Contra la imposición
Más allá de candidatos
¿Qué harán PRI y EPN?
Julio Hernández López / Astillero
A los múltiples y graves problemas que ha acumulado el sistema político mexicano, sobre todo en materia de sucesión presidencial y especialmente en sus vertientes de legalidad y legitimidad, se añade ahora la persistencia y consolidación de un movimiento social sin estructuras tradicionales de organización, formado por miles de ciudadanos solamente regidos por sí mismos, creativo y marcadamente consciente, que impugna sin atajos ni puentes la anunciada imposición de Enrique Peña Nieto como aún más peligroso relevo del catastrófico y violento ocupante actual de Los Pinos.
No es un hecho menor, aunque buena parte de los medios de comunicación han sido comisionados para menospreciarlo e incluso difamarlo, ni tampoco es solamente estudiantil o juvenil, aunque esa presencia sea mayoritaria y muy notable, como nunca en este tipo de movilizaciones. Aun cuando se centra en el rechazo a la instalación en la Presidencia de la República de alguien a quien se considera comprador y no ganador de los comicios correspondientes, su caracterización no es necesariamente partidista o electoral. Es muy importante entender que al combatir a quien estiman que ganó a la mala no están convirtiéndose al mismo tiempo en promotores o defensores de quien quedó oficialmente en segundo lugar y que, de aceptarse la tesis del fraude electoral, sería el verdadero ganador "moral", pero no restituible por sí mismo en este proceso, pues lo que se demanda es su invalidación y no su depuración. El movimiento va más allá de López Obrador y los partidos que lo postularon, e incluso en franjas importantes hay rechazo o cuando menos clara distancia de los vaivenes de la farándula electoral.
Tal conformación, inusual en el catálogo de las protestas posteriores a los comicios, no está siendo procesada con inteligencia y astucia por la élite priísta, que según famas ahora en fuga habría obtenido en siete décadas impresionante doctorado en la manera de absorber o disolver movimientos en su contra. El peñanietismo está reaccionando con el mismo éxito que un especialista en excavaciones y demoliciones en caso de que fuera llevado a una operación quirúrgica.
El presunto presidente Peña (PP?) se ha instalado en una fase de pasmo, incredulidad y enojo que pareciera involuntaria continuación de la noveleta iniciada en la Universidad Iberoamericana un viernes negro de mayo. Su equipo sostiene la misma actitud y parecidos argumentos, atribuyendo los actuales actos de oposición a factores artificiales, provocados a partir de engaños y manipulación, sin entender las razones del retador enojo creciente y, por tanto, sin trazar una salida política viable, sin encajonarse en el recurso tan aparentemente fácil como evidentemente explosivo del uso de la fuerza pública (¿lo haría Calderón, conforme a los acuerdos nocturnos de Los Pinos con EPN?) para hacer cumplir la históricamente maltrecha ley.
Ayer, por ejemplo, el súbitamente estelar Pedro Joaquín Coldwell dijo que las acusaciones de fraude (Monex y Soriana, por dar dos ejemplos) ofenden a los mexicanos. Manlio Fabio Beltrones, quien no forma parte de los círculos cercanos a EPN, ni goza de su confianza (menos si se toma en cuenta que en las especulaciones respecto a invalidez de las elecciones presidenciales se le incluye invariablemente como pieza de natural presencia en diversas combinaciones posibles), se asomó ayer al foro para decir que el país no merece más zozobra.
Mientras ese priísmo socialmente iletrado se revuelve en busca de algo similar a una solución, el lopezobradorismo coloca en las calles sus instrumentos de medición para calcular hasta dónde llega la irritación popular (no tanto por el despojo a un candidato, sino por el robo electoral en sí). El ex candidato tabasqueño está atado por los compromisos de "civilidad" y por las cesiones a adversarios internos que hubo de hacer para sostener su postulación presidencial, pero se mantiene atento al rumbo de los vientos.
Al fondo del escenario de su corriente asoma, poco exitosa, rebasada por los acontecimientos, sonoramente fallida en la vigilancia de casillas, la expectativa organizativa denominada Morena. Pero, más allá de la posibilidad de intentar la constitución de un nuevo partido político, esa vertiente de izquierda sabe que debe reponerse y reinstalarse para combatir fragorosamente las iniciativas de reformas legislativas y los planes con los que PRI y PAN pretenden gobernar y repartirse el pastel del sexenio venidero.
