Francisco Rodriguez / Índice Político
Además de ser uno de los sentimientos más estériles que pueden anidar en el ser humano, la venganza es una pésima consejera de cualquier poder público cuando éste tiene que tomar una decisión. Lo estamos viendo ahora que el concesionario de MVS Comunicaciones, Joaquín Vargas, ha revelado toda suerte de represalias de la fallida Administración en contra de sus negocios –la principal, expropiarle apenas su concesión de la banda de 2.5 gigahertz--, a consecuencia de un comentario de la periodista Carmen Aristegui por aquella manta que el legislador Gerardo Fernández Noroña desplegó en la que fuera la máxima tribuna del país y en la que se leía: “¿Tú dejarías conducir a un borracho tu auto? ¿No, verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir el país?”.
Y es que por mucho que la ley le dé pie para cubrir con el manto de la legalidad su actitud vengativa o, mejor dicho, justamente porque el ordenamiento le ofrece fácilmente esa posibilidad, estamos ante un descarado abuso del poder que un Tribunal le otorgara tramposamente hace ya casi seis años.
No menos grave es la utilización de ese poder en el interior de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de una manera que no tiene una justificación objetiva y razonable y de la que, en consecuencia, cabe tener fundadas sospechas de arbitrariedad.
¿Estado de Derecho? No, señor. Nada hay más perturbador para el buen funcionamiento del Estado de Derecho y para la seguridad de los ciudadanos que el que esto ocurra por parte de cualquier poder público, ya sea el Ejecutivo, el Legislativo y, sobre todo el Judicial.
Pero sucede. Y este fenómeno se manifiesta en su máxima potencia y con sus consecuencias más perversas cuando existe la sensación entre los ciudadanos de que dicha actitud vengativa es asumida por el mismísimo ocupante de Los Pinos, quien en un sistema presidencialista como es el nuestro, quien deja de ser percibido como el guardián natural de los derechos y libertades para pasar a convertirse incluso en una amenaza potencial de los mismos según las circunstancias, su estado de ánimo y sus vísceras.
Tal sensación ha estado presente en el ánimo de buena parte de la sociedad en los últimos años. Las fobias y venganzas de Felipe Calderón no parecen haber sido ajenas a determinados episodios políticos de nuestro pasado inmediato.
Pero nunca la sensación ha sido tan intensa como lo es ahora que un conocido y reconocido empresario lo ha divulgado a detalle. Las presiones que recibió para que despidiera a la periodista Aristegui, el encuentro con el pugilista político que entonces ocupaba la cartera de Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano, en la que éste le habría dicho “hemos encontrado que tu proyecto de la 2.5 GHz, tiene méritos propios, pero si recontratas a la periodista, a tu proyecto se lo lleva la chingada y te olvidas de este gobierno hasta su último día”, según reseñó Vargas en la conferencia de prensa que brindara ayer para precisar la posición de su grupo empresarial ante la decisión de Calderón, a través de la SCT, de expropiarle la concesión de esa frecuencia.
Y cual relató, fueron muchos los obstáculos que desde Los Pinos, a través de los paniaguados de su ocupante, le interpusieron. Y más los engaños a los que fue sometido.
La utilización de la fuerza del Estado contra los adversarios políticos de Felipe Calderón –incluso en contra de sus críticos, a quienes enfermizamente él convierte en enemigos-- es sencillamente escandalosa.
Echa por tierra todos y cada uno de los discursos en los que, ampuloso, Calderón presume –pero no asume-- el Estado de Derecho.
Tales conductas vengativas de Felipe Calderón son producto de sus no pocos resentimientos. Ya se lo comenté aquí hace un par de años. Que Nietzsche decía que si un resentido llega al poder –“haiga sido como haiga sido”, cual es el caso—, implementará políticas de resentimiento y buscará venganzas. Mas si llega un político con más cordura, con más tranquilidad, será un político mucho más productivo, prudente, generoso, con mayor capacidad de contener sus propias emociones, más calculador, más exitoso.
Mucho del fracaso de Calderón se localiza en sus sentimientos y emociones, evidentemente distorsionados y que no quiere reconocer, pues está en la difícil y ya muy larga etapa de la negación de su enfermedad, ¿o no?
Índice Flamígero: Pues ahora resulta que el prestigiado abogado Raúl Carrancá dice que el encarcelamiento del ex funcionario de la CFE, Néstor Moreno –a quien se acusa de haber recibido sobornos de una empresa estadounidense-- es “venganza política”. ¿De parte de quién? ¿Del mismo que usa el yate que le confiscaron en Acapulco? + + + Ya falta menos. Dentro de 107 días se acaba este revanchista sexenio.
