Olegario Chávez / Rebelión
"La 'moderación' es otra de las palabras que les gusta usar a los agentes de la Colonia. Son 'moderados' todos los que tienen miedo o todos los que piensan traicionar de alguna forma. El pueblo no es de ninguna manera moderado".
Ernesto Ché Guevara
Por medio de los lineamientos y propuestas de la no-violencia, el libro de Gene Sharp, De la dictadura a la democracia (el manual que ha sido difundido ampliamente por la CIA) oculta un objetivo general mucho más perverso: utilizar a los sectores pequeñoburgueses que se identifican con conceptos como "transición de poder", "democracia" y “paz” (todos ellos ejes discursivos fundamentales sobre los que se asienta la burguesía y el capitalismo) con el objetivo de que ellos cumplan el sucio trabajo de aniquilar, entregar y descalificar a los sectores que, más que radicales, buscan una transformación verdadera y oponen a los principios burgueses una serie de principios y valores socialistas y, por lo tanto, revolucionarios y demasiado “alocados” para los movimientos sociales actuales.
Quienes convocan a hacerle vacío a las asambleas de base a través de los Grupos Operativos (GO’s) y los Salones de Estrategia son muestra de que en México operan grupos que aplican a rajatabla y “profundizan” el estudio de las estrategias no-violentas de los libros de Gene Sharp. Esas estrategias no-violentas son algunas de las que han impulsado desde el interior del #YoSoy132 no sin apoyo de los sectores más moderados del movimiento.
Estos grupos ignoran el hecho de que, en todos los casos que cita el afamado colaborador de la CIA, Gene Sharp, con respecto a acciones no-violentas lo que destaca es que el sector que se ha identificado con los principios de la no-violencia, en su práctica concreta ha generado acciones y posturas que lo único que hacen es señalar al movimiento “malo” (léase las posiciones más radicales o revolucionarias), desprestigiarlo e, incluso, entregarlo a la violencia y represión estatal. Señalar, llamar a encapsular, aislar e identificar a los “violentos” son métodos policiacos que Sharp aprueba y reivindica en su libro, y que los activistas pacifistas aplican al pie de la letra, bajo el supuesto de que “sin violentos, la manifestación saldrá mejor”. El problema reside en que con estas actitudes, justifican y legitiman, ante ciertos sectores de la sociedad, el hecho de que el estado reprima, golpee y ataque a personas que luchan por la transformación social.
Por medio de la promoción de esta ingeniosa y sofisticada manera de actuar, la CIA le ahorra a los estados capitalistas los recursos que debería invertir para combatir y aniquilar a quienes, de una manera más decidida, se proponer poner y/o ponen en severo riesgo sus intereses como clase. Sólo que lo hace de una manera tan velada y oculta que se ahorra los costos políticos de actuar contra estos sectores, mientras que fortalece y tolera las manifestaciones que no lo ponen en riesgo, de tal suerte que cumple y diversifica sus trabajos de contrainsurgencia por medio de grupos que, por un error de comprensión de la realidad (debido a la confusión que causan los conceptos burgueses tan introyectados) o por su oportunismo político y moderación se vuelven una mano más por medio de la cual el estado reprime al pueblo organizado y frena la protesta social.
Bajo la lógica sharpiana y la que, desde hace no poco, ha estado adoptando el movimiento #YoSoy132, en donde hasta sacarle la lengua a un policía es un acto violento ¿Por qué? Algunos argumentan que porque es el “policía hermano” y “su lucha” (habría que preguntar cuál) es de este lado, del nuestro dicen, pasando por alto que la Policía, como corporación, al igual que el Ejército, es el brazo armado del Estado, el brazo ejecutor de la política represiva del régimen. Para el pacifismo burgués que insiste en reclamar la democratización de los medios de comunicación, apelando al libre mercado, dañar la sacrosanta propiedad privada con pintas es un sacrilegio que merece ser castigado o cuando menos “resarcido”. Todo es violento, si no es un performance, un video con lucecitas, un carnaval-batucada con títeres y mojigangas, si te sales de ese estrecho marco ¡adivina! Ya eres un violento que merece ser identificado, aislado, señalado, encapsulado y entregado a la policía como delincuente loco que no piensa en los demás. Señalar y estigmatizar a otro compañero por tener formas de lucha diferentes, no nos hace más consecuentes, nos hace comportarnos como policías y los que se comportan como policías no merecen ser llamados compañeros, eso debe quedarnos claro.
