Con Peña, la resurrección de los fósiles

Denise Dresser

México atorado. México paralizado. México atrapado en la “trampa del ingreso medio”. Con salarios muy altos como para permitirle ser globalmente competitivo en manufactura básica asociada con la mano de obra barata. Sin las capacidades tecnológicas o el capital humano o las instituciones necesarios para competir con los países avanzados. Incapaz de pasar del crecimiento impulsado por los insumos al crecimiento impulsado por la productividad. En la misma posición relativa al mundo que hace 30 años. Perdiendo terreno ante las economías emergentes de Asia, Europa del Este y Brasil.

Como sugiere el libro coordinado por Claudio Loser y Harinder Kohli, Futuro para todos: acciones inmediatas para México, al país le ha faltado ahorrar e invertir, educar y profesionalizar, abrirse y competir. México lleva tres décadas nadando de muertito, sin lo que Héctor Aguilar Camín llama “una hoja de ruta” que despierte su hambre de cambio y una ambición colectiva de mejora. En lugar de aspirar al imaginario de desarrollo, repetimos el pasado melancólico de carencias y privilegios, pobreza descomunal y riqueza concentrada, desigualdad inmutable y prosperidad inalcanzable. A México le hace falta una narrativa de a dónde quiere ir y cómo llegar hasta allí. Un diagnóstico certero y una promesa creíble.

El gobierno de Enrique Peña Nieto llega por ello en una coyuntura crítica. México puede seguir el mismo camino de los últimos cinco sexenios: un equilibrio de bajo crecimiento que lleva a un círculo vicioso de estancamiento económico y expectativas incumplidas. O puede –como sugiere el libro– adoptar una agenda de reformas audaces para liberar el vasto potencial del país y transformarlo. Peña Nieto puede perpetuar el país de privilegios o irlos desmantelando. Puede aspirar a convertir a México en un país de ingreso alto, o conformarse, como sus predecesores, con administrar la inercia promovida por los intereses enquistados. Puede abrazar una reforma laboral que transparente y democratice a los sindicatos o terminar doblegado por ellos.


Muchos de los cambios que México requiere entrañan combatir los cotos corporativos que el priismo protege. Construir una economía altamente productiva implica confrontar a numerosos sectores con bajas tasas de productividad. El México bajo el viejo estilo de control asociado con sindicatos como el SNTE o el STPRM. El México de los cotos creados, caracterizado por grupos de interés que capturan rentas de los consumidores gracias a la falta de competencia. El México preso de su historia, fosilizado, resistente al cambio. Un coctel anacrónico de “sindicalismo improductivo, ilegalidad consentida, nacionalismo defensivo, dirigismo estatal y patrimonialismo burocrático”.

El estudio de Loser y Kohli propone un paquete integral, una visión global, un conjunto de pasos que la próxima administración debería instrumentar de forma coherente y no de manera fragmentada. Promulgar reformas fundamentales en educación para mejorar su calidad. Adoptar un programa para recuperar el papel de las universidades. Eliminar las limitantes que impiden la eficiencia y la autonomía de gestión en Pemex, quitarlo del presupuesto federal y reformar su sistema de pensiones. Hacer que el costo de la electricidad sea competitivo mediante la eliminación del monopolio de la CFE. Instrumentar políticas y regulaciones para promover mayor competencia en el sistema financiero. Instrumentar un Programa Nacional de Infraestructura para incrementar sustancialmente inversiones en el rubro. Desarrollar un paquete de políticas para combatir la informalidad. Reforzar reformas políticas que busquen reducir la desigualdad y promuevan la inclusión. Implementar agresivamente la recién reformada Ley Federal de Competencia. Diseñar y poner en práctica una reforma fiscal exhaustiva. Asegurar una temprana implementación de la reforma judicial de 2008. Hacer cumplir el actual marco legislativo anticorrupción. Mejorar la gobernabilidad atendiendo la falta de rendición de cuentas de los gobiernos estatales y municipales. Adoptar una nueva política de seguridad nacional para luchar contra el narcotráfico y el crimen organizado. Reposicionar al país como socio y renovar sus relaciones comerciales con el resto del mundo, dentro y fuera del TLCAN.

Estas reformas –en conjunto– permitirían que México rompiera con el equilibrio estancador y construyera trampolines para la prosperidad compartida. Pero ese desenlace no está garantizado, y depende de centralizar fuerzas centrífugas que jalan al país en direcciones opuestas. En México la modernidad coexiste con el subdesarrollo. Las industrias altamente competitivas coexisten con los monopolios ineficientes. La clase media incipiente y demandante coexiste con el sector de la sociedad que tiene una de las más altas concentraciones de ingresos y con aquellos que se hallan en la marginalidad y la pobreza. La democracia imperfecta coexiste con el feudalismo político y la violencia rampante. La población que busca bienes y progreso coexiste con minorías privilegiadas y rapaces que se han dedicado a exprimirla. Los vicios y las costumbres del pasado coexisten con una idea de futuro que constituye el anhelo de millones de mexicanos.

Vicios ante los cuales Peña Nieto sucumbirá si no está dispuesto a distanciarse de los cotos corporativos que su partido encumbró. Si no está dispuesto a renunciar al “nacionalismo revolucionario” que el PRI concibió. Si no está dispuesto a eliminar los privilegios sindicales que el priismo cobijó. La respuesta a los dilemas que el país enfrenta no se encuentra en la promoción del consenso, en el anuncio de una comisión anticorrupción, en una “Presidencia democrática” cuyo significado es inasible. México necesita propósito, proyecto claro, rumbo deseable, compás de futuro. No la resurrección de los fósiles.

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