Además de ser uno de los sentimientos más estériles que pueden anidar en el ser humano, la venganza es una pésima consejera de cualquier poder público cuando éste tiene que tomar una decisión. Lo estamos viendo ahora que el concesionario de MVS Comunicaciones, Joaquín Vargas, ha revelado toda suerte de represalias de la fallida Administración en contra de sus negocios –la principal, expropiarle apenas su concesión de la banda de 2.5 gigahertz--, a consecuencia de un comentario de la periodista Carmen Aristegui por aquella manta que el legislador Gerardo Fernández Noroña desplegó en la que fuera la máxima tribuna del país y en la que se leía: “¿Tú dejarías conducir a un borracho tu auto? ¿No, verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir el país?”.
Y es que por mucho que la ley le dé pie para cubrir con el manto de la legalidad su actitud vengativa o, mejor dicho, justamente porque el ordenamiento le ofrece fácilmente esa posibilidad, estamos ante un descarado abuso del poder que un Tribunal le otorgara tramposamente hace ya casi seis años.
No menos grave es la utilización de ese poder en el interior de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de una manera que no tiene una justificación objetiva y razonable y de la que, en consecuencia, cabe tener fundadas sospechas de arbitrariedad.
¿Estado de Derecho? No, señor. Nada hay más perturbador para el buen funcionamiento del Estado de Derecho y para la seguridad de los ciudadanos que el que esto ocurra por parte de cualquier poder público, ya sea el Ejecutivo, el Legislativo y, sobre todo el Judicial.
Pero sucede. Y este fenómeno se manifiesta en su máxima potencia y con sus consecuencias más perversas cuando existe la sensación entre los ciudadanos de que dicha actitud vengativa es asumida por el mismísimo ocupante de Los Pinos, quien en un sistema presidencialista como es el nuestro, quien deja de ser percibido como el guardián natural de los derechos y libertades para pasar a convertirse incluso en una amenaza potencial de los mismos según las circunstancias, su estado de ánimo y sus vísceras.
Tal sensación ha estado presente en el ánimo de buena parte de la sociedad en los últimos años. Las fobias y venganzas de Felipe Calderón no parecen haber sido ajenas a determinados episodios políticos de nuestro pasado inmediato.
Pero nunca la sensación ha sido tan intensa como lo es ahora que un conocido y reconocido empresario lo ha divulgado a detalle. Las presiones que recibió para que despidiera a la periodista Aristegui, el encuentro con el pugilista político que entonces ocupaba la cartera de Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano, en la que éste le habría dicho “hemos encontrado que tu proyecto de la 2.5 GHz, tiene méritos propios, pero si recontratas a la periodista, a tu proyecto se lo lleva la chingada y te olvidas de este gobierno hasta su último día”, según reseñó Vargas en la conferencia de prensa que brindara ayer para precisar la posición de su grupo empresarial ante la decisión de Calderón, a través de la SCT, de expropiarle la concesión de esa frecuencia.
Y cual relató, fueron muchos los obstáculos que desde Los Pinos, a través de los paniaguados de su ocupante, le interpusieron. Y más los engaños a los que fue sometido.
La utilización de la fuerza del Estado contra los adversarios políticos de Felipe Calderón –incluso en contra de sus críticos, a quienes enfermizamente él convierte en enemigos-- es sencillamente escandalosa.
Echa por tierra todos y cada uno de los discursos en los que, ampuloso, Calderón presume –pero no asume-- el Estado de Derecho.
Tales conductas vengativas de Felipe Calderón son producto de sus no pocos resentimientos. Ya se lo comenté aquí hace un par de años. Que Nietzsche decía que si un resentido llega al poder –“haiga sido como haiga sido”, cual es el caso—, implementará políticas de resentimiento y buscará venganzas. Mas si llega un político con más cordura, con más tranquilidad, será un político mucho más productivo, prudente, generoso, con mayor capacidad de contener sus propias emociones, más calculador, más exitoso.
Mucho del fracaso de Calderón se localiza en sus sentimientos y emociones, evidentemente distorsionados y que no quiere reconocer, pues está en la difícil y ya muy larga etapa de la negación de su enfermedad, ¿o no?
Índice Flamígero: Pues ahora resulta que el prestigiado abogado Raúl Carrancá dice que el encarcelamiento del ex funcionario de la CFE, Néstor Moreno –a quien se acusa de haber recibido sobornos de una empresa estadounidense-- es “venganza política”. ¿De parte de quién? ¿Del mismo que usa el yate que le confiscaron en Acapulco? + + + Ya falta menos. Dentro de 107 días se acaba este revanchista sexenio.
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