Regionalismo y salinismo
Tránsfuga ahumada
2018: Videgaray-Osorio
Julio Hernández López / Astillero
Dos presentaciones, dos: una, correspondiente a un cártel; otra, fue otra. Primero la del equipo que habrá de liderar la transición. Luego la del presunto líder del equipo de acción en el Golfo. Días de designaciones, resignaciones, consignaciones y persignaciones.
Pago de cuotas y reparto de cotos. No todos los nombrados habrán de recibir nombramientos en el gobierno federal venidero, advirtió el concesionario Peña Nieto, pero es evidente que estos primeros trazos muestran la verdadera conformación del poder interno, la preminencia de determinadas corrientes y los intereses privilegiados.
Dos son los ejes de esa nueva construcción sexenal: el excluyente grupismo regional que se nutre del estado de México, específicamente de la camada burocrática que acompañó a Peña Nieto en el gobierno local y que, como demostración de temores e involución, de incapacidad de apertura y regodeo con lo ya probado, es trasplantada sin más; y el salinismo regente, tutorial, que propone relevos generacionales acotados y aguza el control político de visión amplia frente al agazapamiento aldeano del licenciado Peña.
El dinosaurio restaurado se aferra a la matriz mexiquense, y en su máxima concesión a las expectativas de cambio ofrece concesiones familiares y transfuguismo ahumado. En lo alto, las dos piezas de máximo poder subordinado: Luis Videgaray, quien pareciera enfilarse a jefaturar una oficina de la Presidencia de la República, todopoderosa como al jefe Salinas le gustó hacer con el ahora cinematográficamente estelar José Córdoba Montoya (el doctor sombrío, quien aparece como villano central en la película de Colosio estrenada meses atrás) y Miguel Ángel Osorio Chong (parte del grupo de ex gobernadores que pretende hacer del venidero un sexenio de Hidalgo), cuyas funciones parecieran prefigurar una Secretaría de Gobernación con restituido control sobre asuntos de seguridad pública.
Abajo de esos dos coordinadores generales, que desde ahora comenzarán oficialmente a pelear la candidatura presidencial de 2018, tres vicecoordinadores del lado de Videgaray: el neoleonés Ildefonso Guajardo, en política económica (con experiencia y conocimiento como para perfilarse hacia la Secretaría de Hacienda, aunque el vicepresidente ejecutivo Salinas y el secretario de Hacienda a la sombra, Pedro Aspe, probablemente tengan guardada una carta de mayor relevancia y de más fogueo internacional); el joven Emilio Lozoya Austin, en asuntos internacionales (encaminado a la Secretaría de Relaciones Exteriores, hijo del político del mismo nombre), y la sorpresa que no debería ser tanta: Rosario Robles en política social, aparentemente enfilada hacia la Secretaría de Desarrollo Social, que con Salinas fue la base fallida para la creación del partido de la solidaridad.
Robles vendió su alma política a Carlos Salinas en el episodio de los videoescándalos que tuvieron como principal promotor a Carlos Ahumada y ahora tiene un pago que se prefiguraba desde su participación como asesora en asuntos de género en el gobierno mexiquense de EPN. Salinas propone con Robles la repetición de la historia de su propia Sedeso, convirtiendo la electoralmente suculenta bolsa de los programas sociales en refugio de la izquierda pragmática, en plataforma de presuntas iniciativas organizadoras de cambios desde la base que acaban desembocando en los proyectos políticos del engatuzador Carlos, quien gusta rodearse de opositores domesticados como ahora es el caso de la señora Robles.
Osorio Chong solamente tiene dos vicecoordinaciones, menos llamativas: el yucateco Jorge Carlos Ramírez Marín en seguridad y justicia, relacionado con Beatriz Paredes pero tejedor de su propia historia en el ámbito peñanietista, y Luis Enrique Miranda Nava, personaje de gran cercanía con EPN en el estado de México, quien ahora retoma pista como encargado de lo político. Cualquiera pensaría que son mayores el peso, la viabilidad y el futuro de Videgaray, pero no debe desdeñarse el hecho de que Osorio Chong ha sido colocado en el mismo nivel, el de coordinador general, y que en esa intencional lucha interna está depositado el boceto de resolución de la candidatura presidencial de tres colores dentro de seis años. Videgaray lleva tres vicecoordinaciones, un oficial mayor y 20 coordinaciones, mientras Osorio tiene solamente dos vicecoordinaciones y nueve coordinaciones. Pero eso solamente es un espejismo numérico. Son ellos dos en el marco del futurismo, más lo que se acumule.
