Raymundo Riva Palacio
En unos Juegos Olímpicos donde lo improbable se convirtió en posible, México tuvo una actuación histórica más allá del conteo de medallas, escribió la reportera especializada en deportes Alba Jaramillo, en 24 HORAS. “Por primera vez se ganó una medalla en futbol, por primera vez dos mexicanas subieron al podio (al mismo tiempo), y por primera vez dos mexicanas se convirtieron en multimedallistas olímpicas”, apuntó. ¿Pero se vale sólo plantear que la dicha y el orgullo por siete preseas, el mayor número en la historia, sea suficiente para olvidar lo que se confirmó en las Olimpiadas de Londres? De ninguna manera. Esta competencia ratificó la mediocridad del deporte mexicano, no de los atletas per se, sino de sus directivos y autoridades, incapaces de producir atletas con calidad.
Celebremos a quienes ganaron por sus méritos y con los honores que merece su talento y esfuerzo, pero que esto no nos lleve, una vez más, al terreno de la complacencia. No hay una teoría científica del porqué un país gana más medallas que otros. Sin embargo, hay algunas variables macroeconómicas que ayudan a entender los procesos. Como explicó Tim Hollingsworth, director ejecutivo de la Asociación Paraolímpica Británica en el libro The Olympics and Economics 2012, (Las Olimpiadas y las Economías en 2012) elaborado por el banco Goldman Sachs, “cuando uno crea un entorno de clase mundial, es mucho más probable crear atletas de clase mundial”.
El entorno al que se refiere fue medido por Goldman Sachs a través de su Índice de Crecimiento del Entorno, que agrega y distribuye valores económicos, políticos e institucionales que afectan la productividad y el crecimiento, y que permiten medir el potencial a largo plazo. De acuerdo con esos indicadores y a partir de un ejercicio empírico que realizaron para las Olimpiadas de Londres, entre mayor es el Producto Nacional Bruto, mayor el número de medallas. Si uno ve el medallero, de los 10 primeros lugares, sólo China, que quedó en segundo lugar con 87 preseas), no tiene un Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita superior a los 10 mil millones de dólares, lo que ratificaría la precisión de la herramienta. Los 10 primeros lugares ganaron más de la mitad de todas las medallas (como sucedió en Beijing hace cuatro años), y 197 medallas más que las 58 naciones que alcanzaron al menos una de bronce.
México terminó con siete medallas (una de oro, tres de plata y tres de bronce), que lo dejó en el lugar 39, quinto en América Latina, detrás de Cuba (lugar 15), Jamaica (18), Brasil (22) y Colombia (38), y muy debajo de tres de las cuatro economías llamadas BRICs, China (2), Rusia (5) y Brasil, o de otras economías industrializadas emergentes, como Corea del Sur (6) y Sudáfrica (24). Ante sus pares en tamaño de economía quedó ampliamente rebasado, pero ante países cuyo tamaño es asimétrico en términos de Producto Nacional Bruto, quedó profundamente humillado. Por ejemplo, con un presupuesto casi 24 veces más grande que el de República Dominicana, se tuvo una misma medalla de oro. Ante Colombia, que tiene una tercera parte del presupuesto mexicano, tuvo una medalla de bronce menos, pero igual en oro y plata.
¿Qué tienen otros países que no tiene México? Por una parte, parafraseando a Hollingsworth, no hay un entorno de clase mundial, por lo que es improbable crear atletas de clase mundial. El responsable de la Comisión Nacional del Deporte es Bernardo de la Garza, que fue designado en recompensa política por prestarse a chicanadas electorales en 2006 -su conocimiento en la materia era correr triatlón-, tuvo un presupuesto de poco más de siete mil millones de pesos para el deporte, casi siete veces más del presupuesto atlético de la Universidad de Florida, cuyos atletas contribuyeron con ocho de las 104 medallas de Estados Unidos, incluidas cuatro de oro. Recursos son fundamentales, pero como se ve en varios casos, no es lo único. ¿Qué hacer? Nadie lo tiene suficientemente claro, o lo tienen tan claro que no hacen nada. El deporte es considerado uno de los motivadores del orgullo nacional. En un país desmembrado y angustiado, algo tan noble tendría que ser, mientras resuelven sus diferencias cortoplacistas los políticos, una prioridad para la salud nacional.
