Nuevo mundo de balcanizaciones y fusiones: ciudades-Estado y regiones-Estado

Alfredo Jalife-Rahme / Bajo la Lupa

Las balcanizaciones y/o fusiones de la nueva cartografía mundial de 11 entidades que propugnan Frank Jacobs y Parag Khanna en The New York Times (ver Bajo la Lupa, 20/9/12) absorben, sin decirlo, los teoremas neoliberales que socavan el Estado-nación en beneficio de ciudades-Estado y/o regiones-Estado de corte mercantilista-financierista.

Recuerdo una conferencia a la que asistí en Harvard del japonés Kenichi Ohmae, anterior funcionario de Hitachi y de la controvertida consultoría McKinsey (inmiscuida en escándalos financieros), sobre el advenimiento (sic) de ciudades-Estado.

A reserva de mayor profundización, Kenichi Ohmae –por cierto, fallido candidato tecnócrata a la gubernatura de Tokio– abomina del Estado-nación al anverso y al reverso, al que desmantela teóricamente con la doble pinza tanto de la globalización como de la ciudad-Estado, que asienta en su libro muy controvertido La nueva fase global (2005) y que sintetiza en theGlobalist.com (13/6/05): Más allá del Estado-nación. Pasaron ya más de siete años y se equivocó rotundamente.

Tres años antes del tsunami financierista de 2008 a los dos lados del Atlántico norte, Kenichi Ohmae no se percataba de la agonía globalizante y pregonaba que la integración de la economía global llevaría al inevitable (sic) socavamiento del Estado-nación en favor de la región-Estado.

Kenichi Ohmae malabarea demasiado entre la subatomización del Estado-nación y la serie de ciudades-Estado y/o su congestionamiento en regiones-Estado, debido al mundo trasnacional que ha borrado las fronteras (a mi juicio, una vulgar perrogrullada).


Considera que en el mundo de las comunicaciones casi instantáneas, el Estado-nación es irrelevante (¡súper sic!) y juzga que el éxito de la región-Estado radica, más que en su tamaño poblacional (sic), en su apertura (sic) al mundo exterior, lo cual beneficia, naturalmente, a los archipiélagos de Japón y Gran Bretaña. Se nota que ignora el Péndulo de Pirenne.

Cuando Kenichi Ohmae lanzó sus atrevidos teoremas todavía China no rebasaba a Japón como potencia geoeconómica/geofinanciera (sin contar el cataclismo de Fukushima).

Como si fuera la primera vez que el género humano goza de una nueva irrupción tecnológica, Kenichi Ohmae prácticamente revierte la ecuación antropológica –que ignora en su simplista esquematización con aterrador enfoque mercantilista hiperreduccionista– al colocar a la tecnología como el factor condensador de la sociología, lo cual, incluso, contradice sus conceptos de ciudad-Estado/región-Estado, porque entonces las entidades tecnológicas crearían, a mi juicio, inconfesables tecno-estados –y hasta subtecno-estados (con sus respectivas especialidades y subespecialidades)–, al unísono de sus propias especificaciones de origen y aplicación, cuando no es lo mismo la procedencia de la cibernética que de la nanotecnología/biotecnología/robótica, las cuales, en ultima instancia, operan –háganse las maromas que fuesen– como medios y no como fines. Y este es el grave error de juicio en el que incurre el tecno-mercantilismo a ultranza Kenichi Ohmae, quien prejuicia desfavorablemente al Estado-nación, hoy más viviente que nunca en la fase de desglobalización que nunca previó Ohmae.

Retornemos al nuevo (sic) mundo de Frank Jacobs y Parag Khanna y al restante de sus polémicas 11 entidades balcanizadas y/o fusionadas (ver Bajo la Lupa, 30/9/12).

Somalia: se confirma la fractura donde sus tercios territoriales Puntland y Somalilandia operan sus respectivas autonomías protosoberanistas.

