Alfredo Jalife-Rahme / Bajo la Lupa
Quizá los pasados 5 y 6 de septiembre la elección presidencial en Estados Unidos (EU) haya tomado un giro decisivo para la relección, que se augura muy apretada, de Obama, quien obtuvo el apoyo amplio del ex presidente Bill Clinton –el político viviente mas popular de EU que navega en la kakistocracia de su clase política polarizada– y el sostén inesperado de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, quien acudió al rescate de España e Italia (no de Grecia), lo cual detiene y/o pospone la caída nortrasatlántica hasta después de la elección en EU.
Tras la exitosa convención del Partido Republicano en Tampa (Florida), bajo el signo bélico/fiscalista/monetarista de los recortes sociales de la dupla Romney/Ryan (para beneficiar a la plutocracia de Wall Street) y en la deriva ideológica de la filosofía egoísta de la israelí-ruso-estadunidense Ayn Rand (ver Bajo la Lupa “‘Fundamentalismo del egoísmo’ del Partido Republicano: de Ayn Rand/Greenspan a Romney/Ryan”, 29/8/12), correspondió el turno al Partido Demócrata en su convención de Charlotte (Carolina Norte) donde alcanzó niveles extáticos con el discurso galvanizador de Julián Castro –alcalde de San Antonio, de origen mexicano y criado bajo la cultura del esfuerzo– de Clinton –quien demolió con datos duros el programa económico de la dupla monetarista/superbélica Romney/Ryan– y el cierre un tanto sereno de Obama, todavía uno de los mejores oradores del planeta, quien optó por una retórica más de corte churchilliano que rooseveltiano (que desaprovechó en su primer mandato para beneficiar a los 13 banksters de Wall Street en detrimento de la clase media, no se diga de los desposeídos). Desde luego que aún existen formidables escollos de ruta contra Obama que pueden torpedear su relección: desde la trampa de un ataque nuclear contra Irán por el rijoso premier israelí Bibi Netanyahu (íntimo de Mitt Romney) hasta la compra (literal) de la presidencia por Wall Street (ver Cómo las grandes empresas están comprando la elección, ICH, 2/9/12).
Es probable que Romney haya cometido un error estratégico al haber optado por el fiscalista Paul Ryan como su compañero a la vicepresidencia en lugar de Marco Rubio, senador de origen cubano en el importante estado electoral de Florida, cuando el voto latino –por estética me rehúso a expresar el terminajo de hispano, de la Oficina del Censo de EU, que impuso su lingüística protocolonialista– se ha convertido en factor clave (“Marco Rubio vs. Julián Castro: la batalla por 50 millones de votos hispanos”, Paul Harris, The Observer, 8/9/12).
Si entendí bien, la coreografía del Partido Demócrata, en caso de la relección de Obama, es probable que su próximo candidato a la presidencia en 2016 sea el mexicano-estadunidense Julián Castro, su nueva estrella ascendente en el firmamento político.
Al corte de caja de hoy, el voto latino se ha volcado en favor de la dupla Obama/Biden en una proporción de 2 a 1 frente a la dupla Romney/Ryan que se ha clavado en la base fundamentalista WASP (blanco, anglosajón y protestante) y del Partido del Té, vinculado a la teología monetarista misántropa de Ayn Rand.
La dicotomía ideológica es diáfana: la demografía juega en favor del multiculturalismo del Partido Demócrata y su agenda de mayor proclividad social frente a la programática económica de corte bélico/fiscalista monetarista, con apoyos sustanciales de Wall Street (Romney cuenta ahora con más de 70 millones de dólares recaudados que Obama, determinantes para comprar publicidad en los multimedia), del Partido Republicano que se agazapó en la agenda fundacional del siglo XVIII, imposible de revertir.
El reloj demográfico juega contra el Partido Republicano, mientras la grave crisis financiera a los dos lados del Noratlántico opera contra Obama. As simple as that.
La batalla multimediática por el voto de los latinos desde EU hasta Sudamérica empezó con movimientos corporativos desde Telemundo, pasando por Univisión (que desea adquirir Televisa con maletas y muletas transfronterizas), hasta Fox News/News Corp, del polémico Rupert Murdoch (que nombró insólitamente al ex presidente colombiano Álvaro Uribe en su tambaleante consejo de administración).
Según The Financial Times (7/9/12), la probabilidad de relección de Obama aumentó el jueves gracias a la acción de Mario Draghi cuando disminuyó el mayor de los graves riesgos (¡supersic!): un colapso prelectoral de la eurozona que hubiera hecho estallar a los bancos y hubiera pulverizado (sic) Wall Street y revertido la frágil economía de EU a la recesión. En caso de haber ocurrido, no habría sido la culpa de Obama, pero habría sido increpado por ello. Por lo pronto, este escollo ha sido sorteado.
