EPN y sus amigos
"Error" en Edomex
Gurría y el petróleo
Julio Hernández López / Astillero
Enrique Peña Nieto está actuando con una significativa insensibilidad política que no solamente se acerca a los linderos de la impudencia sino que, vistas las circunstancias nacionales de irritación por disensos electorales y malos gobiernos, adquiere niveles de provocación social.
Muestras recientes de esa insensibilidad se han tenido en la integración facciosa del equipo operativo de la transición del poder ejecutivo federal (cuotas, juniorismo, predominio mexiquense, personajes menores, reivindicaciones ahumadas). Además, Carlos Salinas de Gortari y Arturo Montiel han encontrado condiciones propicias para mostrarse públicamente en condición de triunfadores por cuanto han tenido un porcentaje accionario importante en la concepción, difusión y lanzamiento del producto presidencial dado por válido por un tribunal electoral mercantil. El expresidente se declara en situación de sonrisa tatuada, al estilo de la hoy políticamente inexistente Josefina Vázquez Mota, y el exgobernador del Estado de México, el tío Arturo, jura que nunca se ha quedado ni con un peso que le sea ajeno. También han asomado por allí Ulises Ruiz, anunciando delegados federales en Oaxaca; Mario Marín, el exgóber precioso; Humberto Moreira, quien juguetea con la idea de ser candidato a alcalde de Saltillo, y en lista de espera para reapariciones está anotado cuando menos un exmandatario tamaulipeco. Pero el colmo de esa insensibilidad (hasta la fecha, pues día a día se hacen esfuerzos para ir rompiendo marcas) se ha dado con la designación de Raúl Murrieta Cummings como nuevo miembro del equipo de transacción, es decir, de transición del peñanietismo. A no ser por la extrema condición anómala de este funcionario, quien ocupa la secretaría de finanzas del gobierno del Estado de México, su extemporáneo nombramiento apenas merecería algún comentario menor, relacionado con el poder del VVV (virtual vicepresidente Videgaray), pues logró agregar a la lista original de esos equiperos a uno de los suyos.
Sin embargo, la anomalía podría llegar a terrenos delictivos y la mencionada designación podría ser temprana y contundente muestra de una vocación peligrosa por la protección a quienes cumplen con tareas hacendarias sucias. Resulta que Murrieta Cummings ha sido el principal personaje público involucrado en oscuras maniobras que han sido denunciadas judicialmente bajo la sospecha de que permitieron trasladar dinero del erario mexiquense a cuentas de particulares para servicio de la campaña presidencial del exgobernador Peña Nieto.
Aún cuando originalmente había negado y desdeñado las acusaciones hechas por el ahora diputado Ricardo Monreal, en el sentido del pago a particulares desde una cuenta bancaria supuestamente utilizada solamente para depósitos y movimientos internos, Murrieta Cummings acabó reconociendo que la denuncia del lopezobradorista estaba fundada en "errores" cometidos por Scotiabank. El principal "error" significó que apareciera como realizado un pago por 50 millones de pesos a Marco Antonio González Pak, un estudiante de 25 años de edad que funge como gerente de ventas de una firma chihuahuense, dedicada al ensamble de carrocerías y remolques para automóviles y camiones, que en 2011 reportó en ceros su rubro fiscal de pago de Impuesto sobre la Renta.
El "error" relacionado con 50 millones de pesos mereció una pronta corrección del Banco de México, que expidió un nuevo documento en el que ya aparecía como beneficiario de esa transacción el propio gobierno estatal. Luego, el banco central explicó que la maniobra tuvo como origen una equivocación original del banco privado. Murrieta Cummings invocó la posibilidad de que un "algoritmo" hubiera generado la pifia "involuntaria".