En unos Juegos Olímpicos donde lo improbable se convirtió en posible, México tuvo una actuación histórica más allá del conteo de medallas, escribió la reportera especializada en deportes Alba Jaramillo, en 24 HORAS. “Por primera vez se ganó una medalla en futbol, por primera vez dos mexicanas subieron al podio (al mismo tiempo), y por primera vez dos mexicanas se convirtieron en multimedallistas olímpicas”, apuntó. ¿Pero se vale sólo plantear que la dicha y el orgullo por siete preseas, el mayor número en la historia, sea suficiente para olvidar lo que se confirmó en las Olimpiadas de Londres? De ninguna manera. Esta competencia ratificó la mediocridad del deporte mexicano, no de los atletas per se, sino de sus directivos y autoridades, incapaces de producir atletas con calidad.
Celebremos a quienes ganaron por sus méritos y con los honores que merece su talento y esfuerzo, pero que esto no nos lleve, una vez más, al terreno de la complacencia. No hay una teoría científica del porqué un país gana más medallas que otros. Sin embargo, hay algunas variables macroeconómicas que ayudan a entender los procesos. Como explicó Tim Hollingsworth, director ejecutivo de la Asociación Paraolímpica Británica en el libro The Olympics and Economics 2012, (Las Olimpiadas y las Economías en 2012) elaborado por el banco Goldman Sachs, “cuando uno crea un entorno de clase mundial, es mucho más probable crear atletas de clase mundial”.
El entorno al que se refiere fue medido por Goldman Sachs a través de su Índice de Crecimiento del Entorno, que agrega y distribuye valores económicos, políticos e institucionales que afectan la productividad y el crecimiento, y que permiten medir el potencial a largo plazo. De acuerdo con esos indicadores y a partir de un ejercicio empírico que realizaron para las Olimpiadas de Londres, entre mayor es el Producto Nacional Bruto, mayor el número de medallas. Si uno ve el medallero, de los 10 primeros lugares, sólo China, que quedó en segundo lugar con 87 preseas), no tiene un Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita superior a los 10 mil millones de dólares, lo que ratificaría la precisión de la herramienta. Los 10 primeros lugares ganaron más de la mitad de todas las medallas (como sucedió en Beijing hace cuatro años), y 197 medallas más que las 58 naciones que alcanzaron al menos una de bronce.
México terminó con siete medallas (una de oro, tres de plata y tres de bronce), que lo dejó en el lugar 39, quinto en América Latina, detrás de Cuba (lugar 15), Jamaica (18), Brasil (22) y Colombia (38), y muy debajo de tres de las cuatro economías llamadas BRICs, China (2), Rusia (5) y Brasil, o de otras economías industrializadas emergentes, como Corea del Sur (6) y Sudáfrica (24). Ante sus pares en tamaño de economía quedó ampliamente rebasado, pero ante países cuyo tamaño es asimétrico en términos de Producto Nacional Bruto, quedó profundamente humillado. Por ejemplo, con un presupuesto casi 24 veces más grande que el de República Dominicana, se tuvo una misma medalla de oro. Ante Colombia, que tiene una tercera parte del presupuesto mexicano, tuvo una medalla de bronce menos, pero igual en oro y plata.
¿Qué tienen otros países que no tiene México? Por una parte, parafraseando a Hollingsworth, no hay un entorno de clase mundial, por lo que es improbable crear atletas de clase mundial. El responsable de la Comisión Nacional del Deporte es Bernardo de la Garza, que fue designado en recompensa política por prestarse a chicanadas electorales en 2006 -su conocimiento en la materia era correr triatlón-, tuvo un presupuesto de poco más de siete mil millones de pesos para el deporte, casi siete veces más del presupuesto atlético de la Universidad de Florida, cuyos atletas contribuyeron con ocho de las 104 medallas de Estados Unidos, incluidas cuatro de oro. Recursos son fundamentales, pero como se ve en varios casos, no es lo único. ¿Qué hacer? Nadie lo tiene suficientemente claro, o lo tienen tan claro que no hacen nada. El deporte es considerado uno de los motivadores del orgullo nacional. En un país desmembrado y angustiado, algo tan noble tendría que ser, mientras resuelven sus diferencias cortoplacistas los políticos, una prioridad para la salud nacional.
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