Finanzas ¿fuertes y sanas?
¿Y los beneficios sociales?
Carlos Fernández-Vega / México SA
Las voces oficiales y las no pocas oficiosas entonan sus cánticos victoriosos de despedida y, entre tantos otros logros, aseguran que el actual inquilino de Los Pinos entregará finanzas (públicas) fuertes y sanas que serán una buena plataforma para impulsar el crecimiento económico de México, algo que, por lo demás, brilló por su ausencia durante la estancia de aquel en la ex hacienda de La Hormiga. A pesar de los últimos reportes sobre el avance económico del país, éste a todas luces no ha sido suficiente para compensar las caídas previas, con lo que en el mejor de los casos el calderonato dice adiós con un promedio anual de crecimiento de 1.8 por ciento, el menor desde los tiempos de Miguel de la Madrid.
Entre los autoelogios más recientes hay que considerar las declaraciones del gobernador del banco central, Agustín Carstens, quien, aparte de celebrar la fortaleza y la salud económica del país, aseguró que México “está preparado para enfrentar cualquier crisis económica que se genere a nivel internacional, ya que se cuenta con cifras y estadísticas para navegar en aguas turbulentas. La realidad es que este tema nos va a generar, nos puede generar alguna turbulencia –nadie está exento en caso de que haya un descalabro mayor en Europa–, pero lo importante es que si se diera algo de ese tipo es en un entorno de una economía fuerte”. Algo similar dijo en 2008, pero le falló la bola de cristal.
Pero bueno, no todos se suman a la generosa auto ovación del gobierno saliente, como en el caso del Centro de Investigación en Economía y Finanzas (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, cuyos investigadores advierten que el crecimiento económico de 4.1 por ciento reportado por el Inegi para el segundo trimestre del presente año debería ser una buena noticia, pero habría que preguntarse si efectivamente dicha evolución se traduce en un aumento del bienestar para todos los mexicanos. Evidentemente, el aumento en la generación de riqueza es necesario; el problema surge cuando se tiene una distribución desigual de los beneficios. La precarización del empleo es una primera limitante: el hecho de que millones de mexicanos tengan una ocupación laboral en condiciones de mayor marginalidad, con menores prestaciones y salarios, implica que en realidad reciben una baja proporción de las ganancias asociadas a un mayor crecimiento económico
No sólo eso: a lo anterior debe agregarse un segundo elemento, que no es otro que el correspondiente a la ostentosa presencia de monopolios y oligopolios. El control que algunas empresas tienen sobre ciertos sectores productivos también es una restricción para alcanzar una mejor distribución de la riqueza: las pequeñas y medianas empresas tienen menor rentabilidad, pagan salarios más bajos y otorgan escasas prestaciones. De igual forma las unidades productivas más pequeñas tienen escaso acceso al financiamiento, o les resulta demasiado caro, su esperanza de vida es inferior a un año y muchas de ellas se encuentran en la informalidad.
Fomentar la competencia económica, apunta el CIEN, debería ser una prioridad económica y social; el problema es que ello se complica cuando se tiene un Estado capturado por grupos de poder fáctico. Particularmente delicada es la actual situación de México, una transición política que se ha complicado por la existencia de un marco institucional que no corresponde con sus necesidades de progreso económico y social. Un tercer aspecto a contemplar es la pobreza. El aumento de las condiciones de marginalidad se da con presencia de crecimiento, situación agravada por el incremento de los precios en alimentos. Lo anterior genera un entorno poco favorable para la estabilidad del país, y pone en relieve el hecho de que México perdió la capacidad de garantizar el bienestar de las necesidades más básicas aun en un entorno favorable, cuando el país crece.
¿Es suficiente contar con abultadas reservas internacionales y la generación de una importante cantidad de empleos (en realidad, sólo uno de cada tres de los que demandan los mexicanos en el sector formal) para presumir una economía fuerte? Sólo la propaganda oficial avala tal versión, pero en los hechos la carencia de mecanismos efectivos que favorezcan la distribución de la riqueza es una consecuencia del modelo económico actual: se ha buscado alcanzar el crecimiento mediante salarios cada día más reducidos, situación que ha debilitado el mercado interno. La falla en el modelo económico radica en que no tiene un objetivo social real y la coyuntura lo muestra: se puede tener inversión, crecimiento, generación de empleo y una cuestionable estabilidad macroeconómica sin que ello se traduzca en un mejor entorno para la población y las pequeñas y medianas empresas.
