Narcosexenios


Ramón Alberto Garza

Si algún cambio hay que reconocerles a los dos sexenios del cambio panista es el de la transformación de la narcografía mexicana.

Es un cambio convulso, errático y violento. No es necesariamente un buen cambio. Tampoco podemos sentenciar en definitiva que sea malo. 

El tiempo será el que se encargue de responder a la pregunta de si valió o no la pena tanta sangre derramada y tanta tranquilidad secuestrada a cambio de lo que nos hereda el sexenio calderonista.

Para algunos el nuevo mapa de la narcografía nacional es producto de los acomodos naturales. Que se están aniquilando los más débiles y sobreviven los fuertes.

Otros afirman que forma parte de una estrategia bien armada para consolidar el tráfico de las drogas en un solo y confiable cártel: el de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Sea como fuere, no es casual que desde Luis Echeverría y hasta nuestros días cada presidente, cada sexenio, sea del color o del partido que sea, vea nacer y crecer al cártel de sus complacencias.

Echeverría vivió en carne viva el llamado Cártel de Guadalajara. Su cuñado Rubén Zuno Arce –que acaba de fallecer– pagó en una prisión norteamericana el asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar.


En el sexenio de José López Portillo florecieron en Chihuahua los plantíos de amapola y marihuana. Eran los del rancho “El  Búfalo” que custodiaban los soldados del general Juan Arévalo Gardoqui. Se instalaba el Cártel de Juárez.

Con Miguel de la Madrid el cártel de Guadalajara se mudó  a Baja California Norte. Pasó a manos de los Arellano Félix, los creadores y operadores del Cártel de Tijuana.

El sexenio de Carlos Salinas de Gortari creó con el superpolicía Guillermo González Calderoni las condiciones para que emergiera en Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Veracruz, el llamado Cártel del Golfo. 

Ernesto Zedillo entrenó a un cuerpo élite de militares que al ser infiltrados por el narco fueron desintegrados y terminaron contratados por los capos del Golfo. Hoy los conocemos como Los Zetas.

A Vicente Fox le vendieron la idea de que había que consolidar Tijuana, Juárez y El Golfo para negociar con uno solo. Se le escapó “El Chapo” y desde entonces el jefe de jefes del Cártel de Sinaloa cobró la fuerza suficiente para ser enlistado entre los ricos de Forbes. 

Y el de Felipe Calderón acabó convertido en el sexenio que persiguió a Golfos, Zetas, Beltranes Leyva, Barbies,  para terminar de consolidar una supremacía: la de Sinaloa y “El Chapo”.

Por eso es importante asomarse hoy en Reporte Indigo a los mapas que marcan el antes y el después de los seis años de gobierno a punto de fenecer. 

Para ver en vivo y a todo color la herencia de Felipe Calderón y Genaro García Luna. Para tratar de entender el narcoterritorio que les heredan a Enrique Peña Nieto y a su asesor el general Óscar Naranjo.

Curioso que fuera García Luna el que recibiera la controvertida condecoración al mérito del gobierno de Colombia, por indicaciones y con el beneplácito del general Naranjo.

Quizás en el fondo no estemos en la antesala de ver el tan esperado cambio de estrategia de seguridad, prometido en su campaña por Enrique Peña Nieto.

Tal vez solo estemos asistiendo al relevo de un García Luna que desgastado frente a tanta evidencia, acepta que un condecorado colombiano venga a ser el consejero de seguridad para la alternancia. 

Ojalá que no sea la misma víbora, que solo cambió de piel.

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