La Unión Arábiga del Golfo: la intrusión (sic) militar de Arabia Saudita en la isla de Bahrein la convirtió en la decimocuarta provincia saudita, mientras el éxodo del sobrepoblado y disfuncional Yemen hacia Saudiarabia podría crear algo así como una fusión hostil (sic) que borraría sus líneas fronterizas artificiales (sic). ¡Qué simplismo!

El Consejo de Cooperación del Golfo de seis petromonarquías sunitas árabes se puede convertir en la Unión Arábiga del Golfo, con el fin de contrarrestar la creciente amenaza de Irán”. ¡Se acentúa la obscena iranofobia de los autores!

Kurdistán independiente: “se redibuja el mapa entero posterior a la Primera Guerra Mundial en el Medio Oriente (nota: los acuerdos Sykes-Picot): En sus 3 mil años de historia los kurdos tienen la posibilidad de un hogar independiente cuando en el norte de Irak su gobierno regional ha realizado acuerdos de sus pletóricos yacimientos petroleros con Exxon y otras empresas turcas.

El gran Azerbayán: juzgan que Irán tiene el potencial de dominar la región, pero también corre el grave riesgo de una implosión. Explota la iranofobia de los autores: si el presente régimen se colapsa de forma violenta (¡súper sic!) los 20 millones de azeríes étnicos del norte, alrededor de Tabriz, se fusionarían con Azerbayán, creando un nuevo poder regional con un aliado todavía más poderoso, Turquía, que pondría en jaque a Armenia en la región de Nagorno-Karabaj.

Pashtunistán y Baluchistán: si el retiro militar de Estados Unidos de Irak conlleva la balcanización del norte kurdo de Irak, su salida de la región Af-Pak (Afganistán-Pakistán) le deja en estado de desorden que puede desembocar, en medio del sectarismo disfuncional y la debilidad estatal, en el gran Pashtunistán que se coagularía a través de la Línea Durand (nota: que divide a Af-Pak), mientras que la región de Baluchistán (nota: que se traslapa con Irán y Pakistán), pletórica en gas, arreciaría sus veleidades independentistas. A mi juicio, la secesión teledirigida de Baluchistán tiene que ver con dos factores: 1) sus pletóricos yacimientos gaseros, y 2) impedir la conexión de China al puerto de Gwadar en los linderos del golfo de Omán/mar Arábigo.

Se desprende que la anhelada implosión de Irán por ciertos estrategas de Estados Unidos tendría graves implicaciones en sus cuatro puntos cardinales con una nueva recomposición de fuerzas: todas favorables a la otrora agenda unipolar de Estados Unidos.

China deglute a Siberia: el mayor peligro geopolítico de Rusia es alimentado por un escenario plausible (sic): la captura de la prácticamente inhabitada Siberia por China, hambrienta de recursos y sobrepoblada. Juzgan que pese al arsenal nuclear de Rusia, el desequilibrio demográfico está en su desventaja y puede acelerar el giro económico en favor de China. El dueto Frank Jacobs y Parag Khanna especula la creación de un enclave chino en la Manchuria exterior en pleno suelo ruso.

La reunificación de Corea: el colapso del régimen de Corea del Norte abriría el paso a la apertura de la frontera militarizada y a su desaparición (sic), en similitud a la unificación de Alemania.

Conclusión: se infiere en los 11 escenarios esbozados –unos creíbles, otros descabellados– que tanto las balcanizaciones como las megafusiones benefician en última instancia a Estados Unidos.

Las balcanizaciones y/o neofusiones expuestas por el dúo Frank Jacobs y Parag Khanna suceden en beneficio de Estados Unidos y, distantemente, de China, pero en detrimento de Rusia y, sobre todo, de Irán.

Grave error de juicio: Frank Jacobs y Parag Khanna no toman en cuenta la capacidad de represalias de los actores afectados en general: ¡juegan con el fuego nuclear ruso!

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