Álvaro Delgado
En el Partido Acción Nacional (PAN) nadie lo duda: La insólita carta que Javier Corral envió a Felipe Calderón, en la que lo llama “cobarde” y “fracasado”, representa el arranque de lo que será una cruenta disputa por el control partidario y que no está desprovista de una seria ruptura.
De inicio, la carta de Corral a Calderón, difundida el miércoles 12, la víspera de la sombría conmemoración del 73 aniversario de ese partido, marca un hecho inédito: Rompe la lógica de grupos en la sucesión de la presidencial partidaria y perfila los bloques de calderonistas y anticalderonistas.
Buena parte del anticalderonismo proviene del propio calderonismo, que se rompió por traiciones, villanías y odios, muchos de ellos atizados o al menos consentidos por el propio Calderón, quien se va –como llegó– en medio del repudio, ahora también de los propios, y el emblema indisoluble de la sangre.
En contraparte, Corral –quien fue amigo y aliado de Calderón desde hace al menos dos décadas– puede encabezar un proyecto de renovación del PAN, porque es un político arrojado que concita simpatía aun en segmentos de la opinión pública que valoran su desafío a Televisa y sus intereses.
También es, sin embargo, un personaje voluble, informal y desdeñoso aun con sus aliados, a algunos de los cuales les disgustó la violencia de la carta a Calderón, potencialmente riesgoso para el PAN precisamente por ser visto como enemigo de Televisa y mal visto por El Yunque, la organización secreta que tiene un poder definitorio en ese partido.
Aunque es prematuro prever si Corral se inscribirá como aspirante a suceder a su paisano Gustavo Madero, porque hasta ahora no lo ha manifestado explícitamente –y aun si tendría éxito ante lo que queda del bloque felipista, y el veto de Televisa y sus satélites–, lo cierto es que el adelantado proceso sucesorio complica aún más la aguda crisis del PAN.
La comisión que nombró el Consejo Nacional para dar cauce al procesamiento del desastre del 1 de julio –integrada por varios personajes que son responsables del mismo– se ha convertido en una instancia que si acaso propondrá medidas burocráticas, sin atender lo fundamental : Qué es hoy el PAN y qué le ofrece a los ciudadanos.
Al desgobierno en toda la estructura nacional, empezando por el CEN cuyo presidente prefiere los negocios, se suma, por ejemplo, la falta de una agenda legislativa en el Senado, cuyo coordinador de la bancada, Ernesto Cordero, prefirió ser una extensión de Calderón en el pleito con Corral que mediador institucional y construir su propia autonomía.
Al tomar partido por Calderón –sin él sería nada–, Cordero seguramente marginará a Corral de toda posición en el Senado para, además, quedar bien con Televisa, pero perderá su escasa respetabilidad, como sus legisladores han perdido los debates por su falta de liderazgo e incapacidad de conducción legislativa.
Y algo peor: Si Cordero da un cargo a Corral, después de que lo acusó de calumniar a Calderón, quedará como un político inconsistente y débil. No sería la primera vez: Es sabido entre panistas que éste le recriminó no haberlo apoyado en su proclama de refundar al PAN, porque Madero lo amenazó que si lo hacía no tendría la coordinación en el Senado.
Más allá de los tiempos en que se celebre la elección de presidente del PAN –prevista para diciembre de 2013, pero que es probable que se anticipe–, la confrontación facciosa a su interior, catalizada por el desastre del 1 de julio, y el nivel de odio entre correligionarios, como la ya famosa carta de Corral y sus secuelas, perfilan el peor de los escenarios para el PAN.
De celebrarse un proceso electoral entre dos bloques –y la incógnita de cómo jugará El Yunque– el riesgo de ruptura puede materializarse: El bando afectado podría clamar fraude y sobrevendría un desprendimiento que, como están los ánimos, no sería pequeño…
Apuntes
Es sabido que, fuera de sí, el gobernador de Puebla, el panista Rafael Moreno Valle, arroja celulares a sus colaboradores. Eso es irrelevante. Lo graves es que someta y “prostituya” al Poder Legislativo, que reprima a periodistas y medios, que imponga un estado policíaco con amenazas, intimidación y espionaje, que aplique arbitrariamente la ley. Esos comportamientos autoritarios gestan gorilatos…
En el Partido Acción Nacional (PAN) nadie lo duda: La insólita carta que Javier Corral envió a Felipe Calderón, en la que lo llama “cobarde” y “fracasado”, representa el arranque de lo que será una cruenta disputa por el control partidario y que no está desprovista de una seria ruptura.
