Incomprensible querer destruir el futuro de una nación

Guillermo Fabela


Continuar por el mismo camino seguido hace tres décadas en materia económica sería un grave error, de conformidad con un análisis del Fondo Monetario Internacional (FMI), incluido en el documento “Panorama de la economía mundial”. En éste se indica que el ingreso por habitante en nuestro país, de 2006 a 2012 registró la menor tasa de crecimiento en 25 años, con un promedio de 2.41 por ciento, apenas la mitad del registrado en el resto de América Latina.

 En el último sexenio, el PIB por habitante, medido en dólares con paridad de poder de compra, creció 14.4 por ciento, en tanto que durante el sexenio anterior fue de 22.9 por ciento, una tasa promedio anual de 3.8 por ciento. Con todo, según el FMI, la aportación de México a la economía mundial retrocedió en los últimos doce años, mientras que la de China se duplicó.

De ahí el imperativo de acelerar la capacidad productiva del país, lo que no habrá de suceder con la aprobación de las llamadas “reformas estructurales”, sino con un firme impulso al mercado interno, que sólo podrá lograrse incentivando el poder de compra de los asalariados, no reduciéndolo aún más.

     
Según la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), es muy alto el costo que la violencia tiene para los mexicanos. Estimó que representa 1.38 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). “Son 212 mil millones de pesos que pueden destinarse a solventar otras necesidades urgentes de nuestro país, como el combate a la pobreza, la inversión en infraestructura o el impulso a la calidad educativa”, puntualizó el presidente del organismo, Alberto Espinosa.

Demandó más medidas preventivas del delito, pero al mismo tiempo se refirió al imperativo de aprobar las reformas laboral,  hacendaria y  energética. En ello hay una gran contradicción, pues no será con más pobreza y bajas tasas de crecimiento real como se podría reducir el grave flagelo, como sería el caso de aprobarse la reforma laboral tal como la quiere la cúpula empresarial.

Es preciso que la oligarquía entienda que saldrá ganando más en la medida que todos los mexicanos disfrutemos de mejores condiciones de vida y se ponga fin a la mediocridad que caracteriza al país en materia económica y social. Sin embargo, en vez de actuar con un mínimo sentido de solidaridad con el país, la elite oligárquica parece empeñada en acabar con la nación, pues no otra cosa habrá de suceder de continuar por la misma ruta seguida hace tres décadas.

Si ahora les parece alto el costo de la violencia a los miembros de la Coparmex, de continuar como vamos no habría dinero que alcanzara para solventar sus consecuencias. Esto necesariamente habría de suceder de aferrarse la oligarquía en sacar adelante las mentadas “reformas estructurales”, pues no pasaría mucho tiempo para que México quedara desmantelado, con una dramática descomposición del tejido social como jamás se ha visto, y un caos económico peor que el que están sufriendo varios países de la Eurozona.

Cabe preguntar a los jerarcas del empresariado nacional: ¿qué sentido tiene empeñarse en aumentar sus tasas de ganancias si a cambio van a tener que abandonar sus negocios y emigrar a otras naciones, ya que aquí les sería imposible continuar trabajando? ¿Por qué tanta saña contra el pueblo, cuando ha demostrado una gran capacidad de aguante y entrega a la nación? ¿Por qué se quiere a toda costa empobrecer más a la sociedad y acabar con los recursos del país?

Esto es lo que han hecho con Pemex, desmantelarla aceleradamente, al grado de que en el periodo de 2007 a 2012, acumula pérdidas netas por más de 365 mil millones de pesos. Este año, la paraestatal pagó 634 mil 239.2 millones de pesos en impuestos y otros gravámenes, cantidad 13.6 por ciento superior a la devengada entre enero y agosto de 2011, de acuerdo con el informe financiero enviado a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).

 Es también lo que ha ocurrido con la generación de energía eléctrica. A  la fecha, la Comisión Federal de Electricidad adquiere de productores independientes (sobre todo españoles), 48.5 por ciento de la generación bruta de energía, según el Informe de la paraestatal correspondiente a 2011. Sus pasivos han ido al alza durante la presente administración, pues de 386 mil 600 millones de pesos que tenía en 2007, pasó a 849 mil 467 millones de pesos, un incremento de 120 por ciento.

Así no hay país que aguante, camina directamente a la quiebra. Más aún si los beneficios de tal devastación se realizan a costa del empobrecimiento generalizado de la sociedad, como así lo quiere la elite empresarial. Es una necedad incomprensible querer destruir el futuro de una nación para acumular una riqueza que no se va a poder disfrutar. No se entiende tal egoísmo.

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