Luis Hernández Navarro
Vista desde el exterior, la vida diaria del movimiento #YoSoy132 semeja un hormiguero. Miles de incansables jóvenes realizan todo tipo de actividades de manera simultánea. Celebran reuniones de discusión y análisis, elaboran documentos donde califican el pasado proceso electoral, producen materiales audiovisuales explicando su causa, se solidarizan con luchas sociales, como la de los ejidatarios choles de Tila o la comunidad de Huexca; apoyan a los aspirantes rechazados en su movilización para tener un lugar de estudio, protestan masivamente contra Televisa y organizan campañas en el ciberespacio.
Efectúan con eficacia todas estas tareas que se han dado a sí mismos, a pesar de que enfrentan grandes dificultades. Cuando convocan a una protesta llegan miles de personas. Sus análisis y materiales educativos están elaborados con inteligencia, sentido del humor y buen gusto. Actúan con una mezcla de audacia y prudencia, rompiendo los moldes establecidos para la acción política y evitando caer en provocaciones. Sus iniciativas usualmente tienen resultados tangibles.
#YoSoy132 ha logrado dar forma a un profundo descontento social existente en el país antes de su formación como movimiento. Antes de su nacimiento, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), dirigido por Javier Sicilia, dio cauce al enojo popular contra la guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico. Sin embargo, al institucionalizarse y entrar en la lógica de las inevitables negociaciones con el Estado, su capacidad de convocatoria se diluyó. Sus intentos por poner a las víctimas de esa guerra en el centro de la campaña electoral no fructificaron.
La presencia de ese malestar existente antes del surgimiento de #YoSoy132 se hizo evidente cuando se convocó a la primera marcha contra Peña Nieto en la ciudad de México. El naciente movimiento estudiantil se deslindó de ella e, incluso, aseguró que podrían producirse provocaciones. A pesar de ello, la protesta fue un éxito y muchos jóvenes universitarios se sumaron a la convocatoria.
Pero hoy, el surgimiento de #YoSoy132 y sus iniciativas han logrado dar a ese descontento popular un eje de sustentación y un horizonte programático. Además, su potencialidad de organizar el malestar es aún mayor, en la medida en la que la estrategia de Andrés Manuel López Obrador de constituirse en brazo legal y referencia ética contra la imposición de Peña Nieto, al tiempo que se abstiene de tomar las calles, ha dejado un espacio en la acción colectiva que ha sido ocupado por los estudiantes y sus aliados.
¿Qué hay detrás de este hormiguero? El movimiento #YoSoy132 no es un sindicato o una unión estudiantil integrada por afiliados individuales. Tampoco es una federación de estudiantes conducida por una mesa directiva centralizada que asume la representación de sus adherentes, o una coordinadora de comités de lucha por escuela en la que participan activistas. Es un organismo de masas, de nuevo tipo, en construcción, cuya soberanía surge de las asambleas por escuelas y en la asamblea nacional.
Es un organismo de masas porque quienes lo integran son estudiantes de base y no sólo militantes comprometidos con una causa. Es de nuevo tipo porque nunca en la historia de los movimientos estudiantiles en México ha existido algo parecido. Su extensión, su organización y la naturaleza de su lucha son inéditas, por más que pueda tener aspectos parecidos al movimiento estudiantil-popular de 1968. Está en construcción porque su esquema de funcionamiento, su programa y sus principios se han ido acordando en la lucha misma; algunos de ellos tienen un carácter provisional y otros se encuentran aún en discusión.
Un movimiento de esta naturaleza tiene ante sí grandes retos organizativos. Debe resolver el problema de la representación y la vocería (quién habla a nombre del movimiento), de cómo tomar acuerdos democráticamente y ser simultáneamente eficaz en la ejecución de las tareas que se propone. Necesita solucionar el dilema de si es un movimiento exclusivamente estudiantil o si participan también otros sectores. Requiere enfrentar la disyuntiva de contar con dirigentes permanentes o con representantes rotativos. Para sortear estos desafíos, el movimiento debate actualmente tres modelos de funcionamiento distinto, expuestos durante su asamblea general, efectuada en Morelia.
El movimiento se ha convertido ya en un verdadero dolor de cabeza para varias embajadas y consulados de México en los cinco continentes. Las protestas, peticiones y presiones de todo tipo realizados por las 52 representaciones de #YoSoy132 en el exterior son un desafío para la diplomacia azteca. Pero sus acciones buscan, también, impactar en los medios de comunicación y los movimientos sociales locales. En Inglaterra, por ejemplo, sus integrantes llevaron mariachis al periódico The Guardian por haber publicado información relevante sobre los vínculos entre Televisa y el candidato presidencial del PRI.
Una de las actividades centrales del movimiento es el rechazo a la imposición de Enrique Peña Nieto. En su pasada asamblea general interuniversitaria, en Morelia, acordó por consenso que la Convención Nacional efectuada en Atenco es un referente de lucha contra la imposición, y que el plan de acción emanado de ella está encaminado a no permitirla.
Como marco de referencia a estos acuerdos, en la misma reunión, la asamblea de académicos del movimiento presentó un posicionamiento político sobre el conflicto poselectoral, en el que señala su convicción de que la imposición no es un hecho consumado.
El hormiguero estudiantil se mueve sin cesar. El inminente regreso a clases en la mayoría de las universidades del país acelerará su actividad. Y, en septiembre, cuando el TEPJF califique los próximos comicios, la actividad será aún mayor. Esto apenas comienza.
