La "mcdonalización" del empleo


Ricardo Monreal Ávila

La iniciativa preferente de reforma laboral de Felipe Calderón (en realidad, una daga florentina para cercenar derechos centenarios en materia laboral y de seguridad social de los trabajadores), al menos venía envuelta en un celofán de transparencia y con un moñito democrático: se exigía que los dirigentes sindicales rindieran cuentas de sus cuotas y democratizaran sus procesos de elección y representación.

Pues bien, el PRI le quitó el celofán y sus aliados el moñito, y lo que se busca aprobar esta misma semana es únicamente el puñal rococó con el que PRI y PAN habrán de desollar y descuartizar el artículo 123 constitucional, que durante casi un siglo rigió las relaciones obrero-patronales en el país.

La reforma “estructural” que buscan imponer priistas y panistas (el PRIAN) abrirá una nueva etapa del trabajo en México: la mcdonalización del empleo.

Se le conoce como “empleos McDonald” a los trabajos por hora, sin prestaciones o con un mínimo de ellas, sin seguridad social, sin contratos laborales y de carácter eventual. Generalmente son plazas ocupadas por jóvenes que se inician en el mercado laboral, cuya actividad principal es estudiar o ayudar en su casa y, de esta forma, obtienen un ingreso complementario.

El pago es por hora y las mínimas que pueden trabajar son 16 a la semana. La permanencia en el empleo va de 9 meses a un año y el número de puestos a los que pueden aspirar dentro de un restaurante de la cadena son seis, todos con diferentes responsabilidades y sueldos. Por supuesto, no se permiten los sindicatos y sus empleados son denominados “asociados”, a fin de no crear algún tipo de vínculo laboral, fiscal o económico, más allá del estrictamente salarial.

Pues bien, este modelo de empleo, sobre el que descansa la industria de la llamada “comida rápida” o chatarra, es el que se busca promover y generalizar ahora en el país, olvidando que la mcdonalización del empleo es el efecto, no la causa, de condiciones estructurales de competitividad y productividad que no presenta la economía mexicana, por un lado; y el detonador de buena parte de la crisis económica y de pensiones que actualmente viven los países que hace tres décadas flexibilizaron sus estructuras laborales, por el otro.

El pago por horas es propio de economías con dos características clave: procesos productivos altamente tecnificados y mano de obra altamente calificada. Ninguna de las dos presenta la economía mexicana de manera dominante, ya que la alta tecnificación y alta capacitación laboral solo se ha desarrollado de manera aislada, en ramas y sectores focalizados.

El perfil dominante de nuestra economía es el de la precariedad en casi todos los órdenes (tecnológica, laboral, educativa, salarial, de seguridad social), lo cual se refleja en su estructura laboral desigual y con ingresos persistentemente a la baja (la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores ha sido de 75% en los últimos 20 años). La precariedad es de tal magnitud que, de acuerdo con el INEGI, hoy gana más por hora un vendedor ambulante ($28.26 pesos) que un empleado formal del sector público ($22.73) o del sector industrial privado ($21.34). Por eso cada vez hay más maestros en el ambulantaje, doctores empleándose como taxistas y policías en la delincuencia organizada.

Al instituir el pago por hora, el primer efecto de la reforma laboral del PRIAN será reducir a la mitad el ingreso de los futuros trabajadores formales. De ser aprobada, habrá una explosión del trabajo informal en las calles del país, un repunte en la emigración ilegal y, sobre todo, el engrosamiento del ejército de reserva de la delincuencia. Si ya existe todo esto, con la reforma laboral “estructural” se redoblarán esas tendencias.

Qué malos capitalistas son los legisladores del PRIAN. Primero promovieron la changarrización del comercio y hoy buscan la mcdonalización del empleo. Con ello enfilan al país a la chatarrización económica.

A estos legisladores se les olvida que en la pobreza no hay desarrollo posible. Henry Ford, hace más de cien años, explicaba muy bien la norma de oro del capitalismo liberal: “Hay una regla para los empresarios, que es: producir la más alta calidad posible al menor costo posible, pagando los salarios más altos posibles”. El capitalismo del PRIAN (un capitalismo salvaje: de compadres, cuates o cómplices) hace exactamente lo contrario: produce con la peor calidad posible, a los precios más altos posibles y con los salarios más bajos del Continente Americano (solo superados por Haití). Peor, imposible. A estos legisladores, Henry Ford ya los hubiera corrido del Congreso. Y que conste que uno de los spots del PRI en la campaña presidencial fue, “vas a ganar más por tu trabajo”, así como hace seis años lo fue “La Presidencia del empleo”. ¿A qué le suena esto?

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