En estos momentos, tal parece que a algunos compañeros ya se les olvidó que el principal reclamo hacia Peña Nieto en la Ibero, aquel legendario 11 de mayo, fue la actuación de la ASE y la PFP en Atenco ¿Ya se nos olvidó? ¿Ya se nos olvidó la actuación en Atenco de esa misma corporación policiaca que los seguidores y promotores del manual de Sharp y los moderados de siempre quieren abrazar y besar? ¿Ya se nos olvidó la actuación de ejército y policías en Cd. Juárez, Oaxaca, Lázaro Cárdenas, Cananea, El Charco, Aguas Blancas y El Bosque? ¿Verdad que es imposible imaginar a las compañeras torturadas sexualmente en Atenco o alguno de los otros 200 detenidos ilegalmente entregando flores a los policías? Ah, bueno, pues eso es lo que dicta el manualito de Gene Sharp que hay que hacer. A fin de cuentas, es un libro de estrategias diseñadas para llevar a cabo “revoluciones de colores”, movimientos que no cuestionen de fondo la opresión del sistema, sino que sólo se proponen dotarlo de un rostro más amable, más “ciudadano” y, sobre todo, pronorteamericano1. No cabe duda de que si en lugar de promocionar el libro que la CIA le financió a Gene Sharp, se promocionara la lectura y entendimiento profundo de la obra de Marx, Rosa Luxemburgo, Lenin, Ché Guevara, Ho Chi Minh, Gramsci, Flores Magón, Zapata o Revueltas, otro gallo nos cantaría…
En algunos sectores del movimiento #YoSoy132, no la mayoría claro está, existe la intención de radicalizar el movimiento contra la imposición de Enrique Peña Nieto. Estos sectores pugnan por radicalizar y agregarle “contundencia” a las acciones, los estados del interior de la República (Puebla, Veracruz, Baja California, Coahuila, etc.) están poniendo la muestra del arrojo que quizás necesitamos para trascender y elevar la lucha a otro nivel, temerle a eso e intentar contener o limitar estos esfuerzos es la peor de las incongruencias.
Ante estas acciones y posicionamientos, se desvelan o desnudan las verdaderas posiciones de otros actores que se han aglutinado en torno al #YoSoy132. Nos referimos a la socialdemocracia reformista que, a pesar de sostener la bandera de la lucha, en este momento, no aspira sinceramente a detener la imposición de Peña Nieto, ni está impulsando el desarrollo de procesos organizativos que puedan desembocar en el fortalecimiento de esta lucha. A lo que realmente aspira la socialdemocracia en la presente coyuntura es a fortalecerse, a reclutar nuevos cuadros, a empoderarse para, desde posiciones menos débiles, seguir negociando cotos de poder con el Estado a expensas del movimiento social y de quienes si están dispuestos a dar la vida en las calles. Ha quedado demostrado históricamente que la socialdemocracia no tiene inconveniente en negociar la sangre del pueblo.
La socialdemocracia, coincidiendo con el pacifismo burgués, le teme más al avance de las posiciones revolucionarias (a todo lo que se encuentre más a la izquierda que ellos, llámense socialistas, comunistas y anarquistas) y sus acciones, que a la policía federal y/o la represión masiva y selectiva que el Estado puede desatar en contra de TODOS. Por eso seguirán señalando a quienes, hartos de tantas marchas y performances, están comenzando a optar por otros caminos, de validez cuestionable, pero no por eso merecedores de ser señalados para ser reprimidos con mayor facilidad. Como los socialdemócratas suelen hacerse pasar por “ultras” y se jactan de “tener la posición de avanzada” para reclutar adeptos, cuando alguna posición política plantea en la práctica, siquiera mínimamente, que la lucha rebase los estrechos marcos a los que los socialdemócratas están acostumbrados, estos no tardarán en llamar “acelerados”, “infantiles”, “inmaduros” y hasta “porros”, “infiltrados”, “agitadores”, “provocadores”, “desestabilizadores” o “priístas”, a quienes los rebasan y sostienen la necesidad de avanzar en la lucha fuera de los marcos habituales. De los socialdemócratas reformistas, o la bien llamada “ultra light”, nos podemos esperar de todo, excepto consecuencia política.