Vista desde el exterior, la vida diaria del movimiento #YoSoy132 semeja un hormiguero. Miles de incansables jóvenes realizan todo tipo de actividades de manera simultánea. Celebran reuniones de discusión y análisis, elaboran documentos donde califican el pasado proceso electoral, producen materiales audiovisuales explicando su causa, se solidarizan con luchas sociales, como la de los ejidatarios choles de Tila o la comunidad de Huexca; apoyan a los aspirantes rechazados en su movilización para tener un lugar de estudio, protestan masivamente contra Televisa y organizan campañas en el ciberespacio.
Efectúan con eficacia todas estas tareas que se han dado a sí mismos, a pesar de que enfrentan grandes dificultades. Cuando convocan a una protesta llegan miles de personas. Sus análisis y materiales educativos están elaborados con inteligencia, sentido del humor y buen gusto. Actúan con una mezcla de audacia y prudencia, rompiendo los moldes establecidos para la acción política y evitando caer en provocaciones. Sus iniciativas usualmente tienen resultados tangibles.
#YoSoy132 ha logrado dar forma a un profundo descontento social existente en el país antes de su formación como movimiento. Antes de su nacimiento, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), dirigido por Javier Sicilia, dio cauce al enojo popular contra la guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico. Sin embargo, al institucionalizarse y entrar en la lógica de las inevitables negociaciones con el Estado, su capacidad de convocatoria se diluyó. Sus intentos por poner a las víctimas de esa guerra en el centro de la campaña electoral no fructificaron.
La presencia de ese malestar existente antes del surgimiento de #YoSoy132 se hizo evidente cuando se convocó a la primera marcha contra Peña Nieto en la ciudad de México. El naciente movimiento estudiantil se deslindó de ella e, incluso, aseguró que podrían producirse provocaciones. A pesar de ello, la protesta fue un éxito y muchos jóvenes universitarios se sumaron a la convocatoria.
Pero hoy, el surgimiento de #YoSoy132 y sus iniciativas han logrado dar a ese descontento popular un eje de sustentación y un horizonte programático. Además, su potencialidad de organizar el malestar es aún mayor, en la medida en la que la estrategia de Andrés Manuel López Obrador de constituirse en brazo legal y referencia ética contra la imposición de Peña Nieto, al tiempo que se abstiene de tomar las calles, ha dejado un espacio en la acción colectiva que ha sido ocupado por los estudiantes y sus aliados.
¿Qué hay detrás de este hormiguero? El movimiento #YoSoy132 no es un sindicato o una unión estudiantil integrada por afiliados individuales. Tampoco es una federación de estudiantes conducida por una mesa directiva centralizada que asume la representación de sus adherentes, o una coordinadora de comités de lucha por escuela en la que participan activistas. Es un organismo de masas, de nuevo tipo, en construcción, cuya soberanía surge de las asambleas por escuelas y en la asamblea nacional.
Es un organismo de masas porque quienes lo integran son estudiantes de base y no sólo militantes comprometidos con una causa. Es de nuevo tipo porque nunca en la historia de los movimientos estudiantiles en México ha existido algo parecido. Su extensión, su organización y la naturaleza de su lucha son inéditas, por más que pueda tener aspectos parecidos al movimiento estudiantil-popular de 1968. Está en construcción porque su esquema de funcionamiento, su programa y sus principios se han ido acordando en la lucha misma; algunos de ellos tienen un carácter provisional y otros se encuentran aún en discusión.
Un movimiento de esta naturaleza tiene ante sí grandes retos organizativos. Debe resolver el problema de la representación y la vocería (quién habla a nombre del movimiento), de cómo tomar acuerdos democráticamente y ser simultáneamente eficaz en la ejecución de las tareas que se propone. Necesita solucionar el dilema de si es un movimiento exclusivamente estudiantil o si participan también otros sectores. Requiere enfrentar la disyuntiva de contar con dirigentes permanentes o con representantes rotativos. Para sortear estos desafíos, el movimiento debate actualmente tres modelos de funcionamiento distinto, expuestos durante su asamblea general, efectuada en Morelia.
El movimiento se ha convertido ya en un verdadero dolor de cabeza para varias embajadas y consulados de México en los cinco continentes. Las protestas, peticiones y presiones de todo tipo realizados por las 52 representaciones de #YoSoy132 en el exterior son un desafío para la diplomacia azteca. Pero sus acciones buscan, también, impactar en los medios de comunicación y los movimientos sociales locales. En Inglaterra, por ejemplo, sus integrantes llevaron mariachis al periódico The Guardian por haber publicado información relevante sobre los vínculos entre Televisa y el candidato presidencial del PRI.
Una de las actividades centrales del movimiento es el rechazo a la imposición de Enrique Peña Nieto. En su pasada asamblea general interuniversitaria, en Morelia, acordó por consenso que la Convención Nacional efectuada en Atenco es un referente de lucha contra la imposición, y que el plan de acción emanado de ella está encaminado a no permitirla.
Como marco de referencia a estos acuerdos, en la misma reunión, la asamblea de académicos del movimiento presentó un posicionamiento político sobre el conflicto poselectoral, en el que señala su convicción de que la imposición no es un hecho consumado.
El hormiguero estudiantil se mueve sin cesar. El inminente regreso a clases en la mayoría de las universidades del país acelerará su actividad. Y, en septiembre, cuando el TEPJF califique los próximos comicios, la actividad será aún mayor. Esto apenas comienza.
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