Despotismo de Sabines

Martha Anaya

El gobernador saliente de Chiapas, Juan Sabines Guerrero trata al gobernador electo Manuel Velasco Coello como si fuera su ayudante, al son de: Siéntate aquí, ponte allá, acompáñame a tal… Ah, y además vas a hacer una gira de agradecimiento en la que reconozcas mi gobierno, según narran cercanos a ambos personajes.

No sólo eso. Por lo que cuentan en tierras chiapanecas, el gobernador saliente busca perpetuar a algunos de sus funcionarios (o ex funcionarios). Le interesa sobre todo la Procuraduría de Justicia, a donde quiere que vuelva Raciel López Salazar, quien tendría varias encomiendas: asegurarse de que no lo persigan a él y evitar que salga de la cárcel el ex gobernador Pablo Salazar Mendiguchía (preso desde junio de 2011).

De paso, Sabines quiere conservar para uno de los suyos la secretaría general de Gobierno. Su prospecto es el propio Noé Castañón León.

A lo anterior habrá que añadir que ha solicitado un crédito de hasta cinco mil millones de pesos, bajo la figura de un fideicomiso -que el gobernador espera sea aprobado el próximo viernes- para garantizar el cierre de su administración (lo que llevaría la deuda chiapaneca por arriba de los 20 mil millones de pesos); más la “obligación” a su sucesor de garantizar la continuidad de los programas de su gestión pública, entre otras chuladas.

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ERUVIEL Y SUS GUARURAS.- La comida de los 300 líderes de México dio mucho de qué hablar. Tanto, que hasta ahora sigue la comidilla por algunos detalles. Y uno de ellos tiene que ver -no lo van a creer- con la forma en que cuidan al gobernador del Estado de México.

Resulta que todos los personajes asistentes al Museo de Antropología -y vaya que asistieron muchos importantes- se movían solitos al interior del recinto. Se levantaban a saludar, recorrían algunas mesas, se iban a lavar las manos y tan tranquilos. Pero en el caso de Eruviel Ávila ¡hasta para ir al baño! lo seguían sus guardaespaldas. Las carcajadas por la escena siguen resonando hasta ahora.

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¡QUÉ RELAJO CON PEÑA!- Acudir a los eventos de Enrique Peña Nieto se ha convertido en una odisea para los periodistas. Su agenda cotidiana se ha vuelto impenetrable.

Cuando llega una invitación para acudir a alguno de sus eventos -si llega, porque ayer no la hubo para su comida con la dirigencia del PAN y gobernadores blanquiazules- la cita es hasta con hora y media de anticipación, hay que pasar innumerables filtros antes de llegar a las puertas del lugar de la cita, aguardar a que el Estado Mayor Presidencial dé la orden de entregar los gafetes correspondientes, volver a hacer fila para el ingreso al salón con la respectiva revisión y arco de metal.

Y cuando ya se encuentra uno adentro, qué creen: doble barrera para que los periodistas no se acerquen ni siquiera a los invitados del presidente electo. Vaya, ni siquiera a los senadores, como ocurrió hace unos días durante la presentación de la Iniciativa de Transparencia. No fuera a ser que les hicieran alguna pregunta ¿verdad?

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GEMAS: Obsequio -con un dejo de advertencia- del embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhan, a la secretaria de Estado Hillary Clinton: “Deseo hacer patente que un proceso como el que se pretende sustanciar en contra de ex presidente de México (Ernesto Zedillo) afectaría la relación bilateral entre México y Estados Unidos”.

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