En estas dos posiciones, el pacifismo sharpiano y la socialdemocracia reformista, hay una característica común, de entre muchas, consistente en reivindicar procesos de movilización en otras partes del mundo y del propio país, pero reivindicar sólo el lado que ellos consideran “bueno”, el aspecto necesario para hacerse pasar por “herederos” de esas luchas.
Así es como el pacifismo y el reformismo pequeñoburgués reivindican a los indignados, pero nunca reivindicarán a los mineros asturianos que combaten contra las fuerzas policiacas españolas, ni qué decir del combativo pueblo vasco; se compararán con Camila Vallejo e intentarán ser como ella, pero nunca tolerarán, ni promoverán, movilizaciones tan amplias y decididas como las del estudiantado chileno que responde a la violencia del Estado con organización, autodefensa y combate frontal; son capaces de reivindicar hasta a Lukánikos, el perro estrella de los combates callejeros en Grecia, pero no reivindicarán nunca las 24 huelgas generales que ha protagonizado la clase obrera griega, ni los combates callejeros de jóvenes y obreros contra las fuerzas del orden; reivindican a los argentinos tumbando 4 presidentes en una semana durante diciembre de 2001, pero no dirán una sola palabra sobre los combates en Plaza de Mayo y los piqueteros (aquí podemos incluir a los troskos fanáticos de todo lo que provenga de la tierra del tango y los alfajores); ensalzarán y se darán baños de pureza juvenil reivindicando el movimiento estudiantil de 1968 en México, pero nunca los veremos reivindicar el combate contra la policía y el ejército durante la defensa de la Vocacional 7 y del Casco de Santo Tomás ese mismo año. En fin, reivindican a Atenco, pero no los machetes, y así sucesivamente...
Estas incongruencias se deben, en el fondo, a la tendenciosa interpretación que estos grupos tienen de violencia y paz. Casados con una interpretación burguesa de lo que es la protesta social y la lucha por la paz, los socialdemócratas no entienden la definición de lo pacífico, aunque hasta los organismos internacionales garantes de la aplicación del derecho internacional burgués, definen como pacífico a todo movimiento que no se planteé la consecución de sus objetivos por medio del uso de las armas. Sentadas estas inconsistencias, no debería extrañarnos que estas dos expresiones políticas, pacifismo y socialdemocracia, al final del día, coincidan en señalar con dedo flamígero a todos aquellos que promueven la acción directa u otros métodos de lucha que vayan más allá de las marchas pactadas de antemano.
El pacifismo burgués y la socialdemocracia consideran violento que un grupo de personas intente derribar unas vallas metálicas frente al TEPJF, para ellos eso es violento, entonces… ¿Dónde queda la violencia estructural? ¿No es el Estado el que genera la violencia? ¿No es más violento el fallo del TEPJF que pasa por encima de todos los preceptos de democracia y legalidad habidos y por haber? ¿No es más violento tener sometidos al hambre y miseria a más de la mitad de nuestro pueblo? ¿No es violento tener rodeado el TEPJF con cientos de policías federales? ¿No es violenta tanta valla para defender a 7 magistrados corruptos? ¿No es más violenta la guerra de Calderón contra el pueblo y los 90 mil muertos? ¿No es violento que Peña Nieto incluya en su equipo de transición a Osorio Chong, el continuador de la represión hacia los normalistas rurales de El Mexe, y a Rosario Robles, la experredista que como Jefa de Gobierno del DF colaboró y facilitó la represión a los huelguistas del 99-2000?