Visto de otra manera, el paquete de designaciones (dejando de lado a los coordinadores generales y los vicecoordinadores) puede agruparse en dos rubros: el atrincheramiento regional y una miscelánea en la que destacan algunos guiños de Familia. En el primero participan quienes han ocupado cargos en los gobiernos del propio Peña Nieto o provisionalmente con Eruviel Ávila y que forman parte del espíritu de Atlacomulco. Allí destacan Marcela Velasco, Gerardo Ruiz Esparza, Alfonso Navarrete Prida, Osvaldo Santín, Rodrigo Reina, Juan José Guerra, David Korenfeld, Alejandro Murat (aunque también entra en el grupo de las relaciones familiares por su padre, José), Enrique Jacob, Alejandra Lagunes (especialista en programas digitales, enlace con Televisa, encargada del manejo de redes sociales pro EPN) y el ex procurador Alfredo Castillo.
En la sección de apellidos correlacionados: Enrique de la Madrid Cordero (hijo del ex presidente), Carolina Viggiano (esposa del gobernador de Coahuila, Rubén Moreira), Claudia Ruiz Massieu Salinas (hija del asesinado Francisco y sobrina de CSG), María de los Ángeles Fromow (quien fue fiscal para delitos electorales con el general Macedo en la PGR de Fox, hija a su vez de un general), Paloma Guillén Vicente (tamaulipeca hermana del subcomandante Marcos, con carrera política propia), y Eugenio Ímaz Gispert, hermano de Carlos, esposo de Claudia Sheinbaum.
¡Ah, del otro asunto: detuvieron a Mario Cárdenas Guillén, uno de los presuntos líderes del cártel del Golfo! ¡Hasta mañana!
Tránsfuga ahumada
2018: Videgaray-Osorio
Julio Hernández López / Astillero
Dos presentaciones, dos: una, correspondiente a un cártel; otra, fue otra. Primero la del equipo que habrá de liderar la transición. Luego la del presunto líder del equipo de acción en el Golfo. Días de designaciones, resignaciones, consignaciones y persignaciones.
Pago de cuotas y reparto de cotos. No todos los nombrados habrán de recibir nombramientos en el gobierno federal venidero, advirtió el concesionario Peña Nieto, pero es evidente que estos primeros trazos muestran la verdadera conformación del poder interno, la preminencia de determinadas corrientes y los intereses privilegiados.
Dos son los ejes de esa nueva construcción sexenal: el excluyente grupismo regional que se nutre del estado de México, específicamente de la camada burocrática que acompañó a Peña Nieto en el gobierno local y que, como demostración de temores e involución, de incapacidad de apertura y regodeo con lo ya probado, es trasplantada sin más; y el salinismo regente, tutorial, que propone relevos generacionales acotados y aguza el control político de visión amplia frente al agazapamiento aldeano del licenciado Peña.
El dinosaurio restaurado se aferra a la matriz mexiquense, y en su máxima concesión a las expectativas de cambio ofrece concesiones familiares y transfuguismo ahumado. En lo alto, las dos piezas de máximo poder subordinado: Luis Videgaray, quien pareciera enfilarse a jefaturar una oficina de la Presidencia de la República, todopoderosa como al jefe Salinas le gustó hacer con el ahora cinematográficamente estelar José Córdoba Montoya (el doctor sombrío, quien aparece como villano central en la película de Colosio estrenada meses atrás) y Miguel Ángel Osorio Chong (parte del grupo de ex gobernadores que pretende hacer del venidero un sexenio de Hidalgo), cuyas funciones parecieran prefigurar una Secretaría de Gobernación con restituido control sobre asuntos de seguridad pública.
