitos empresariales a partir de dinero sucio.

Astillas

El autor de las presentes líneas participó durante dos años en un programa de Televisa, El cristal con que se mira, en específico en el segmento semanal denominado La mesa de los periodistas, con Raymundo Riva Palacio y Marcela Gómez Salce, bajo la conducción de Víctor Trujillo, quien sostuvo una línea invariable de respeto absoluto a lo que allí se expresara. Sabedor de que sin traicionar las convicciones y principios se puede pasar por las pantallas de televisión (sirenas electrónicas que pueden invitar a hipotecar la conciencia con tal de seguir gozando de fama y presencia), este tecleador considera que la apertura de ForoTv a jóvenes que participaron en el movimiento 132, con Antonio Attolini como centro de una apasionada polémica, debe ser juzgada conforme a los hechos periodísticos y la sustancia de debate y análisis que allí se presente.

Y, mientras Calderón sigue bromeando respecto a AMLO, ahora al comer en Tabasco pejelagarto en empanada (antes, en otra gira, había jugado con la idea del complot), ¡feliz fin de semana!

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