Al final de su libro, ya entrado en el terreno de la contrainsurgencia, el afamado Gene Sharp hace una recomendación de carácter estricto, consistente en que los movimientos no-violentos se distancien lo más posible de los “violentos”. El Estado, ni tardo ni perezoso, aprovecha la aceptación que han tenido estas ideas y la tibieza de la socialdemocracia para que los sectores más moderados se encarguen de aniquilar, directa o indirectamente (poniéndole el dedo, como coloquialmente se dice) a los sectores más radicales. Es así, con esta premisa fundamental, como se sientan las bases para que el Estado divida, como hizo hace años, a la guerrilla en guerrilla buena y mala (EZLN una, EPR la otra) y ciertos sectores de la izquierda se fueran con la finta asumiendo el discurso del Estado; es lo que, en el imaginario social ha justificado cruentas represiones en contra de sectores sin que ni siquiera los "compañeros" de su propio movimiento los defendieran.
Por lo anteriormente expuesto, es lamentable que los integrantes de un movimiento que surge a partir de la respuesta de 131 estudiantes al señalamiento de Joaquín Coldwell contra quienes protestaban por la presencia de Peña Nieto en la Ibero y que, en su momento, también fueron tachados de “porros” “provocadores” “pseudoestudiantes” “acarreados pagados” y “violentos” sean ahora una suerte de Policia del Pacifismo o Policia #YoSoy132 y desde sus propias nuevas cúpulas y micrófonos se dediquen a señalar, tachar y a llamar a “aislar” a quienes llevados por la gravedad de las circunstancias o por la razón que sea (muy respetable) intentan, promueven y reivindican la necesidad de “elevar el tono” de las acciones.
La estrategia del Estado, de escindir y dividir al movimiento social que lucha contra la imposición en la presente coyuntura, aparte de acarrear derrotas, conlleva demasiados riesgos para quienes participan en ella. Al puro estilo de Maquiavelo, la propuesta de la no-violencia apuesta al principio fundamental de las guerras burguesas: divide y vencerás.
Nota:
1.- El Negocio de la Revolución ( http://www.youtube.com/watch?v=BCHD6WYWe6Y )
"La 'moderación' es otra de las palabras que les gusta usar a los agentes de la Colonia. Son 'moderados' todos los que tienen miedo o todos los que piensan traicionar de alguna forma. El pueblo no es de ninguna manera moderado".
Ernesto Ché Guevara
Por medio de los lineamientos y propuestas de la no-violencia, el libro de Gene Sharp, De la dictadura a la democracia (el manual que ha sido difundido ampliamente por la CIA) oculta un objetivo general mucho más perverso: utilizar a los sectores pequeñoburgueses que se identifican con conceptos como "transición de poder", "democracia" y “paz” (todos ellos ejes discursivos fundamentales sobre los que se asienta la burguesía y el capitalismo) con el objetivo de que ellos cumplan el sucio trabajo de aniquilar, entregar y descalificar a los sectores que, más que radicales, buscan una transformación verdadera y oponen a los principios burgueses una serie de principios y valores socialistas y, por lo tanto, revolucionarios y demasiado “alocados” para los movimientos sociales actuales.
Quienes convocan a hacerle vacío a las asambleas de base a través de los Grupos Operativos (GO’s) y los Salones de Estrategia son muestra de que en México operan grupos que aplican a rajatabla y “profundizan” el estudio de las estrategias no-violentas de los libros de Gene Sharp. Esas estrategias no-violentas son algunas de las que han impulsado desde el interior del #YoSoy132 no sin apoyo de los sectores más moderados del movimiento.
Estos grupos ignoran el hecho de que, en todos los casos que cita el afamado colaborador de la CIA, Gene Sharp, con respecto a acciones no-violentas lo que destaca es que el sector que se ha identificado con los principios de la no-violencia, en su práctica concreta ha generado acciones y posturas que lo único que hacen es señalar al movimiento “malo” (léase las posiciones más radicales o revolucionarias), desprestigiarlo e, incluso, entregarlo a la violencia y represión estatal. Señalar, llamar a encapsular, aislar e identificar a los “violentos” son métodos policiacos que Sharp aprueba y reivindica en su libro, y que los activistas pacifistas aplican al pie de la letra, bajo el supuesto de que “sin violentos, la manifestación saldrá mejor”. El problema reside en que con estas actitudes, justifican y legitiman, ante ciertos sectores de la sociedad, el hecho de que el estado reprima, golpee y ataque a personas que luchan por la transformación social.
