Tres diputados, tres asesinatos

Jorge Fernández Menéndez

Quizás estemos ante una serie de casualidades, pero en política las casualidades deben leerse de otra forma, cuentan. El asesinato de tres diputados locales, los tres reconocidos en sus comunidades, en tres importantes estados de la República, no puede pasar desapercibido. Hace una semana fue secuestrado y asesinado en Nuevo León el diputado panista Hernán Belden. Unos días después fue asesinado, pero en Ciudad Obregón, Sonora, otro empresario metido a político, pero éste en el PRI, Eduardo Castro Luque. Y el domingo, el priista y diputado local por Nezahualcóyotl, Jaime Serrano Cedillo.

Se podrá argumentar que se trata de casos diferentes, pero la verdad es que en todos ellos parecen estar escondidos procesos no siempre muy claros. Jaime Serrano Cedillo, asesinado el domingo de una puñalada en el pecho, se dice que fue víctima de la delincuencia común, de un hombre que intentó robarle cuando se dirigía, afirman, a comprar el periódico. Puede ser verdad, pero lo cierto es que Serrano Cedillo fue uno de los más importantes operadores del gobierno del Estado de México, tanto de Enrique Peña Nieto como de Eruviel Ávila, en Neza y en los municipios del oriente de la Ciudad de México. Fue subsecretario de Desarrollo Social y secretario de Gobierno para el Valle de México; había dejado el gobierno local para ser diputado estatal y fue asesinado cuando Neza está sufriendo un crecimiento importante de la violencia y la inseguridad, y cuando ese municipio fue desde donde se propagó, en días pasados, la ola de rumores y la sicosis colectiva que, pese a que hay desde el viernes de la semana pasada tres personas detenidas, nunca ha sido aclarada por las autoridades. Que uno de los personajes más influyentes en ese ámbito local haya sido asesinado en pleno día, en la calle, de una puñalada, puede ser verdad, pero por lo menos tendría que ahondarse seriamente en las investigaciones sobre por qué fue asesinado y quién es el verdadero responsable.

En el caso de Belden, éste acababa de dejar de ser diputado local y su secuestro y muerte estuvieron rodeados de muchos hechos extraños. Fue el alcalde de San Pedro Garza García, Mauricio Fernández Garza, quien difundió, muy poco después de los hechos, que Belden había sido secuestrado. Según el alcalde, hablaba por teléfono con el ex diputado panista y Belden repentinamente le dijo: “Me están secuestrando”, antes de que la comunicación se cortara. Su cuerpo apareció unos días más tarde, pero había sido asesinado muy poco después de ser levantado. Mauricio atribuyó el asesinato al cártel de Los Zetas, pero no dio mayor información. Ayer estaba citado a declarar ante la Procuraduría del estado.

Belden, empresario y especializado en temas económicos, se aprestaba a ocupar la Secretaría de Economía del municipio de Monterrey, que encabezará la panista Margarita Arellanes a partir del 1 de noviembre, cuando entre en funciones. Se le identificaba como parte del grupo político de Fernando Larrazabal.

Un día antes de su secuestro, también fue levantado y asesinado otro ex funcionario de la alcaldía de Monterrey, David Villarreal.

En el caso de Eduardo Castro Luque, no hay indicios serios sobre lo ocurrido. El también empresario, recientemente involucrado en la política, era dueño de un equipo de béisbol, los Yaquis, y fue asesinado luego de que había denunciado que la noche anterior habían entrado a su casa sujetos que se robaron sus computadoras personales. No hay mayores indicios. La Procuraduría local, por lo pronto, citó a declarar a su suplente, Manuel Fernández. Castro tendría que haber asumido su cargo de diputado al día siguiente de su asesinato.

Casualidades o no, quizás estemos ante un fenómeno que entrecruza, cada vez más, la violencia política en el ámbito local con el juego de esos actores. Muchas veces hemos dicho que la inseguridad y la violencia tienen un espacio eminentemente local: son bandas y pandillas las que roban, secuestran, extorsionan y matan.

Sostenía el famosísimo legislador estadunidense Tip O’Neill, contemporáneo y amigo de John F. Kennedy y que estuvo 34 años como senador de Massachusetts, que “toda la política es local”. Todo indica que esa misma dimensión local de la delincuencia es la que directa o indirectamente comienza a tomar acciones contra los políticos estatales, sea por complicidad, por rechazarla, como intimidación o como simple consecuencia de la violencia imperante.

El fenómeno está presente desde hace meses, pero cada día parece convertirse más en una constante.

Comentarios