miércoles, septiembre 05, 2012

¿Vuelve la prepotencia?

Salvador García Soto

El primer acto público de Enrique Peña Nieto como presidente electo dio una idea de lo que puede venir en el próximo sexenio. Decenas de guardias de seguridad, algunos del Estado Mayor Presidencial y otros de la seguridad del mandatario electo, cercaron los accesos al Hotel Hyatt, en Polanco, para aislar el evento. La presencia de seis jóvenes del movimiento #YoSoy132, que protestaban con pancartas, provocó tal despliegue de seguridad, que aquello parecía zona blindada.

La presencia de esa media docena de jóvenes, vista como amenaza, provocó que sellaran con vallas de seguridad el acceso y al menos 20 guardias se apostaran para impedir el paso a cualquier persona al hotel. Así, aislada, comenzaba la primera actividad pública del próximo presidente. Adentro, Peña Nieto daba a conocer los nombres de su equipo de transición; afuera, la excesiva seguridad y el aislamiento de la protesta (“ni los veo ni los oigo”) eran una primera estampa del que será el próximo gobierno.

Felipe Calderón tuvo que iniciar su gobierno blindado y aislado por excesivos dispositivos de seguridad. Al inicio fue por la persecución de las huestes lopezobradoristas, a las que se buscaba aislar en sus protestas; luego, con la guerra contra el narcotráfico, vinieron las amenazas y los riesgos de seguridad para el Presidente que lo hicieron transcurrir su sexenio como un mandatario aislado del contacto con la gente, que sólo se acercaba a los auditorios en eventos de acceso controlado. ¿Así será también el sexenio de Peña Nieto?

Tal vez con Calderón era entendible el temor y la inseguridad, porque finalmente llegó al poder por una elección manchada por la duda, pero si Enrique Peña y los peñistas sostienen que su triunfo con cinco millones de votos de diferencia fue legítimo ¿por qué tanto miedo y tanta sobrerreacción a la protesta de seis jóvenes que lo más que hicieron fue vociferar sobre la banqueta del hotel donde se llevaría a cabo el evento?

Cuando presentó, el 21 de mayo pasado, en campaña, su decálogo de compromisos “Por una Presidencia democrática”, el hoy presidente electo se comprometió en sus dos primeros puntos:

1. Libertad de manifestación. El ejercicio de la libertad de reunión y manifestación es pilar de nuestra cultura democrática. Como presidente de la República protegeré el ejercicio de este derecho en todos los espacios públicos del territorio nacional y fomentaré una cultura de respeto y tolerancia a todas las expresiones políticas.

2. Libertad de expresión. Como presidente de la República seré garante de la libertad de expresión. Las críticas al presidente de la República, en todos sus estilos y formatos, serán escuchadas, respetadas y tomadas en cuenta. En una Presidencia democrática no caben ni la violencia en contra de periodistas, ni la censura.

Ayer la reacción de prepotencia hacia una pequeña manifestación no hablaba ni de respeto ni tolerancia a ese derecho de manifestación. Y a este columnista, invitado al evento por la oficina de David López, ayer presentado como director de Comunicación Social del presidente electo, los guardias de seguridad lo sacaron a empujones cuando ya había pasado a la entrada del hotel. Un guardia de seguridad dio la orden: “¡Sáquenlo!”, y literalmente a empellones fui echado del primer evento del presidente electo. “En una Presidencia democrática no caben ni la violencia en contra de periodistas ni la censura”, dijo Peña Nieto. ¿Así lo va a cumplir una vez que esté en el gobierno?

NOTAS INDISCRETAS… Marcelo Ebrard está dispuesto a sacarle provecho a su nueva plataforma internacional, la Red Mundial de Ciudades Seguras, de la que fue nombrado presidente. Porque después de diciembre Ebrard se queda sin una posición que le permita apuntalar su proyecto hacia 2018. Ayer desde Nápoles, el jefe de Gobierno, propuso en una reunión con alcaldes de todo el planeta revisar la arquitectura institucional que rige al mundo para dar más prominencia a las autoridades locales. Por cierto que desde la ciudad que fue sede de mafias italianas, Ebrard hizo su deslinde político de López Obrador al decir que aunque no comparte el fallo del Tribunal, “como autoridad estoy obligado a respetarlo”… Los dados mandaron Serpiente. Mala señal.

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