Superhéroes

CSG/Aspe/Videgaray
Osorio y Murillo (gulp)
El mago Felipe

Julio Hernández López / Astillero


Para que no haya dudas respecto a la manera en que planea gobernar al país (si el tribunal electoral convalida el primer triunfo, que le ha asignado el IFE), Enrique Peña Nieto decidió mostrar una tercia de personajes sombríos que constituyen su oferta de renovación y modernidad.

El más renombrado de ellos en fechas recientes es Luis Videgaray, quien ha fungido como coordinador de la campaña presidencial priísta y es entendido por muchos observadores como una especie de encargado de dar cotidiano mantenimiento mayor a la figura de su jefe formal, cuyas carencias y tropiezos usualmente trataban de alcanzar remedio mediante el conjuro de pronunciar el apellido con trazo de salvavidas: ¡Videgaray!, ha sido la fórmula heráldica del ex gobernador del estado de México en sus frecuentes momentos de atoro.

Videgaray representa, por lo demás, como bien lo recordó ayer en Twitter el columnista jornalero Carlos Fernández-Vega (@cafevega) a Pedro Aspe Armella. No solamente (a partir de aquí los comentarios son de autoría astillada) en cuanto a pertenencia a equipos políticos sino, particularmente, en cuanto a la representación y sostenimiento de los intereses coaligados en torno a la figura de Carlos Salinas de Gortari, quien tuvo como secretario de Hacienda al citado Aspe (a quien ahora se menciona como posible secretario de relaciones exteriores si se confirma el triunfo priísta). Es decir, por la vía de Videgaray-Aspe, tanto en la campaña como en su futuro cargo de gobierno (si es ratificado el triunfo de EPN), ya sea éste la misma secretaría de Hacienda o una jefatura de la oficina de Peña Nieto, al estilo de José María Córdoba con Salinas de Gortari, el muy activo ex presidente ha tenido el control de las inversiones empresariales en materia electoral y tendrá garantía del correspondiente pago desde el gobierno al triunfo de la lucrativa causa.

Los otros dos miembros de la anunciada trinidad fueron gobernadores del estado de Hidalgo. No sólo el entorno geográfico ha definido su práctica política a partir de caciquismo, atraso, explotación, corrupción y trampas (la realidad de esa región), sino que ellos mismos han mostrado una aplicada predisposición a compenetrarse de esas características, verdaderos doctorados en priísmo jurásico.

Ambos parecieran encaminarse a tareas de índole netamente política. Miguel Ángel Osorio Chong, que deja la secretaría de organización del PRI nacional para coordinar el área de diálogo y acuerdos políticos, está siendo mencionado como principal carta rumbo a la Secretaría de Gobernación. Jesús Murillo Karam, a partir del encargo de coordinar los asuntos jurídicos, y en especial la defensa del triunfo peñanietista en litigio, parecería enfilarse hacia áreas en las que sería más útil su depurado estilo de golpeteo rudo y marrullería extrema. Es decir, la Secretaría de Seguridad Pública (desde donde tendría la delicada tarea de desmontar el aparato de corrupción de Genaro García Luna e instalar el propio, con obligaciones de pago a financistas de campaña y con el propósito estratégico de pacificar al país mediante nuevos acuerdos sexenales), o la Procuraduría General de la República, si hay un nuevo rediseño de funciones que devuelva fuerza a esta área.

Los presuntos superhéroes del futuro (que estaría por ser confirmado por el tribunal electoral) harán entrenamiento a la sombra, mientras otro personaje de esa farándula trágica vuelve a escena con un libreto que parece enredado y contradictorio. El mago Felipe aparece y desaparece apoyos conforme a su personalísimo interés electoral conviene. Una noche de domingo saltó por encima de todo para dar su respaldo inmediato al priísta Peña Nieto, urgido en ese momento, al igual que el propio Calderón, de cerrar el paso a cualquier posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador pudiera asomar como aspirante a ganador. El talante casi sonriente del ocupante de Los Pinos, apenas conteniendo un aparente placer por la derrota de AMLO y la malquerida Josefina, parecía la confirmación pública de una alianza con el priísmo peñanietista: reconocimiento y apoyo a cambio de impunidad para el calderonismo y viabilidad para convertirse en la segunda fuerza política, aunque hubiera sido la tercera electoral.

Pero el voraz mago Felipe no pareciera haberse quedado conforme con los arreglos de los recientes días o ha decidido dar un golpe más hacia delante en su acariciado proyecto de siempre de llevar el proceso electoral a terrenos de descomposición e inviabilidad que abran paso a nuevos escenarios, actores y desenlaces. Si el asunto correspondiera a grados de entendimiento insatisfechos, promesas no cumplidas o pactos no cerrados, Calderón lo que estaría haciendo es encarecer el costo de la negociación. En ese plano, la vuelta a las sonrisas compartidas será cuestión de tiempo, de pocos días.

A menos que el mago de Los Pinos considere que ha quedado desactivado López Obrador (aunque todavía haya de transitar otro plantón de desahogo, ahora en lo judicial y a través de manifestaciones públicas con mayoría juvenil) y que aún puede entrampar y desactivar a Peña Nieto, añadiendo su voz, y la del panismo al que mantiene sometido a sus instrucciones, al proceso de descalificación política de Peña Nieto, abriendo así posibilidades de una resolución judicial en contra del PRI que ya se hace con el poder en la bolsa. Tirar abajo el proceso electoral, a partir de los monederos electrónicos que al súbitamente demócrata Felipe le parecieron muestra inaceptable de fallas que deben investigarse y, en su caso, castigarse, abriría nuevas vías, forzadas, de entendimiento y reacomodos. Aunque, por lo que se ve, a Calderón, familia y primer círculo, lo que les urge es negociar protección sexenal y ser tomados en cuenta en el reparto del botín en puerta.

Y, mientras AMLO fija hoy su postura respecto al triunfo de EPN ya reconocido por el IFE, con expedientes judiciales en curso y megamarchas en todo el país este sábado, ya concurrentes los ánimos de un segmento del 132 y del lopezobradorismo, ¡hasta mañana!

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