Un día antes al doble rescate nortrasatlántico del banquero italiano Mario Draghi, el carismático Bill Clinton –cuya esposa Hillary no repetirá en el Departamento de Estado y quizá sea sustituida, en caso de la relección de Obama, por John Kerry, quien despedazó persuasivamente la política exterior de Romney de corte de guerra fría– electrizó a los asistentes con uno de los mejores discursos de su vida, excepcionalmente articulado y fundamentado, como refiere Joshua Holland (AlterNet, 6/9/12): incandescente discurso que deja sangrando en el suelo a Romney/Ryan.
En 50 minutos, Clinton –artífice de cuatro superávit presupuestales–, desmanteló (desmembró quizá sea mejor palabra) sistemáticamente toda la retórica mendaz de la campaña de Romney, aduce Holland.
Clinton demostró que a la dupla Romney/Ryan no le cuadra la aritmética y recordó que las políticas económicas del Partido Republicano cuadruplicaron la deuda antes de que fuera presidente y la duplicaron después que dejé mi cargo.
Bajo los cánticos de cuatro años más de la cautivada audiencia, el ex presidente expuso lo que a su juicio en forma simplista representa el argumento del Partido Republicano: Dejamos a Obama un caos total. Pero no lo supo limpiar lo suficientemente rápido por lo que hay que expulsarlo para que regresemos en su lugar. ¡Demoledor!
Clinton increpó la falta de civilidad del Partido Republicano –cuya mitad de su base cree (sic) que Obama no es estadunidense (¡supersic!)– y a quien dio una lección de tolerancia: Nunca incité a odiar al Partido Republicano en la forma en que ahora la extrema derecha que lo controla parece odiar al presidente Obama y a los demócratas cuando piensan que el gobierno es el enemigo y el compromiso es debilidad.
Tras el seductor discurso de Clinton, Holland refiere que Alex Castellanos, estratega del Partido Republicano, comentó en CNN que este será el momento que quizá religió a Obama. Interesante comentario.
Faltan 58 días para saberlo. Pero en caso de la relección de Obama –mucho mejor para EU y el mundo que la aventura bélico/monetarista de la dupla Romney-Ryan–, si es que logra sortear los arrecifes invisibles en medio de las tinieblas de su peligrosa navegación, tres factores habrán contribuido determinantemente: Bill Clinton, Mario Draghi y el voto latino.
Quizá los pasados 5 y 6 de septiembre la elección presidencial en Estados Unidos (EU) haya tomado un giro decisivo para la relección, que se augura muy apretada, de Obama, quien obtuvo el apoyo amplio del ex presidente Bill Clinton –el político viviente mas popular de EU que navega en la kakistocracia de su clase política polarizada– y el sostén inesperado de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, quien acudió al rescate de España e Italia (no de Grecia), lo cual detiene y/o pospone la caída nortrasatlántica hasta después de la elección en EU.
Tras la exitosa convención del Partido Republicano en Tampa (Florida), bajo el signo bélico/fiscalista/monetarista de los recortes sociales de la dupla Romney/Ryan (para beneficiar a la plutocracia de Wall Street) y en la deriva ideológica de la filosofía egoísta de la israelí-ruso-estadunidense Ayn Rand (ver Bajo la Lupa “‘Fundamentalismo del egoísmo’ del Partido Republicano: de Ayn Rand/Greenspan a Romney/Ryan”, 29/8/12), correspondió el turno al Partido Demócrata en su convención de Charlotte (Carolina Norte) donde alcanzó niveles extáticos con el discurso galvanizador de Julián Castro –alcalde de San Antonio, de origen mexicano y criado bajo la cultura del esfuerzo– de Clinton –quien demolió con datos duros el programa económico de la dupla monetarista/superbélica Romney/Ryan– y el cierre un tanto sereno de Obama, todavía uno de los mejores oradores del planeta, quien optó por una retórica más de corte churchilliano que rooseveltiano (que desaprovechó en su primer mandato para beneficiar a los 13 banksters de Wall Street en detrimento de la clase media, no se diga de los desposeídos). Desde luego que aún existen formidables escollos de ruta contra Obama que pueden torpedear su relección: desde la trampa de un ataque nuclear contra Irán por el rijoso premier israelí Bibi Netanyahu (íntimo de Mitt Romney) hasta la compra (literal) de la presidencia por Wall Street (ver Cómo las grandes empresas están comprando la elección, ICH, 2/9/12).
Es probable que Romney haya cometido un error estratégico al haber optado por el fiscalista Paul Ryan como su compañero a la vicepresidencia en lugar de Marco Rubio, senador de origen cubano en el importante estado electoral de Florida, cuando el voto latino –por estética me rehúso a expresar el terminajo de hispano, de la Oficina del Censo de EU, que impuso su lingüística protocolonialista– se ha convertido en factor clave (“Marco Rubio vs. Julián Castro: la batalla por 50 millones de votos hispanos”, Paul Harris, The Observer, 8/9/12).