De inicio, la carta de Corral a Calderón, difundida el miércoles 12, la víspera de la sombría conmemoración del 73 aniversario de ese partido, marca un hecho inédito: Rompe la lógica de grupos en la sucesión de la presidencial partidaria y perfila los bloques de calderonistas y anticalderonistas.
Buena parte del anticalderonismo proviene del propio calderonismo, que se rompió por traiciones, villanías y odios, muchos de ellos atizados o al menos consentidos por el propio Calderón, quien se va –como llegó– en medio del repudio, ahora también de los propios, y el emblema indisoluble de la sangre.
En contraparte, Corral –quien fue amigo y aliado de Calderón desde hace al menos dos décadas– puede encabezar un proyecto de renovación del PAN, porque es un político arrojado que concita simpatía aun en segmentos de la opinión pública que valoran su desafío a Televisa y sus intereses.
También es, sin embargo, un personaje voluble, informal y desdeñoso aun con sus aliados, a algunos de los cuales les disgustó la violencia de la carta a Calderón, potencialmente riesgoso para el PAN precisamente por ser visto como enemigo de Televisa y mal visto por El Yunque, la organización secreta que tiene un poder definitorio en ese partido.
Aunque es prematuro prever si Corral se inscribirá como aspirante a suceder a su paisano Gustavo Madero, porque hasta ahora no lo ha manifestado explícitamente –y aun si tendría éxito ante lo que queda del bloque felipista, y el veto de Televisa y sus satélites–, lo cierto es que el adelantado proceso sucesorio complica aún más la aguda crisis del PAN.
La comisión que nombró el Consejo Nacional para dar cauce al procesamiento del desastre del 1 de julio –integrada por varios personajes que son responsables del mismo– se ha convertido en una instancia que si acaso propondrá medidas burocráticas, sin atender lo fundamental : Qué es hoy el PAN y qué le ofrece a los ciudadanos.
Al desgobierno en toda la estructura nacional, empezando por el CEN cuyo presidente prefiere los negocios, se suma, por ejemplo, la falta de una agenda legislativa en el Senado, cuyo coordinador de la bancada, Ernesto Cordero, prefirió ser una extensión de Calderón en el pleito con Corral que mediador institucional y construir su propia autonomía.
Al tomar partido por Calderón –sin él sería nada–, Cordero seguramente marginará a Corral de toda posición en el Senado para, además, quedar bien con Televisa, pero perderá su escasa respetabilidad, como sus legisladores han perdido los debates por su falta de liderazgo e incapacidad de conducción legislativa.
Y algo peor: Si Cordero da un cargo a Corral, después de que lo acusó de calumniar a Calderón, quedará como un político inconsistente y débil. No sería la primera vez: Es sabido entre panistas que éste le recriminó no haberlo apoyado en su proclama de refundar al PAN, porque Madero lo amenazó que si lo hacía no tendría la coordinación en el Senado.
Más allá de los tiempos en que se celebre la elección de presidente del PAN –prevista para diciembre de 2013, pero que es probable que se anticipe–, la confrontación facciosa a su interior, catalizada por el desastre del 1 de julio, y el nivel de odio entre correligionarios, como la ya famosa carta de Corral y sus secuelas, perfilan el peor de los escenarios para el PAN.
De celebrarse un proceso electoral entre dos bloques –y la incógnita de cómo jugará El Yunque– el riesgo de ruptura puede materializarse: El bando afectado podría clamar fraude y sobrevendría un desprendimiento que, como están los ánimos, no sería pequeño…
Apuntes
Es sabido que, fuera de sí, el gobernador de Puebla, el panista Rafael Moreno Valle, arroja celulares a sus colaboradores. Eso es irrelevante. Lo graves es que someta y “prostituya” al Poder Legislativo, que reprima a periodistas y medios, que imponga un estado policíaco con amenazas, intimidación y espionaje, que aplique arbitrariamente la ley. Esos comportamientos autoritarios gestan gorilatos…
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