Ninguna de estas correcciones y explicaciones se habría producido si Monreal no hubiera presentado la prueba documental correspondiente. En un sistema judicial sano, el simple manoseo de un asunto relacionado con 50 millones de pesos de dinero público irregularmente asignados a un particular habría llevado a considerar seriamente las acusaciones del lopezobradorismo respecto a desvío de fondos del erario mexiquense para financiar parte de la muy costosa campaña presidencial de Peña Nieto.
Más no todo queda en el plano de la especulación política o electoral. El Movimiento Progresista denunció la presunción de peculado, evasión fiscal, lavado de dinero, delincuencia organizada y otros delitos financieros y administrativos. Y, sin embargo, Peña Nieto, probablemente a instancias de Luis Videgaray, acusado de manejar chequeras del gobierno mexiquense para hacer pagos de actos de campaña priista, designó al acusado de tales trasiegos, Murrieta Cummings, como miembro del equipo de transición, sin esperar a que se desahoguen las eventuales diligencias judiciales relacionadas con el caso y sin la sensibilidad política (mencionada al inicio de esta columna) que debería llevar, cuando menos por prudencia, a evitar el premiar públicamente al acusado de permitir o promover maniobras de financiamiento ilícito de una campaña marcadamente señalada por sus excesos pecuniarios y por la recurrencia a las tesorerías estatales como fuente de financiamiento. Lo bueno es que Peña Nieto dice que ya en el poder no necesita amigos, sino aliados. Por cierto, el amigo de Salinas y Peña Nieto, José Ángel Gurría, se ha puesto crítico del sistema mexicano de cuyos resultados ha sido corresponsable. Hablando de las paradojas nacionales y considerando que "ya" es hora de salir de la mediocridad, el directivo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos habló más como miembro del grupo priista que llega al poder que como alto funcionario de esa suerte de club de países ricos a los que amistosamente EPN prometió abrir a la participación privada el suculento platillo de los energéticos mexicanos.
Y, mientras Ebrard y Camacho siguen elogiando la estrategia dominical de AMLO, y en el PRD insisten en que más delante habrá reunificaciones tácticas, ¡hasta mañana!
"Error" en Edomex
Gurría y el petróleo
Julio Hernández López / Astillero
Enrique Peña Nieto está actuando con una significativa insensibilidad política que no solamente se acerca a los linderos de la impudencia sino que, vistas las circunstancias nacionales de irritación por disensos electorales y malos gobiernos, adquiere niveles de provocación social.
Muestras recientes de esa insensibilidad se han tenido en la integración facciosa del equipo operativo de la transición del poder ejecutivo federal (cuotas, juniorismo, predominio mexiquense, personajes menores, reivindicaciones ahumadas). Además, Carlos Salinas de Gortari y Arturo Montiel han encontrado condiciones propicias para mostrarse públicamente en condición de triunfadores por cuanto han tenido un porcentaje accionario importante en la concepción, difusión y lanzamiento del producto presidencial dado por válido por un tribunal electoral mercantil. El expresidente se declara en situación de sonrisa tatuada, al estilo de la hoy políticamente inexistente Josefina Vázquez Mota, y el exgobernador del Estado de México, el tío Arturo, jura que nunca se ha quedado ni con un peso que le sea ajeno. También han asomado por allí Ulises Ruiz, anunciando delegados federales en Oaxaca; Mario Marín, el exgóber precioso; Humberto Moreira, quien juguetea con la idea de ser candidato a alcalde de Saltillo, y en lista de espera para reapariciones está anotado cuando menos un exmandatario tamaulipeco. Pero el colmo de esa insensibilidad (hasta la fecha, pues día a día se hacen esfuerzos para ir rompiendo marcas) se ha dado con la designación de Raúl Murrieta Cummings como nuevo miembro del equipo de transacción, es decir, de transición del peñanietismo. A no ser por la extrema condición anómala de este funcionario, quien ocupa la secretaría de finanzas del gobierno del Estado de México, su extemporáneo nombramiento apenas merecería algún comentario menor, relacionado con el poder del VVV (virtual vicepresidente Videgaray), pues logró agregar a la lista original de esos equiperos a uno de los suyos.
