Lo que quieren René y Dolores es quedarse con la dirigencia del partido, no necesariamente irse a Morena.
Jorge Fernández Menéndez
Quedan bastante claras cuáles serán las líneas sobre las que trabajarán el PRI y el PAN en torno a la reforma laboral. El tricolor quiere sacar la reforma como se aprobó en la Cámara de Diputados: una reforma que modifica el mercado del trabajo, pero que no entra en estos momentos en temas como la democracia sindical o las cuotas de los trabajadores.
Las razones que animan al priismo son muy concretas: el presidente electo, Enrique Peña Nieto, no quiere iniciar su sexenio con un conflicto entre sus propias huestes sindicales. Pero hay algo más importante en el fondo: como ha dicho desde que llegó a Europa (también lo había hecho en su gira por América Latina), Peña Nieto ha insistido en que su prioridad será la reforma energética. Nada detonará más el crecimiento y la economía que una apertura en ese sector, es la verdadera reforma estratégica que se plantea en su administración. Y la misma no puede avanzar o tendrá muchas más dificultades, si no tiene el respaldo del quien sería el más afectado por una reforma, que incluya el tema de la democracia sindical y los recursos: el sindicato petrolero. No creo que el priismo se mueva, por lo tanto, de su posición. Es demasiado alta la apuesta que ya ha colocado sobre la mesa.
En el PAN tampoco se moverán de la suya. Quieren la misma reforma que salió de San Lázaro, pero incluyendo el tema de la democracia sindical. El PAN ha insistido tanto con este tema, primero, porque está en sus documentos básicos desde siempre; segundo, porque es un tema que les permite configurar su perfil de futuro en la oposición; tercero, porque obliga al PRI a establecer cuáles serán sus parámetros de negociación en el futuro con el PAN; cuarto, porque deja en claro una idea que no parece haberse aún impuesto en el análisis y la clase política: este tipo de decisiones ya ni le van ni le vienen al gobierno de Felipe Calderón, sino son algunas de las grandes reformas que delimitarán el éxito o no de la administración de Peña Nieto; quinto, y aunque no se ha dicho, porque el PAN se sintió lastimado por modificaciones que se hicieron en el tema de outsoursing en la Cámara baja, que estaban fuera de los acuerdos alcanzados y que sienten que se les impusieron: quieren responder. En su lógica simplemente no tienen por qué moverse de sus demandas. ¿Que no saldrá la reforma, que se irá a la congeladora? No tiene por qué ser así: el PRI puede sacarla o no en la Cámara de Diputados. Sólo tiene que decidir si asume o no los costos y qué tipo de reforma quieren sacar adelante. Esa es la apuesta del panismo: colocarse en ese tema en una posición más liberal que la del PRI.
El que tiene las cosas mucho más difíciles es el PRD. Para sacar adelante el tema de la democracia sindical en el Senado se requieren todos los votos del PAN, del PRD, del PT y de Movimiento Ciudadano. Sin ellos, la reforma se queda como está. A diferencia del PAN, el PRD y sus aliados no sólo quieren incluir en la reforma los temas sindicales, quieren echar para atrás toda la minuta. Así lo hicieron en San Lázaro y el efecto fue exactamente el contrario que supuestamente deseaban: al tomar la tribuna y luego abandonar el salón de sesiones, dejaron el terreno libre a la iniciativa acordada en comisiones. Algunos dicen que ese fue el resultado de una negociación que estableció René Bejarano con el PRI. ¿Por qué no repetirla en el Senado, donde la vicecoordinadora del grupo parlamentario del PRD es Dolores Padierna, la esposa de René?
Por lo pronto, Dolores es la que más ha insistido en que ellos se opondrán a toda la reforma y algunos de sus grupos ya amenazan con tomas y bloqueos en el Senado. Además, de que no todos los sindicatos de la UNT están de acuerdo con las reformas en el tema de democracia sindical.
Al coordinador de los perredistas en la Cámara alta, Miguel Barbosa, le puede suceder lo mismo que a Silvano Aureoles en la baja: que una parte de su bancada tenga sus respectivos acuerdos, que juegue sus cartas, y terminen con sus acciones al dejar pasar la reforma impulsada por el PRI. Mientras tanto, la actual dirigencia del PRD (que tendría que haberse dado cuenta ya de que lo que quieren René y Dolores es quedarse con la dirigencia del partido, no necesariamente irse a Morena) tendría que confirmarse mucho más a sí misma como tal. Y eso, sólo se puede hacer con una mirada hacia el futuro y abandonando, en el sentido que quieran, la estrategia del no.
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