Calderón: oda; México: joda
Mercado laboral: en el hoyo
Carlos Fernández-Vega / México SA
A golpe de micrófono y generosa pauta publicitaria, el autodenominado cuan fallido presidente del empleo jura, y perjura, que cumplió con ese compromiso de campaña, al tiempo que presume resultados favorables, pues desde enero de 2007 se han registrado más de 2 millones 240 mil empleos nuevos netos en el Seguro Social; estamos hablando del segundo periodo más alto de generación de empleo que se tenga registro en el país, y del doble de empleos que los que se crearon en la administración anterior. Por si fuera, poco, la tasa de desempleo en México es una de las más bajas de todos los países de la OCDE.
Sin diferencia alguna con los cinco previos, el sexto Informe de gobierno del inquilino de Los Pinos fue una verdadera oda a sus logros y triunfos sexenales, por mucho que lo único registrado por los mexicanos fue la joda que les propinó el susodicho a lo largo de su estancia en la residencia oficial. En su auto panegírico, Calderón subrayó que la economía nacional “está en crecimiento y genera más de 700 mil empleos formales al año… sin estabilidad económica no hay crecimiento, y sin crecimiento no hay empleos”. Con él a cargo de la tienda, dijo, México ha cambiado y ha cambiado para bien.
Qué modestia, pero de entrada, si fuera cierto que durante su sexenio la economía mexicana generó 700 mil empleos formales por año, a estas alturas la estadística del IMSS reconocería más de 18 millones de trabajadores registrados y con derechos de ley, y no los 15.9 millones (con todo y eventuales) que oficialmente se encuentran inscritos en tal instituto hasta agosto pasado. Si fuera cierto, pues, a estas alturas se habrían generado 4 millones 200 mil empleos formales, y no el millón 925 mil que en realidad documentan las cifras del propio gobierno calderonista, o lo que es lo mismo, 2.2 veces menos que los presumidos en la oda de gobierno.
Y aun si fuera cierto –que no lo es– aquello de 700 mil empleos formales por año de estancia en Los Pinos (el promedio real es de 279 mil), a estas alturas se registraría un déficit sexenal (sólo en el de Calderón) de 2 millones 260 mil plazas laborales en el sector formal. De hecho, si se suman los trabajadores registrados en el IMSS, los inscritos en el Issste y los anotados en organismos conexos, entonces oficialmente en el sector formal de la economía sólo laboraría uno de cada de cada tres mexicanos en edad y condición productiva. El 66 por ciento restante (los otros dos de cada tres) obligadamente fueron remitidos a la informalidad abierta, a la encubierta (empresas formales con trabajadores informales) y a la desocupación. El balance resulta espeluznante, pero tiende a empeorar, pues la guadaña de la reforma laboral pende sobre la cabeza de los trabajadores aún registrados en la economía formal. Lo mejor del caso es que en su oda el susodicho afirma que con él en Los Pinos México ha cambiado y ha cambiado para bien, amén que la economía mexicana es fuerte, está en crecimiento y genera empleo.
Pero más allá de su perenne cuan infructuoso combate a la realidad, cuando Calderón se instaló en Los Pinos la población económicamente activa en el país sumaba 44 millones 447 mil personas; seis años después se había incrementado a 50 millones 906 mil. En el periodo, 6 millones 459 mil mexicanos intentaron incorporarse al mercado laboral en el sector formal de la economía. Sólo un millón 925 mil lograron su objetivo, así fuera de manera eventual; los 4 millones 534 mil restantes atendieron sus urgencias como pudieron, y alrededor de un millón de ellos de plano no pudieron e irremediablemente engrosaron el de por sí grueso ejército de desempleados.
La oda, pues, en realidad es joda. De hecho, en su Informe Calderón presume que de enero de 2007 a la fecha se crearon 2 millones 240 mil empleos formales. Sin embargo, olvidó incluir su primer mes en Los Pinos (diciembre de 2006), cuando el registro oficial documenta la cancelación de 315 mil empleos formales. Así, la cuenta oficial es de un millón 925 mil plazas laborales, y no el monto citado en su show faraónico del pasado lunes.