Por medio de la promoción de esta ingeniosa y sofisticada manera de actuar, la CIA le ahorra a los estados capitalistas los recursos que debería invertir para combatir y aniquilar a quienes, de una manera más decidida, se proponer poner y/o ponen en severo riesgo sus intereses como clase. Sólo que lo hace de una manera tan velada y oculta que se ahorra los costos políticos de actuar contra estos sectores, mientras que fortalece y tolera las manifestaciones que no lo ponen en riesgo, de tal suerte que cumple y diversifica sus trabajos de contrainsurgencia por medio de grupos que, por un error de comprensión de la realidad (debido a la confusión que causan los conceptos burgueses tan introyectados) o por su oportunismo político y moderación se vuelven una mano más por medio de la cual el estado reprime al pueblo organizado y frena la protesta social.
Bajo la lógica sharpiana y la que, desde hace no poco, ha estado adoptando el movimiento #YoSoy132, en donde hasta sacarle la lengua a un policía es un acto violento ¿Por qué? Algunos argumentan que porque es el “policía hermano” y “su lucha” (habría que preguntar cuál) es de este lado, del nuestro dicen, pasando por alto que la Policía, como corporación, al igual que el Ejército, es el brazo armado del Estado, el brazo ejecutor de la política represiva del régimen. Para el pacifismo burgués que insiste en reclamar la democratización de los medios de comunicación, apelando al libre mercado, dañar la sacrosanta propiedad privada con pintas es un sacrilegio que merece ser castigado o cuando menos “resarcido”. Todo es violento, si no es un performance, un video con lucecitas, un carnaval-batucada con títeres y mojigangas, si te sales de ese estrecho marco ¡adivina! Ya eres un violento que merece ser identificado, aislado, señalado, encapsulado y entregado a la policía como delincuente loco que no piensa en los demás. Señalar y estigmatizar a otro compañero por tener formas de lucha diferentes, no nos hace más consecuentes, nos hace comportarnos como policías y los que se comportan como policías no merecen ser llamados compañeros, eso debe quedarnos claro.
En estos momentos, tal parece que a algunos compañeros ya se les olvidó que el principal reclamo hacia Peña Nieto en la Ibero, aquel legendario 11 de mayo, fue la actuación de la ASE y la PFP en Atenco ¿Ya se nos olvidó? ¿Ya se nos olvidó la actuación en Atenco de esa misma corporación policiaca que los seguidores y promotores del manual de Sharp y los moderados de siempre quieren abrazar y besar? ¿Ya se nos olvidó la actuación de ejército y policías en Cd. Juárez, Oaxaca, Lázaro Cárdenas, Cananea, El Charco, Aguas Blancas y El Bosque? ¿Verdad que es imposible imaginar a las compañeras torturadas sexualmente en Atenco o alguno de los otros 200 detenidos ilegalmente entregando flores a los policías? Ah, bueno, pues eso es lo que dicta el manualito de Gene Sharp que hay que hacer. A fin de cuentas, es un libro de estrategias diseñadas para llevar a cabo “revoluciones de colores”, movimientos que no cuestionen de fondo la opresión del sistema, sino que sólo se proponen dotarlo de un rostro más amable, más “ciudadano” y, sobre todo, pronorteamericano1. No cabe duda de que si en lugar de promocionar el libro que la CIA le financió a Gene Sharp, se promocionara la lectura y entendimiento profundo de la obra de Marx, Rosa Luxemburgo, Lenin, Ché Guevara, Ho Chi Minh, Gramsci, Flores Magón, Zapata o Revueltas, otro gallo nos cantaría…
En algunos sectores del movimiento #YoSoy132, no la mayoría claro está, existe la intención de radicalizar el movimiento contra la imposición de Enrique Peña Nieto. Estos sectores pugnan por radicalizar y agregarle “contundencia” a las acciones, los estados del interior de la República (Puebla, Veracruz, Baja California, Coahuila, etc.) están poniendo la muestra del arrojo que quizás necesitamos para trascender y elevar la lucha a otro nivel, temerle a eso e intentar contener o limitar estos esfuerzos es la peor de las incongruencias.