El CIEN subraya que la falta de competitividad de la economía mexicana termina por exacerbar la situación descrita y la razón es muy simple: la falta de desarrollo científico y tecnológico que fomente mayor productividad para todas las empresas del país propicia una heterogeneidad en la planta industrial, tanto a nivel regional como sectorial. Con ello se genera desigualdad estructural, la cual es atribuible al limitado acceso a la tecnología: aquellas empresas que tienen capacidad financiera acceden al progreso tecnológico, tanto por la posibilidad de generar innovación propia como por la adquisición a terceros. Lo anterior les permite incrementar su productividad, la cuestión es que las unidades económicas sin dicha posibilidad terminan por ajustar sus costos de producción donde les es más fácil: sueldos y prestaciones, regularmente.
La mejora en la distribución de la riqueza es una quimera, puntualiza el citado centro académico, básicamente porque la mayor parte de la población se emplea en pequeñas empresas, que no pueden repartir lo que no tienen. En este escenario, el Estado mexicano no podrá incidir mientras permanezca capturado por intereses particulares. Entonces, finanzas (públicas) fuertes y sanas, de acuerdo con la versión oficial, pero sin beneficios concretos para los mexicanos. Abundante riqueza, sí, pero concentrada en muy pocas manos, cada vez menos, mientras el resto de los mexicanos se suma al ejército de pobres.
Las rebanadas del pastel
La Catrina debe estar feliz, pues para ella México es uno de los países más productivos del orbe: 27 mil 199 homicidios durante 2011, a razón promedio diario de casi 75 cadáveres, o si se prefiere poco más de tres por hora, de acuerdo con la estadística más reciente del Inegi. Y si ese resultado se compara con el de 2010, entonces el número de asesinatos creció más que la economía fuerte y sana que se presume desde el micrófono oficial: 5.5 por ciento contra 3.9, respectivamente.
¿Y los beneficios sociales?
Carlos Fernández-Vega / México SA
Las voces oficiales y las no pocas oficiosas entonan sus cánticos victoriosos de despedida y, entre tantos otros logros, aseguran que el actual inquilino de Los Pinos entregará finanzas (públicas) fuertes y sanas que serán una buena plataforma para impulsar el crecimiento económico de México, algo que, por lo demás, brilló por su ausencia durante la estancia de aquel en la ex hacienda de La Hormiga. A pesar de los últimos reportes sobre el avance económico del país, éste a todas luces no ha sido suficiente para compensar las caídas previas, con lo que en el mejor de los casos el calderonato dice adiós con un promedio anual de crecimiento de 1.8 por ciento, el menor desde los tiempos de Miguel de la Madrid.
Entre los autoelogios más recientes hay que considerar las declaraciones del gobernador del banco central, Agustín Carstens, quien, aparte de celebrar la fortaleza y la salud económica del país, aseguró que México “está preparado para enfrentar cualquier crisis económica que se genere a nivel internacional, ya que se cuenta con cifras y estadísticas para navegar en aguas turbulentas. La realidad es que este tema nos va a generar, nos puede generar alguna turbulencia –nadie está exento en caso de que haya un descalabro mayor en Europa–, pero lo importante es que si se diera algo de ese tipo es en un entorno de una economía fuerte”. Algo similar dijo en 2008, pero le falló la bola de cristal.
