Francisco Rodriguez / Índice Político
Como escribió Dante Alighieri, “perded toda esperanza…”. Las instancias jurisdiccionales que debieran garantizar la limpieza y equidad del proceso electoral 2012 volverán a apegarse al legalismo, dejarán otra vez el amargo sabor de su parcialidad y, con su muy previsible fallo, provocarán que el ya muy caldeado ánimo social entre en ebullición los últimos tres meses del fatídico calderonato.
¿Qué se requiere para superar o cuando menos intentar superar las implicaciones y complicaciones sociales de lo que muchos consideran será una nueva imposición en la Presidencia de la República?
Hay quienes –y no son pocos-- proponen un gabinete de coalición.
Y recuerdan que en la primera decena de octubre anterior circuló un escrito en el que políticos e intelectuales vislumbraban “una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban”.
Y lo suscribían, entre otros, Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Manlio Fabio Beltrones…
Y más adelante también exponían querer “un sistema político que haga compatibles las diferencias propias de una democracia y las conductas cooperativas propias de una república. El programa de gobierno debe contar con apoyo mayoritario de los representantes de la nación”.
Fue quizá bajo este espíritu que hace unos cuantos días uno de los paniaguados más cercanos al jefe de Gobierno del Distrito Federal me soltó a bocajarro:
“¿Cómo verías a Marcelo Ebrard al frente de la Secretaría de Gobernación –ya sólo un cascarón, sin facultades ni funciones de relieve-- del gobierno de Peña Nieto?”
Como una perversa y muy política jugada magistral que desarmaría a buena parte del movimiento que apoya a Andrés Manuel López Obrador quien lo había propuesto para esa misma cartera, en caso de que se le reconociera el triunfo en las pasadas elecciones.
Pero, “¿él aceptaría?”
La respuesta fue que, inicialmente no, pero que tal vez en una segunda o hasta en una tercera y reiterada invitación el ya “autodestapado” precandidato presidencial a los comicios del 2018 bien podría dar su brazo a torcer, cual se dice popularmente.
La pregunta, empero, es si en el equipo de quien se dice triunfador de las elecciones existe la capacidad, incluso la perversión política para plantear una “solución” de esta envergadura el clima de crispación social que heredarán, agigantado por sus propios hechos, de Felipe Calderón. Así que lo plantee y recibí por respuesta:
“Son discípulos de Carlos Salinas. Lo tienen a él muy cerca.”
Pero, ¿bastaría con la presencia de Ebrard en el gabinete peñista para desarmar a los liderazgos de la izquierda que aún hoy rodean a López Obrador, pero que están a la espera de cualquier pretexto para, otra vez, abandonarlo a su suerte?
Evidentemente no. El jefe del gobierno de la capital nacional representa apenas un capital político que si bien no es mínimo tampoco alcanzaría para desarmar toda la inconformidad. Por tal –me sigue comentando uno de sus funcionarios más allegados en lo personal--, se necesitaría que, cuando menos, otros dos representantes del movimiento lópezobradorista fuesen cooptados por el peñismo.
¿Y quiénes serían esos dos?, sigo inquiriendo.
La respuesta: Cuauhtémoc Cárdenas en Pemex. Juan Ramón de la Fuente en Educación Pública.
Ambas también son propuestas de López Obrador para esos cargos y funciones. Ambas contarían con el visto bueno de los perredistas históricos y del sector de intelectuales todavía en torno del tabasqueño.
Las grandes dudas, empero, permanecen.
¿Tendrían los peñistas las habilidades como para plantear un gabinete de coalición que sume y aglutine a quienes hoy están enfrente cuestionando el triunfo limpio del mexiquense en las urnas?
Pero, sobre todo, ¿podrían imponerse a la maraña de intereses, cuotas y cobro de facturas políticas de los priístas que ya se ven despachando en las oficinas más redituables de la Administración Pública Federal?
Ahí se los dejo de tarea…
Índice Flamígero: Todavía hay niveles. Al término de su sexenio, Ernesto Zedillo fue invitado por la Universidad de Yale, en el circuito de la elitista Ivy League, para que ingresara a su cuerpo docente y a un círculo de investigadores especialmente credo para él. Hoy, Felipe Calderón busca que lo admitan en la Universidad de Texas. + + + Ya nada más le quedan 117 días a este fatídico sexenio.