Si entendí bien, la coreografía del Partido Demócrata, en caso de la relección de Obama, es probable que su próximo candidato a la presidencia en 2016 sea el mexicano-estadunidense Julián Castro, su nueva estrella ascendente en el firmamento político.
Al corte de caja de hoy, el voto latino se ha volcado en favor de la dupla Obama/Biden en una proporción de 2 a 1 frente a la dupla Romney/Ryan que se ha clavado en la base fundamentalista WASP (blanco, anglosajón y protestante) y del Partido del Té, vinculado a la teología monetarista misántropa de Ayn Rand.
La dicotomía ideológica es diáfana: la demografía juega en favor del multiculturalismo del Partido Demócrata y su agenda de mayor proclividad social frente a la programática económica de corte bélico/fiscalista monetarista, con apoyos sustanciales de Wall Street (Romney cuenta ahora con más de 70 millones de dólares recaudados que Obama, determinantes para comprar publicidad en los multimedia), del Partido Republicano que se agazapó en la agenda fundacional del siglo XVIII, imposible de revertir.
El reloj demográfico juega contra el Partido Republicano, mientras la grave crisis financiera a los dos lados del Noratlántico opera contra Obama. As simple as that.
La batalla multimediática por el voto de los latinos desde EU hasta Sudamérica empezó con movimientos corporativos desde Telemundo, pasando por Univisión (que desea adquirir Televisa con maletas y muletas transfronterizas), hasta Fox News/News Corp, del polémico Rupert Murdoch (que nombró insólitamente al ex presidente colombiano Álvaro Uribe en su tambaleante consejo de administración).
Según The Financial Times (7/9/12), la probabilidad de relección de Obama aumentó el jueves gracias a la acción de Mario Draghi cuando disminuyó el mayor de los graves riesgos (¡supersic!): un colapso prelectoral de la eurozona que hubiera hecho estallar a los bancos y hubiera pulverizado (sic) Wall Street y revertido la frágil economía de EU a la recesión. En caso de haber ocurrido, no habría sido la culpa de Obama, pero habría sido increpado por ello. Por lo pronto, este escollo ha sido sorteado.
Un día antes al doble rescate nortrasatlántico del banquero italiano Mario Draghi, el carismático Bill Clinton –cuya esposa Hillary no repetirá en el Departamento de Estado y quizá sea sustituida, en caso de la relección de Obama, por John Kerry, quien despedazó persuasivamente la política exterior de Romney de corte de guerra fría– electrizó a los asistentes con uno de los mejores discursos de su vida, excepcionalmente articulado y fundamentado, como refiere Joshua Holland (AlterNet, 6/9/12): incandescente discurso que deja sangrando en el suelo a Romney/Ryan.
En 50 minutos, Clinton –artífice de cuatro superávit presupuestales–, desmanteló (desmembró quizá sea mejor palabra) sistemáticamente toda la retórica mendaz de la campaña de Romney, aduce Holland.
Clinton demostró que a la dupla Romney/Ryan no le cuadra la aritmética y recordó que las políticas económicas del Partido Republicano cuadruplicaron la deuda antes de que fuera presidente y la duplicaron después que dejé mi cargo.
Bajo los cánticos de cuatro años más de la cautivada audiencia, el ex presidente expuso lo que a su juicio en forma simplista representa el argumento del Partido Republicano: Dejamos a Obama un caos total. Pero no lo supo limpiar lo suficientemente rápido por lo que hay que expulsarlo para que regresemos en su lugar. ¡Demoledor!
Clinton increpó la falta de civilidad del Partido Republicano –cuya mitad de su base cree (sic) que Obama no es estadunidense (¡supersic!)– y a quien dio una lección de tolerancia: Nunca incité a odiar al Partido Republicano en la forma en que ahora la extrema derecha que lo controla parece odiar al presidente Obama y a los demócratas cuando piensan que el gobierno es el enemigo y el compromiso es debilidad.
Tras el seductor discurso de Clinton, Holland refiere que Alex Castellanos, estratega del Partido Republicano, comentó en CNN que este será el momento que quizá religió a Obama. Interesante comentario.
Faltan 58 días para saberlo. Pero en caso de la relección de Obama –mucho mejor para EU y el mundo que la aventura bélico/monetarista de la dupla Romney-Ryan–, si es que logra sortear los arrecifes invisibles en medio de las tinieblas de su peligrosa navegación, tres factores habrán contribuido determinantemente: Bill Clinton, Mario Draghi y el voto latino.
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