Pero bueno, no todos se suman a la generosa auto ovación del gobierno saliente, como en el caso del Centro de Investigación en Economía y Finanzas (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, cuyos investigadores advierten que el crecimiento económico de 4.1 por ciento reportado por el Inegi para el segundo trimestre del presente año debería ser una buena noticia, pero habría que preguntarse si efectivamente dicha evolución se traduce en un aumento del bienestar para todos los mexicanos. Evidentemente, el aumento en la generación de riqueza es necesario; el problema surge cuando se tiene una distribución desigual de los beneficios. La precarización del empleo es una primera limitante: el hecho de que millones de mexicanos tengan una ocupación laboral en condiciones de mayor marginalidad, con menores prestaciones y salarios, implica que en realidad reciben una baja proporción de las ganancias asociadas a un mayor crecimiento económico
No sólo eso: a lo anterior debe agregarse un segundo elemento, que no es otro que el correspondiente a la ostentosa presencia de monopolios y oligopolios. El control que algunas empresas tienen sobre ciertos sectores productivos también es una restricción para alcanzar una mejor distribución de la riqueza: las pequeñas y medianas empresas tienen menor rentabilidad, pagan salarios más bajos y otorgan escasas prestaciones. De igual forma las unidades productivas más pequeñas tienen escaso acceso al financiamiento, o les resulta demasiado caro, su esperanza de vida es inferior a un año y muchas de ellas se encuentran en la informalidad.
Fomentar la competencia económica, apunta el CIEN, debería ser una prioridad económica y social; el problema es que ello se complica cuando se tiene un Estado capturado por grupos de poder fáctico. Particularmente delicada es la actual situación de México, una transición política que se ha complicado por la existencia de un marco institucional que no corresponde con sus necesidades de progreso económico y social. Un tercer aspecto a contemplar es la pobreza. El aumento de las condiciones de marginalidad se da con presencia de crecimiento, situación agravada por el incremento de los precios en alimentos. Lo anterior genera un entorno poco favorable para la estabilidad del país, y pone en relieve el hecho de que México perdió la capacidad de garantizar el bienestar de las necesidades más básicas aun en un entorno favorable, cuando el país crece.
¿Es suficiente contar con abultadas reservas internacionales y la generación de una importante cantidad de empleos (en realidad, sólo uno de cada tres de los que demandan los mexicanos en el sector formal) para presumir una economía fuerte? Sólo la propaganda oficial avala tal versión, pero en los hechos la carencia de mecanismos efectivos que favorezcan la distribución de la riqueza es una consecuencia del modelo económico actual: se ha buscado alcanzar el crecimiento mediante salarios cada día más reducidos, situación que ha debilitado el mercado interno. La falla en el modelo económico radica en que no tiene un objetivo social real y la coyuntura lo muestra: se puede tener inversión, crecimiento, generación de empleo y una cuestionable estabilidad macroeconómica sin que ello se traduzca en un mejor entorno para la población y las pequeñas y medianas empresas.
El CIEN subraya que la falta de competitividad de la economía mexicana termina por exacerbar la situación descrita y la razón es muy simple: la falta de desarrollo científico y tecnológico que fomente mayor productividad para todas las empresas del país propicia una heterogeneidad en la planta industrial, tanto a nivel regional como sectorial. Con ello se genera desigualdad estructural, la cual es atribuible al limitado acceso a la tecnología: aquellas empresas que tienen capacidad financiera acceden al progreso tecnológico, tanto por la posibilidad de generar innovación propia como por la adquisición a terceros. Lo anterior les permite incrementar su productividad, la cuestión es que las unidades económicas sin dicha posibilidad terminan por ajustar sus costos de producción donde les es más fácil: sueldos y prestaciones, regularmente.
La mejora en la distribución de la riqueza es una quimera, puntualiza el citado centro académico, básicamente porque la mayor parte de la población se emplea en pequeñas empresas, que no pueden repartir lo que no tienen. En este escenario, el Estado mexicano no podrá incidir mientras permanezca capturado por intereses particulares. Entonces, finanzas (públicas) fuertes y sanas, de acuerdo con la versión oficial, pero sin beneficios concretos para los mexicanos. Abundante riqueza, sí, pero concentrada en muy pocas manos, cada vez menos, mientras el resto de los mexicanos se suma al ejército de pobres.
Las rebanadas del pastel
La Catrina debe estar feliz, pues para ella México es uno de los países más productivos del orbe: 27 mil 199 homicidios durante 2011, a razón promedio diario de casi 75 cadáveres, o si se prefiere poco más de tres por hora, de acuerdo con la estadística más reciente del Inegi. Y si ese resultado se compara con el de 2010, entonces el número de asesinatos creció más que la economía fuerte y sana que se presume desde el micrófono oficial: 5.5 por ciento contra 3.9, respectivamente.
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