Las cifras son aburridas, engorrosas, pero documentan la notoria diferencia entre la oda y la joda. ¿Qué sucedió en el maravilloso y mágico sexenio del presidente del empleo? La estadística oficial aporta lo siguiente: la tasa de desocupación abierta en el país se incrementó 40 por ciento (de 3.58 por ciento en noviembre de 2006 a julio de 2012, es decir, alrededor de un millón adicional); la subocupación aumentó 27 por ciento; la ocupación en el sector informal creció 46 por ciento más (2 millones 811 405) que el empleo en el sector formal (un millón 925 mil 344, de los 30 por ciento son eventuales); la proporción de mexicanos con ingresos de cero a tres salarios mínimos aumentó de 53.15 a 59.11 por ciento de la población ocupada, mientras la de aquellos con más de cinco salarios mínimos se redujo de 12.1 a 7.8 por ciento.
Lo anterior, ni lejanamente, sustenta el contenido de la oda calderonista, pero sí documenta la joda que el régimen le propinó a la mayoría de los mexicanos. Y allí viene la reforma laboral, con la legalización del outsourcing, aunque éste ya es práctica común en no pocos sectores de la economía formal. Un ejemplo claro se encuentra en el sector financiero: de acuerdo con cifras oficiales, el conjunto de bancos que opera en México (mayoritariamente extranjero) cuenta con cerca de 165 mil trabajadores, de los que 36 por ciento están fuera de la nómina de los propios bancos y se contratan por medio de una prestadora de servicios especializada en desaparecer prestaciones de ley. Un caso emblemático de lo aporta la trasnacional española BBVA, dueña de Bancomer, institución en la que laboran alrededor de 27 mil 115 trabajadores; de este total, sólo uno (es de suponer que se trata del director general) está en la nómina del banco, mientras los 27 mil 114 restantes están contratados por una prestadora de servicios, bajo la modalidad del outsourcing. Bajo el mismo esquema funciona Banco Azteca, propiedad del siempre generoso y socialmente responsable Ricardo Salinas Pliego: de 18 mil 192 trabajadores reconocidos por ese consorcio, el 100 por ciento está subcontratado por una prestadora de servicios.
Así es como cumplió el presidente del empleo (la oda) y de ese tamaño es la realidad en el mercado laboral (la joda).
Las rebanadas del pastel
Para documentar aún más nuestro optimismo (Monsi dixit), el Inegi informó que en 2010 se registraron 5 mil 12 suicidios en México; de ese total, 29.6 por ciento correspondió a personas que se encontraban desempleadas.
Mercado laboral: en el hoyo
Carlos Fernández-Vega / México SA
A golpe de micrófono y generosa pauta publicitaria, el autodenominado cuan fallido presidente del empleo jura, y perjura, que cumplió con ese compromiso de campaña, al tiempo que presume resultados favorables, pues desde enero de 2007 se han registrado más de 2 millones 240 mil empleos nuevos netos en el Seguro Social; estamos hablando del segundo periodo más alto de generación de empleo que se tenga registro en el país, y del doble de empleos que los que se crearon en la administración anterior. Por si fuera, poco, la tasa de desempleo en México es una de las más bajas de todos los países de la OCDE.
Sin diferencia alguna con los cinco previos, el sexto Informe de gobierno del inquilino de Los Pinos fue una verdadera oda a sus logros y triunfos sexenales, por mucho que lo único registrado por los mexicanos fue la joda que les propinó el susodicho a lo largo de su estancia en la residencia oficial. En su auto panegírico, Calderón subrayó que la economía nacional “está en crecimiento y genera más de 700 mil empleos formales al año… sin estabilidad económica no hay crecimiento, y sin crecimiento no hay empleos”. Con él a cargo de la tienda, dijo, México ha cambiado y ha cambiado para bien.
Qué modestia, pero de entrada, si fuera cierto que durante su sexenio la economía mexicana generó 700 mil empleos formales por año, a estas alturas la estadística del IMSS reconocería más de 18 millones de trabajadores registrados y con derechos de ley, y no los 15.9 millones (con todo y eventuales) que oficialmente se encuentran inscritos en tal instituto hasta agosto pasado. Si fuera cierto, pues, a estas alturas se habrían generado 4 millones 200 mil empleos formales, y no el millón 925 mil que en realidad documentan las cifras del propio gobierno calderonista, o lo que es lo mismo, 2.2 veces menos que los presumidos en la oda de gobierno.