Como escribió Dante Alighieri, “perded toda esperanza…”. Las instancias jurisdiccionales que debieran garantizar la limpieza y equidad del proceso electoral 2012 volverán a apegarse al legalismo, dejarán otra vez el amargo sabor de su parcialidad y, con su muy previsible fallo, provocarán que el ya muy caldeado ánimo social entre en ebullición los últimos tres meses del fatídico calderonato.
¿Qué se requiere para superar o cuando menos intentar superar las implicaciones y complicaciones sociales de lo que muchos consideran será una nueva imposición en la Presidencia de la República?
Hay quienes –y no son pocos-- proponen un gabinete de coalición.
Y recuerdan que en la primera decena de octubre anterior circuló un escrito en el que políticos e intelectuales vislumbraban “una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban”.
Y lo suscribían, entre otros, Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Manlio Fabio Beltrones…
Y más adelante también exponían querer “un sistema político que haga compatibles las diferencias propias de una democracia y las conductas cooperativas propias de una república. El programa de gobierno debe contar con apoyo mayoritario de los representantes de la nación”.
Fue quizá bajo este espíritu que hace unos cuantos días uno de los paniaguados más cercanos al jefe de Gobierno del Distrito Federal me soltó a bocajarro:
“¿Cómo verías a Marcelo Ebrard al frente de la Secretaría de Gobernación –ya sólo un cascarón, sin facultades ni funciones de relieve-- del gobierno de Peña Nieto?”
Como una perversa y muy política jugada magistral que desarmaría a buena parte del movimiento que apoya a Andrés Manuel López Obrador quien lo había propuesto para esa misma cartera, en caso de que se le reconociera el triunfo en las pasadas elecciones.
Pero, “¿él aceptaría?”
La respuesta fue que, inicialmente no, pero que tal vez en una segunda o hasta en una tercera y reiterada invitación el ya “autodestapado” precandidato presidencial a los comicios del 2018 bien podría dar su brazo a torcer, cual se dice popularmente.
La pregunta, empero, es si en el equipo de quien se dice triunfador de las elecciones existe la capacidad, incluso la perversión política para plantear una “solución” de esta envergadura el clima de crispación social que heredarán, agigantado por sus propios hechos, de Felipe Calderón. Así que lo plantee y recibí por respuesta:
“Son discípulos de Carlos Salinas. Lo tienen a él muy cerca.”
Pero, ¿bastaría con la presencia de Ebrard en el gabinete peñista para desarmar a los liderazgos de la izquierda que aún hoy rodean a López Obrador, pero que están a la espera de cualquier pretexto para, otra vez, abandonarlo a su suerte?
Evidentemente no. El jefe del gobierno de la capital nacional representa apenas un capital político que si bien no es mínimo tampoco alcanzaría para desarmar toda la inconformidad. Por tal –me sigue comentando uno de sus funcionarios más allegados en lo personal--, se necesitaría que, cuando menos, otros dos representantes del movimiento lópezobradorista fuesen cooptados por el peñismo.
¿Y quiénes serían esos dos?, sigo inquiriendo.
La respuesta: Cuauhtémoc Cárdenas en Pemex. Juan Ramón de la Fuente en Educación Pública.
Ambas también son propuestas de López Obrador para esos cargos y funciones. Ambas contarían con el visto bueno de los perredistas históricos y del sector de intelectuales todavía en torno del tabasqueño.
Las grandes dudas, empero, permanecen.
¿Tendrían los peñistas las habilidades como para plantear un gabinete de coalición que sume y aglutine a quienes hoy están enfrente cuestionando el triunfo limpio del mexiquense en las urnas?
Pero, sobre todo, ¿podrían imponerse a la maraña de intereses, cuotas y cobro de facturas políticas de los priístas que ya se ven despachando en las oficinas más redituables de la Administración Pública Federal?
Ahí se los dejo de tarea…
Índice Flamígero: Todavía hay niveles. Al término de su sexenio, Ernesto Zedillo fue invitado por la Universidad de Yale, en el circuito de la elitista Ivy League, para que ingresara a su cuerpo docente y a un círculo de investigadores especialmente credo para él. Hoy, Felipe Calderón busca que lo admitan en la Universidad de Texas. + + + Ya nada más le quedan 117 días a este fatídico sexenio.
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