Sin embargo, la anomalía podría llegar a terrenos delictivos y la mencionada designación podría ser temprana y contundente muestra de una vocación peligrosa por la protección a quienes cumplen con tareas hacendarias sucias. Resulta que Murrieta Cummings ha sido el principal personaje público involucrado en oscuras maniobras que han sido denunciadas judicialmente bajo la sospecha de que permitieron trasladar dinero del erario mexiquense a cuentas de particulares para servicio de la campaña presidencial del exgobernador Peña Nieto.
Aún cuando originalmente había negado y desdeñado las acusaciones hechas por el ahora diputado Ricardo Monreal, en el sentido del pago a particulares desde una cuenta bancaria supuestamente utilizada solamente para depósitos y movimientos internos, Murrieta Cummings acabó reconociendo que la denuncia del lopezobradorista estaba fundada en "errores" cometidos por Scotiabank. El principal "error" significó que apareciera como realizado un pago por 50 millones de pesos a Marco Antonio González Pak, un estudiante de 25 años de edad que funge como gerente de ventas de una firma chihuahuense, dedicada al ensamble de carrocerías y remolques para automóviles y camiones, que en 2011 reportó en ceros su rubro fiscal de pago de Impuesto sobre la Renta.
El "error" relacionado con 50 millones de pesos mereció una pronta corrección del Banco de México, que expidió un nuevo documento en el que ya aparecía como beneficiario de esa transacción el propio gobierno estatal. Luego, el banco central explicó que la maniobra tuvo como origen una equivocación original del banco privado. Murrieta Cummings invocó la posibilidad de que un "algoritmo" hubiera generado la pifia "involuntaria".
Ninguna de estas correcciones y explicaciones se habría producido si Monreal no hubiera presentado la prueba documental correspondiente. En un sistema judicial sano, el simple manoseo de un asunto relacionado con 50 millones de pesos de dinero público irregularmente asignados a un particular habría llevado a considerar seriamente las acusaciones del lopezobradorismo respecto a desvío de fondos del erario mexiquense para financiar parte de la muy costosa campaña presidencial de Peña Nieto.
Más no todo queda en el plano de la especulación política o electoral. El Movimiento Progresista denunció la presunción de peculado, evasión fiscal, lavado de dinero, delincuencia organizada y otros delitos financieros y administrativos. Y, sin embargo, Peña Nieto, probablemente a instancias de Luis Videgaray, acusado de manejar chequeras del gobierno mexiquense para hacer pagos de actos de campaña priista, designó al acusado de tales trasiegos, Murrieta Cummings, como miembro del equipo de transición, sin esperar a que se desahoguen las eventuales diligencias judiciales relacionadas con el caso y sin la sensibilidad política (mencionada al inicio de esta columna) que debería llevar, cuando menos por prudencia, a evitar el premiar públicamente al acusado de permitir o promover maniobras de financiamiento ilícito de una campaña marcadamente señalada por sus excesos pecuniarios y por la recurrencia a las tesorerías estatales como fuente de financiamiento. Lo bueno es que Peña Nieto dice que ya en el poder no necesita amigos, sino aliados. Por cierto, el amigo de Salinas y Peña Nieto, José Ángel Gurría, se ha puesto crítico del sistema mexicano de cuyos resultados ha sido corresponsable. Hablando de las paradojas nacionales y considerando que "ya" es hora de salir de la mediocridad, el directivo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos habló más como miembro del grupo priista que llega al poder que como alto funcionario de esa suerte de club de países ricos a los que amistosamente EPN prometió abrir a la participación privada el suculento platillo de los energéticos mexicanos.
Y, mientras Ebrard y Camacho siguen elogiando la estrategia dominical de AMLO, y en el PRD insisten en que más delante habrá reunificaciones tácticas, ¡hasta mañana!
Comentarios