Raymundo Riva Palacio
Margarita Zavala es el gran activo político del presidente Felipe Calderón. Pero la pregunta hacia adelante es si él lo será para ella, o será el lastre que impida que pueda reiniciar una carrera política promisoria.
Para un político malhumorado, descortés y grosero incluso como es Calderón, Margarita Zavala es quien siempre, tiempo antes que fuera Presidente, recogía sus platos rotos e iba detrás de él para poner bálsamo en las heridas y reconstruir los puentes dinamitados. Nunca fue un acto de subordinación, sino la visión de quien ve en el consenso el arte de la política, que de paso sirvió para compensar y neutralizar los embistes de su marido.
Fue su influencia en el PAN -donde es consejera nacional desde 1993-, lo que ayudó a evitar un quiebre interno cuando se disputaba la presidencia del partido en diciembre de 2010 y Calderón mandó señales contradictorias a los militantes –apoyaría a Roberto Gil en contra de Gustavo Madero primero, luego que no intervendría en el proceso, y en el último momento presionar a los consejeros para que votaran por Gil-. Fue ella también quien una vez que en el final de la campaña presidencial la relación entre Calderón y la candidata Josefina Vázquez Mota estaba prácticamente rota, la acompañó a sus últimos actos proselitistas.
La mano tosca de Felipe Calderón siempre tuvo la mano suave de Margarita Zavala. Las malas caras de él, los disipó la enorme sonrisa de ella. Margarita es la versión amable de Felipe, pero al mismo tiempo, tiene vida propia como política –es la primera dama en la historia de México que tuvo puestos de elección popular previamente-, y una trayectoria larga que comenzó a los cinco años –hace 40- al participar en un concurso de oratoria en el Colegio Asunción, en ese entonces de monjas, que se convirtió en el segundo hogar de la familia, donde dio clases y estudian sus tres hijos.
En su sangre corre no sólo la política, sino un antipriismo que, como en las viejas familias de prosapia en el PAN, es casi hereditario. La historia de una familia de abogados con siete hijos e hijas, la comenzó a escribir Mercedes, la madre, cuando como estudiante en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en los 60s, se publicó un desplegado en la prensa local a favor del arquetipo del cacicazgo mexicano, Gonzalo N. Santos, a la sazón gobernador, donde aparecía su nombre en los abajo firmantes. Indignada protestó y se tuvo que publicar una rectificación donde decía que –como muchos otros que no tuvieron el valor de hacer lo que ella sí-, no había suscrito ese desplegado.
Margarita Zavala se afilió al PAN a los 21 años, justo para participar voluntariamente en la campaña presidencial de Manuel Clouthier en 1988, que galvanizó a la oposición conservadora en el país y sentó las bases para una marcha hacia la conquista del poder. Clouthier, de cuya familia hoy es cercana, detonó cursos de adoctrinamiento para las juventudes panistas, en donde se inscribió Margarita y por lo que conoció a Felipe Calderón. Dos veces fueron novios y finalmente se casaron en 1993.
Diez años después, Margarita Zavala reconoció en una entrevista en el semanario Vértigo que las decisiones correctas de su vida fueron su carrera de abogada (egresada de la Escuela Libre de Derecho), con quién se casó, y el partido en el que milita. Con quién se casó ha sido lo único, sin embargo, que ha sido como la variable que siempre se le ha movido. Inclusive en la vida privada.
Los Zavala son una familia que le gusta el futbol americano y que pasaban los domingos viendo la temporada de Futbol Americano profesional (Margarita es aficionada desde entonces a los Acereros de Pittsburgh), que es un deporte que nunca le entró a Felipe Calderón, quien se pasaba las horas en la parte alejada de la sala de televisión. Lo suyo era el futbol soccer, no realmente el Morelia de su natal Michoacán, sino el Pachuca, donde juegan los hijos de la pareja presidencial.
La autonomía era integral, por lo que cuando Carlos Castillo Peraza, como presidente del PAN, le dijo a su secretario general y pupilo Felipe Calderón, que había incorporad a su esposa al equipo de trabajo, no hubo sorpresas. Fue directora jurídica del Comité Ejecutivo Nacional –previamente había trabajo en dos bufetes de abogados- y secretaria nacional de Promoción Básica de la Mujer, que es un tema que ha sido parte esencial de su vida pública. Cuando su esposo estudió la maestría en Harvard hace casi 10 años, tomó cursos de especialización en la misma institución.
Aunque nunca ha dejado de trabajar en ese campo –desde el PAN enviaba regularmente a mujeres a viajes para que vieran las políticas públicas sobre género-, su estadía de un año en Harvard fue el primer alto en su carrera, en respaldo de su esposo. El segundo, cuando fue electo Presidente y ella, con todo el equipaje político en su espalda, dio un paso atrás de la vida pública, la puso a descansar durante un sexenio, y lo apoyó incondicionalmente.
Margarita Zavala se convirtió en estos seis años en quizás la primera dama más respetada, por la combinación de inteligente, discreta y simpática, que ha tenido México, y como fue activo del Presidente, es un activo del partido. No son pocos quienes lamentan que ella no hubiera podido ser candidata a la Presidencia –los fuertes obstáculos de la cultura política lo impedían-, pero son muchos quienes después de concluido el sexenio, la ven de regreso formal en la política.
La señora Zavala, que ha sido dos veces diputada (local y federal), no se perfila para un puesto de elección popular en las elecciones intermedias de 2015. “Serán ella y Josefina quienes podrán disputarse el liderazgo del partido”, confió uno de los panistas más influyentes y conocedores. La afirmación encierra la realidad actual del partido, tras la debacle en las elecciones pasadas, que los ha llevado a una crisis no sólo de liderazgo, sino de identidad. Vázquez Mota pudo haber sido la líder natural, pero desapareció tras la derrota presidencial durante dos meses y el grupo político que podría haberse fortalecido en torno a ella, se reagrupó en distintas corrientes. Zavala se irá con su esposo a Harvard, donde él dará clases, pero se cree que al menos dos veces al mes viajará a México para participar en reuniones de partido.
Terminado el ciclo político de Felipe Calderón, el turno, por méritos propios, es el de Margarita Zavala. Sólo hay una duda entre quienes conocen al PAN, y es si el anticalderonismo creciente en el partido se convertirá en un lastre para ella. Hasta ahora no lo ha sido, pero su esposo continúa en la Presidencia. Después del primero de diciembre en que deje Los Pinos, las reglas del juego cambiarán al dejar de ser el PAN el partido en el poder y Margarita retomará la vida pública para la que se ha preparado, y donde verá si el peso del ex presidente no le modificó el futuro.
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