Salvador García Soto
Si la muerte de Heriberto Lazcano Lazcano fue producto de la casualidad, su polémica identificación fue todavía más fortuita. Tras el enfrentamiento a balazos donde abatieron a dos sujetos desconocidos, los oficiales de la Marina se retiraron del lugar y dejaron los cuerpos tirados, a disposición del Ministerio Público local que tardó en llegar a levantar las huellas y fotografías de los dos hombres asesinados a tiros.
Cuando los cuerpos son recogidos y llevados al Semefo de Sabinas, Coahuila, tras los procedimientos de ley, son enviados a una funeraria local en espera de que alguien llegue a reclamarlos. Hasta ahí, las ocho de la noche del domingo 7 de octubre, todo parecía una más de las 70 mil muertes que ha dejado la violenta guerra contra el narcotráfico.
En la ignorancia de quiénes eran aquellos dos muertos, el procurador de Justicia de Coahuila, Homero Ramos, decide ordenar que hagan un cruce de las huellas dactilares tomadas a los dos cuerpos, no porque sospechara que se podía tratar de alguien importante, sino porque, ante el fuerte problema de personas desaparecidas que hay en el estado, quisieron saber si los muertitos no eran policías levantados por el crimen y reportados como desaparecidos por sus familias.
“La verdad es que yo sólo quise saber si no eran de los policías desaparecidos, de los que todos los días tengo a sus viudas y a sus hijos protestando en Saltillo frente a la Procuraduría. Creímos que eran policías y por eso pedí que metieran las huellas a la Plataforma México para ver si se trataba de alguno de los oficiales reportados como desaparecidos”, narró el propio Procurador a un funcionario federal de seguridad, a quien también le dijo que la Marina nunca recogió los cuerpos y los dejaron tirados en la escena del enfrentamiento.
En un primer cruce, con una sola de las huellas dactilares, la del pulgar, el sistema de Plataforma México arrojó un primer nombre: “Heriberto Lazcano Lazcano”. Cuando le reportaron al Procurador no lo creyó. “A ver, chequen otra vez”, ordenó. El segundo cruce fue con tres huellas dactilares el pulgar, el índice y el dedo medio. El resultado fue el mismo: “Heriberto Lazcano Lazcano”. El Procurador entonces se comunicó con la Marina. Eran las cuatro de la tarde del lunes, el cuerpo ya había sido robado de la funeraria desde la una de la madrugada, y el funcionario estatal alertaba a la Armada: “Oigan, al que mataron era El Lazca, vengan por él”.
Pero El Lazca ya había desaparecido. Ahí nacía la noticia del golpe más espectacular del sexenio contra el narcotráfico. Obra total de la casualidad, tanto en su ejecución como en su conocimiento.
NOTAS INDISCRETAS… Al asesino de José Eduardo Moreira lo capturó la delegación de la PGR en Coahuila el 3 de agosto de este año. Rodolfo Sifuentes Cadena El Shaggy, quien disparó contra Moreira, fue detenido en esa fecha y acusado de delitos contra la salud, posesión de drogas y portación de arma de uso exclusivo del Ejército bajo la Causa Penal 153/2012-II, ante el Juzgado Tercero de Distrito en el Estado de Coahuila. Bajo esos cargos se le envío al Cefereso 2 de Puente Grande, Jalisco, y ya estando preso, el Juez Séptimo de Distrito en Jalisco decide, en un extraño fallo, reclasificar el delito contra la salud a una posesión simple, al decir que la droga que portaba no era para comercio, por lo que le otorga la libertad provisional bajo caución el 12 de agosto de 2012. Así fue como el asesino del joven Moreira salió libre y regresó a Coahuila en la total impunidad. La PGR impugnó la decisión del juez y apeló ante el Tribunal Unitario del Octavo Circuito en Torreón y el 10 de septiembre se le giró orden de reaprehensión, ésta no se cumplió hasta la fecha y Sifuentes Cadena, El Shaggy, tuvo la libertad para dispararle por la espalda y en la cabeza a José Eduardo Moreira, asesinándolo a sangre fría a sus 25 años. ¿Es esa es la justicia que ahora promete esclarecer este y muchos otros crímenes de miles de mexicanos que siguen en la impunidad?.. Los dados se desaniman. Serpiente.
Comentarios