Abajo de esos dos coordinadores generales, que desde ahora comenzarán oficialmente a pelear la candidatura presidencial de 2018, tres vicecoordinadores del lado de Videgaray: el neoleonés Ildefonso Guajardo, en política económica (con experiencia y conocimiento como para perfilarse hacia la Secretaría de Hacienda, aunque el vicepresidente ejecutivo Salinas y el secretario de Hacienda a la sombra, Pedro Aspe, probablemente tengan guardada una carta de mayor relevancia y de más fogueo internacional); el joven Emilio Lozoya Austin, en asuntos internacionales (encaminado a la Secretaría de Relaciones Exteriores, hijo del político del mismo nombre), y la sorpresa que no debería ser tanta: Rosario Robles en política social, aparentemente enfilada hacia la Secretaría de Desarrollo Social, que con Salinas fue la base fallida para la creación del partido de la solidaridad.
Robles vendió su alma política a Carlos Salinas en el episodio de los videoescándalos que tuvieron como principal promotor a Carlos Ahumada y ahora tiene un pago que se prefiguraba desde su participación como asesora en asuntos de género en el gobierno mexiquense de EPN. Salinas propone con Robles la repetición de la historia de su propia Sedeso, convirtiendo la electoralmente suculenta bolsa de los programas sociales en refugio de la izquierda pragmática, en plataforma de presuntas iniciativas organizadoras de cambios desde la base que acaban desembocando en los proyectos políticos del engatuzador Carlos, quien gusta rodearse de opositores domesticados como ahora es el caso de la señora Robles.
Osorio Chong solamente tiene dos vicecoordinaciones, menos llamativas: el yucateco Jorge Carlos Ramírez Marín en seguridad y justicia, relacionado con Beatriz Paredes pero tejedor de su propia historia en el ámbito peñanietista, y Luis Enrique Miranda Nava, personaje de gran cercanía con EPN en el estado de México, quien ahora retoma pista como encargado de lo político. Cualquiera pensaría que son mayores el peso, la viabilidad y el futuro de Videgaray, pero no debe desdeñarse el hecho de que Osorio Chong ha sido colocado en el mismo nivel, el de coordinador general, y que en esa intencional lucha interna está depositado el boceto de resolución de la candidatura presidencial de tres colores dentro de seis años. Videgaray lleva tres vicecoordinaciones, un oficial mayor y 20 coordinaciones, mientras Osorio tiene solamente dos vicecoordinaciones y nueve coordinaciones. Pero eso solamente es un espejismo numérico. Son ellos dos en el marco del futurismo, más lo que se acumule.
Visto de otra manera, el paquete de designaciones (dejando de lado a los coordinadores generales y los vicecoordinadores) puede agruparse en dos rubros: el atrincheramiento regional y una miscelánea en la que destacan algunos guiños de Familia. En el primero participan quienes han ocupado cargos en los gobiernos del propio Peña Nieto o provisionalmente con Eruviel Ávila y que forman parte del espíritu de Atlacomulco. Allí destacan Marcela Velasco, Gerardo Ruiz Esparza, Alfonso Navarrete Prida, Osvaldo Santín, Rodrigo Reina, Juan José Guerra, David Korenfeld, Alejandro Murat (aunque también entra en el grupo de las relaciones familiares por su padre, José), Enrique Jacob, Alejandra Lagunes (especialista en programas digitales, enlace con Televisa, encargada del manejo de redes sociales pro EPN) y el ex procurador Alfredo Castillo.
En la sección de apellidos correlacionados: Enrique de la Madrid Cordero (hijo del ex presidente), Carolina Viggiano (esposa del gobernador de Coahuila, Rubén Moreira), Claudia Ruiz Massieu Salinas (hija del asesinado Francisco y sobrina de CSG), María de los Ángeles Fromow (quien fue fiscal para delitos electorales con el general Macedo en la PGR de Fox, hija a su vez de un general), Paloma Guillén Vicente (tamaulipeca hermana del subcomandante Marcos, con carrera política propia), y Eugenio Ímaz Gispert, hermano de Carlos, esposo de Claudia Sheinbaum.
¡Ah, del otro asunto: detuvieron a Mario Cárdenas Guillén, uno de los presuntos líderes del cártel del Golfo! ¡Hasta mañana!
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