Ante estas acciones y posicionamientos, se desvelan o desnudan las verdaderas posiciones de otros actores que se han aglutinado en torno al #YoSoy132. Nos referimos a la socialdemocracia reformista que, a pesar de sostener la bandera de la lucha, en este momento, no aspira sinceramente a detener la imposición de Peña Nieto, ni está impulsando el desarrollo de procesos organizativos que puedan desembocar en el fortalecimiento de esta lucha. A lo que realmente aspira la socialdemocracia en la presente coyuntura es a fortalecerse, a reclutar nuevos cuadros, a empoderarse para, desde posiciones menos débiles, seguir negociando cotos de poder con el Estado a expensas del movimiento social y de quienes si están dispuestos a dar la vida en las calles. Ha quedado demostrado históricamente que la socialdemocracia no tiene inconveniente en negociar la sangre del pueblo.
La socialdemocracia, coincidiendo con el pacifismo burgués, le teme más al avance de las posiciones revolucionarias (a todo lo que se encuentre más a la izquierda que ellos, llámense socialistas, comunistas y anarquistas) y sus acciones, que a la policía federal y/o la represión masiva y selectiva que el Estado puede desatar en contra de TODOS. Por eso seguirán señalando a quienes, hartos de tantas marchas y performances, están comenzando a optar por otros caminos, de validez cuestionable, pero no por eso merecedores de ser señalados para ser reprimidos con mayor facilidad. Como los socialdemócratas suelen hacerse pasar por “ultras” y se jactan de “tener la posición de avanzada” para reclutar adeptos, cuando alguna posición política plantea en la práctica, siquiera mínimamente, que la lucha rebase los estrechos marcos a los que los socialdemócratas están acostumbrados, estos no tardarán en llamar “acelerados”, “infantiles”, “inmaduros” y hasta “porros”, “infiltrados”, “agitadores”, “provocadores”, “desestabilizadores” o “priístas”, a quienes los rebasan y sostienen la necesidad de avanzar en la lucha fuera de los marcos habituales. De los socialdemócratas reformistas, o la bien llamada “ultra light”, nos podemos esperar de todo, excepto consecuencia política.
En estas dos posiciones, el pacifismo sharpiano y la socialdemocracia reformista, hay una característica común, de entre muchas, consistente en reivindicar procesos de movilización en otras partes del mundo y del propio país, pero reivindicar sólo el lado que ellos consideran “bueno”, el aspecto necesario para hacerse pasar por “herederos” de esas luchas.
Así es como el pacifismo y el reformismo pequeñoburgués reivindican a los indignados, pero nunca reivindicarán a los mineros asturianos que combaten contra las fuerzas policiacas españolas, ni qué decir del combativo pueblo vasco; se compararán con Camila Vallejo e intentarán ser como ella, pero nunca tolerarán, ni promoverán, movilizaciones tan amplias y decididas como las del estudiantado chileno que responde a la violencia del Estado con organización, autodefensa y combate frontal; son capaces de reivindicar hasta a Lukánikos, el perro estrella de los combates callejeros en Grecia, pero no reivindicarán nunca las 24 huelgas generales que ha protagonizado la clase obrera griega, ni los combates callejeros de jóvenes y obreros contra las fuerzas del orden; reivindican a los argentinos tumbando 4 presidentes en una semana durante diciembre de 2001, pero no dirán una sola palabra sobre los combates en Plaza de Mayo y los piqueteros (aquí podemos incluir a los troskos fanáticos de todo lo que provenga de la tierra del tango y los alfajores); ensalzarán y se darán baños de pureza juvenil reivindicando el movimiento estudiantil de 1968 en México, pero nunca los veremos reivindicar el combate contra la policía y el ejército durante la defensa de la Vocacional 7 y del Casco de Santo Tomás ese mismo año. En fin, reivindican a Atenco, pero no los machetes, y así sucesivamente...
