Arreglos orquestales

"La Emboscada"
Marcha contra EPN
Banxico, virginal

Julio Hernández López / Astillero


El calderonista Ernesto Cordero presidirá la mesa directiva de la cámara de senadores para testimoniar la asunción de Enrique Peña Nieto como nuevo ocupante de Los Pinos bajo contrato mercantil, en un gesto de clara intencionalidad política que confirma y consolida el pacto electoral del felipismo con el exgobernador del Estado de México. La instalación de Cordero da un puntual adelanto del corregido arreglo orquestal que anima a panistas y priistas (las "reformas estratégicas" como principal objetivo a aprobar en el congreso federal), con el concurso amable del perredismo Chucho que con Miguel Barbosa de la mano de Emilio Gamboa (como Carlos Navarrete lo estuvo de Manlio Fabio Beltrones en su momento) participa gustoso en el reparto que a sí misma se hace la partidocracia en cuanto a presidencias de comisiones, vicepresidencias directivas y otras prebendas.

El tribunal electoral juega a aparentar que se quiebra la cabeza estudiando y valorando el expediente presidencial aunque todo mundo sabe ya el sentido de la resolución definitiva. Menos cuidadosos de las formas, los principales allegados del priista que está por ser declarado presidente electo se apresuran a ir tomando control del aparato federal: el secretario de gobernación, Alejandro Poiré, se pasa un par de horas atendiendo a Luis Videgaray, el hombre de máxima confianza de quien aún no es declarado presidente electo. Por otro lado, el asesor colombiano de EPN en materia de seguridad pública y virtual representante de los intereses estadounidenses en México en materia de "combate" al narcotráfico, Óscar Naranjo, se ha reunido con el secretario de seguridad pública del gobierno capitalino marcelista, Manuel Mondragón y Kalb. Activismo abierto de personajes peñanietistas aun cuando, formalmente, el TEPJF no ha validado los resultados comerciales del caso.
Actores nacionales y extranjeros escenifican la más reciente entrega ("La Emboscada") de la exitosa serie de acción que en México se rueda desde diciembre de 2006 en escenarios reales y con temática bélica. Un laberíntico guionista jolivudense se sentiría feliz de tener en sus manos los ingredientes esenciales de lo sucedido a la altura de Tres Marías, rumbo a Cuernavaca. Tragedia de enredos, roles contrapuestos: dos interventores estadounidenses viajando a bordo de una camioneta blindada con placas diplomáticas y un capitán de la Marina son perseguidos y puestos bajo fuego de alto calibre por policías federales que dicen haber confundido a los jefes trasnacionales y al acompañante nativo con secuestradores del rumbo, lo que de manera natural les estaría facultando para, sin mayor indagación, tratar de acribillarlos a bordo de la resistente camioneta. El episodio en mención exhibe algunos de los peores rasgos de la herencia de entreguismo que deja mister Calderón (quien aspira a irse a vivir al país donde más se consume lo que desde México hizo como que combatía en cuanto a producción y distribución, con un enorme saldo funerario, todo un récord mundial, tanto en función del número de caídos físicamente por muerte como de los caídos cívicamente por indiferencia). La administración felipista abrió las puertas a la mayor intervención silenciosa (ni tanto) de Estados Unidos en el manejo de asuntos mexicanos de seguridad pública, asociados los gringos sobre todo con la Marina y confrontados en menor grado con el Ejército y de manera abierta con la policía federal garcialunática.

Lo sucedido en Tres Marías tiene tufo de pleito en las máximas alturas por el control del negocio que sigue siendo altamente productivo, como si uno de los bandos peleara contra el otro para frenar golpes o investigaciones en curso, como si cada una de las partes protegiera a sus favoritos aún a costa de confrontar a ráfagas a los contrarios. La partitura trágica de fin de sexenio tiene peculiares arreglos tapatíos como pudo verse este sábado, con narcobloqueos en la capital y en otros puntos de Jalisco, donde de manera singular han sido botados del cargo los gerentes regionales asociados al cártel de Sinaloa, tanto Ignacio Coronel, quien fue acribillado en julio de 2010, como Nemesio Oseguera, jefe del Cártel de Jalisco Nueva Generación y también aliado al Chapo Guzmán, cuya detención en este fin de semana generó las nuevas acometidas viales y un estado de alerta en la zona occidental del país.

En medio de esos arreglos y desarreglos, pifias y enmendaduras entre los que se van sin querer hacerlo y los que desesperan por hacer ya oficial su arribo, persiste la alerta ciudadana respecto al fallo del tribunal electoral a favor de Peña Nieto. Ayer hubo nuevas expresiones públicas de rechazo a la instalación del mexiquense en la Presidencia de la República, mediante una marcha capitalina del Ángel al Zócalo, cada vez más definido el segmento social que considera inaceptable la manera como se realizaron los comicios de julio pasado pero aún nebuloso el camino exacto que habrá de seguir. Hay, desde luego, una tendencia natural a la protesta activa y la movilización masiva, sobre todo entre los jóvenes y los estudiantes, pero el contexto político general debe ser leído con cuidado para encontrarle viabilidad política a ese movimiento contra el cual ya están nítidamente enlazados múltiples factores de poder tradicional.

Y, mientras ha muerto Roberto González Barrera (Gruma y Banorte), cuya historia de éxito empresarial siempre estuvo asociada al contexto del poder político, sobre todo en sus vertientes priistas, ¡hasta mañana, con el Banco de México patinando para explicar que sí pero no: es decir, que sí se modificaron documentos correspondientes a una transferencia por 50 millones de pesos, como denunciaron Ricardo Monreal y AMLO, presumiblemente para financiar la campaña presidencial del PRI, pero que eso sucedió porque el casi virginal banco central, dirigido por Agustín Carstens, "recibió instrucciones explícitas del banco receptor de los recursos para corregir información inconsistente, que provenía de una deficiencia en el sistema del propio banco receptor"! (fin) .

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