Y aun si fuera cierto –que no lo es– aquello de 700 mil empleos formales por año de estancia en Los Pinos (el promedio real es de 279 mil), a estas alturas se registraría un déficit sexenal (sólo en el de Calderón) de 2 millones 260 mil plazas laborales en el sector formal. De hecho, si se suman los trabajadores registrados en el IMSS, los inscritos en el Issste y los anotados en organismos conexos, entonces oficialmente en el sector formal de la economía sólo laboraría uno de cada de cada tres mexicanos en edad y condición productiva. El 66 por ciento restante (los otros dos de cada tres) obligadamente fueron remitidos a la informalidad abierta, a la encubierta (empresas formales con trabajadores informales) y a la desocupación. El balance resulta espeluznante, pero tiende a empeorar, pues la guadaña de la reforma laboral pende sobre la cabeza de los trabajadores aún registrados en la economía formal. Lo mejor del caso es que en su oda el susodicho afirma que con él en Los Pinos México ha cambiado y ha cambiado para bien, amén que la economía mexicana es fuerte, está en crecimiento y genera empleo.
Pero más allá de su perenne cuan infructuoso combate a la realidad, cuando Calderón se instaló en Los Pinos la población económicamente activa en el país sumaba 44 millones 447 mil personas; seis años después se había incrementado a 50 millones 906 mil. En el periodo, 6 millones 459 mil mexicanos intentaron incorporarse al mercado laboral en el sector formal de la economía. Sólo un millón 925 mil lograron su objetivo, así fuera de manera eventual; los 4 millones 534 mil restantes atendieron sus urgencias como pudieron, y alrededor de un millón de ellos de plano no pudieron e irremediablemente engrosaron el de por sí grueso ejército de desempleados.
La oda, pues, en realidad es joda. De hecho, en su Informe Calderón presume que de enero de 2007 a la fecha se crearon 2 millones 240 mil empleos formales. Sin embargo, olvidó incluir su primer mes en Los Pinos (diciembre de 2006), cuando el registro oficial documenta la cancelación de 315 mil empleos formales. Así, la cuenta oficial es de un millón 925 mil plazas laborales, y no el monto citado en su show faraónico del pasado lunes.
Las cifras son aburridas, engorrosas, pero documentan la notoria diferencia entre la oda y la joda. ¿Qué sucedió en el maravilloso y mágico sexenio del presidente del empleo? La estadística oficial aporta lo siguiente: la tasa de desocupación abierta en el país se incrementó 40 por ciento (de 3.58 por ciento en noviembre de 2006 a julio de 2012, es decir, alrededor de un millón adicional); la subocupación aumentó 27 por ciento; la ocupación en el sector informal creció 46 por ciento más (2 millones 811 405) que el empleo en el sector formal (un millón 925 mil 344, de los 30 por ciento son eventuales); la proporción de mexicanos con ingresos de cero a tres salarios mínimos aumentó de 53.15 a 59.11 por ciento de la población ocupada, mientras la de aquellos con más de cinco salarios mínimos se redujo de 12.1 a 7.8 por ciento.
Lo anterior, ni lejanamente, sustenta el contenido de la oda calderonista, pero sí documenta la joda que el régimen le propinó a la mayoría de los mexicanos. Y allí viene la reforma laboral, con la legalización del outsourcing, aunque éste ya es práctica común en no pocos sectores de la economía formal. Un ejemplo claro se encuentra en el sector financiero: de acuerdo con cifras oficiales, el conjunto de bancos que opera en México (mayoritariamente extranjero) cuenta con cerca de 165 mil trabajadores, de los que 36 por ciento están fuera de la nómina de los propios bancos y se contratan por medio de una prestadora de servicios especializada en desaparecer prestaciones de ley. Un caso emblemático de lo aporta la trasnacional española BBVA, dueña de Bancomer, institución en la que laboran alrededor de 27 mil 115 trabajadores; de este total, sólo uno (es de suponer que se trata del director general) está en la nómina del banco, mientras los 27 mil 114 restantes están contratados por una prestadora de servicios, bajo la modalidad del outsourcing. Bajo el mismo esquema funciona Banco Azteca, propiedad del siempre generoso y socialmente responsable Ricardo Salinas Pliego: de 18 mil 192 trabajadores reconocidos por ese consorcio, el 100 por ciento está subcontratado por una prestadora de servicios.
Así es como cumplió el presidente del empleo (la oda) y de ese tamaño es la realidad en el mercado laboral (la joda).
Las rebanadas del pastel
Para documentar aún más nuestro optimismo (Monsi dixit), el Inegi informó que en 2010 se registraron 5 mil 12 suicidios en México; de ese total, 29.6 por ciento correspondió a personas que se encontraban desempleadas.
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