Estas incongruencias se deben, en el fondo, a la tendenciosa interpretación que estos grupos tienen de violencia y paz. Casados con una interpretación burguesa de lo que es la protesta social y la lucha por la paz, los socialdemócratas no entienden la definición de lo pacífico, aunque hasta los organismos internacionales garantes de la aplicación del derecho internacional burgués, definen como pacífico a todo movimiento que no se planteé la consecución de sus objetivos por medio del uso de las armas. Sentadas estas inconsistencias, no debería extrañarnos que estas dos expresiones políticas, pacifismo y socialdemocracia, al final del día, coincidan en señalar con dedo flamígero a todos aquellos que promueven la acción directa u otros métodos de lucha que vayan más allá de las marchas pactadas de antemano.
El pacifismo burgués y la socialdemocracia consideran violento que un grupo de personas intente derribar unas vallas metálicas frente al TEPJF, para ellos eso es violento, entonces… ¿Dónde queda la violencia estructural? ¿No es el Estado el que genera la violencia? ¿No es más violento el fallo del TEPJF que pasa por encima de todos los preceptos de democracia y legalidad habidos y por haber? ¿No es más violento tener sometidos al hambre y miseria a más de la mitad de nuestro pueblo? ¿No es violento tener rodeado el TEPJF con cientos de policías federales? ¿No es violenta tanta valla para defender a 7 magistrados corruptos? ¿No es más violenta la guerra de Calderón contra el pueblo y los 90 mil muertos? ¿No es violento que Peña Nieto incluya en su equipo de transición a Osorio Chong, el continuador de la represión hacia los normalistas rurales de El Mexe, y a Rosario Robles, la experredista que como Jefa de Gobierno del DF colaboró y facilitó la represión a los huelguistas del 99-2000?
Al final de su libro, ya entrado en el terreno de la contrainsurgencia, el afamado Gene Sharp hace una recomendación de carácter estricto, consistente en que los movimientos no-violentos se distancien lo más posible de los “violentos”. El Estado, ni tardo ni perezoso, aprovecha la aceptación que han tenido estas ideas y la tibieza de la socialdemocracia para que los sectores más moderados se encarguen de aniquilar, directa o indirectamente (poniéndole el dedo, como coloquialmente se dice) a los sectores más radicales. Es así, con esta premisa fundamental, como se sientan las bases para que el Estado divida, como hizo hace años, a la guerrilla en guerrilla buena y mala (EZLN una, EPR la otra) y ciertos sectores de la izquierda se fueran con la finta asumiendo el discurso del Estado; es lo que, en el imaginario social ha justificado cruentas represiones en contra de sectores sin que ni siquiera los "compañeros" de su propio movimiento los defendieran.
Por lo anteriormente expuesto, es lamentable que los integrantes de un movimiento que surge a partir de la respuesta de 131 estudiantes al señalamiento de Joaquín Coldwell contra quienes protestaban por la presencia de Peña Nieto en la Ibero y que, en su momento, también fueron tachados de “porros” “provocadores” “pseudoestudiantes” “acarreados pagados” y “violentos” sean ahora una suerte de Policia del Pacifismo o Policia #YoSoy132 y desde sus propias nuevas cúpulas y micrófonos se dediquen a señalar, tachar y a llamar a “aislar” a quienes llevados por la gravedad de las circunstancias o por la razón que sea (muy respetable) intentan, promueven y reivindican la necesidad de “elevar el tono” de las acciones.
La estrategia del Estado, de escindir y dividir al movimiento social que lucha contra la imposición en la presente coyuntura, aparte de acarrear derrotas, conlleva demasiados riesgos para quienes participan en ella. Al puro estilo de Maquiavelo, la propuesta de la no-violencia apuesta al principio fundamental de las guerras burguesas: divide y vencerás.
Nota:
1.- El Negocio de la Revolución ( http://www.youtube.com/watch?v=BCHD6WYWe6Y )
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