Sin embargo, la gran incógnita está alojada en los equívocos dominios del priísmo encopetado. El futuro de la nación será definido por la manera en que el peñanietismo decida enfrentar al movimiento ciudadano que se opone a su llegada a Los Pinos. Lo visto ayer confirma que se está en presencia de un movimiento de mexicanos que en las principales ciudades del país, y en muchas otras plazas del extranjero, está decidido a luchar contra el sistema político vigente, contra su deplorable juego de partidos, contra las candidaturas y los cargos que constituyen un botín para los membretes de siempre.
Cauce y satisfacción a sus demandas de evolución política verdadera deben darse en las semanas venideras a ese movimiento, con la continuación de las protestas, con el impacto del ejemplo de lucha cívica, con el uso inteligente de las redes sociales para suplir y combatir la desinformación de los grandes medios tradicionales, con la alegría creativa y la convicción individual de que las cosas no pueden ni deben seguir así. La tentación autoritaria ha de ser desechada en las alturas de tres colores y en su aliado represor, el calderonismo subido ya al mismo carro 2012-2018. Tanta energía y entusiasmo cívicos en favor del cambio no deben quedar en la frustración.
Y, mientras el tema de la venta de armas en Estados Unidos es puesto sobre la mesa de discusión por las lamentables muertes sucedidas en Aurora, Colorado (aunque muestras de esos daños se tienen por decenas de miles en países como el nuestro), ¡hasta mañana, con el PAN soñando con resurrecciones a mediano plazo!
Más allá de candidatos
¿Qué harán PRI y EPN?
Julio Hernández López / Astillero
A los múltiples y graves problemas que ha acumulado el sistema político mexicano, sobre todo en materia de sucesión presidencial y especialmente en sus vertientes de legalidad y legitimidad, se añade ahora la persistencia y consolidación de un movimiento social sin estructuras tradicionales de organización, formado por miles de ciudadanos solamente regidos por sí mismos, creativo y marcadamente consciente, que impugna sin atajos ni puentes la anunciada imposición de Enrique Peña Nieto como aún más peligroso relevo del catastrófico y violento ocupante actual de Los Pinos.
No es un hecho menor, aunque buena parte de los medios de comunicación han sido comisionados para menospreciarlo e incluso difamarlo, ni tampoco es solamente estudiantil o juvenil, aunque esa presencia sea mayoritaria y muy notable, como nunca en este tipo de movilizaciones. Aun cuando se centra en el rechazo a la instalación en la Presidencia de la República de alguien a quien se considera comprador y no ganador de los comicios correspondientes, su caracterización no es necesariamente partidista o electoral. Es muy importante entender que al combatir a quien estiman que ganó a la mala no están convirtiéndose al mismo tiempo en promotores o defensores de quien quedó oficialmente en segundo lugar y que, de aceptarse la tesis del fraude electoral, sería el verdadero ganador "moral", pero no restituible por sí mismo en este proceso, pues lo que se demanda es su invalidación y no su depuración. El movimiento va más allá de López Obrador y los partidos que lo postularon, e incluso en franjas importantes hay rechazo o cuando menos clara distancia de los vaivenes de la farándula electoral.
Tal conformación, inusual en el catálogo de las protestas posteriores a los comicios, no está siendo procesada con inteligencia y astucia por la élite priísta, que según famas ahora en fuga habría obtenido en siete décadas impresionante doctorado en la manera de absorber o disolver movimientos en su contra. El peñanietismo está reaccionando con el mismo éxito que un especialista en excavaciones y demoliciones en caso de que fuera llevado a una operación quirúrgica.
El presunto presidente Peña (PP?) se ha instalado en una fase de pasmo, incredulidad y enojo que pareciera involuntaria continuación de la noveleta iniciada en la Universidad Iberoamericana un viernes negro de mayo. Su equipo sostiene la misma actitud y parecidos argumentos, atribuyendo los actuales actos de oposición a factores artificiales, provocados a partir de engaños y manipulación, sin entender las razones del retador enojo creciente y, por tanto, sin trazar una salida política viable, sin encajonarse en el recurso tan aparentemente fácil como evidentemente explosivo del uso de la fuerza pública (¿lo haría Calderón, conforme a los acuerdos nocturnos de Los Pinos con EPN?) para hacer cumplir la históricamente maltrecha ley.
Ayer, por ejemplo, el súbitamente estelar Pedro Joaquín Coldwell dijo que las acusaciones de fraude (Monex y Soriana, por dar dos ejemplos) ofenden a los mexicanos. Manlio Fabio Beltrones, quien no forma parte de los círculos cercanos a EPN, ni goza de su confianza (menos si se toma en cuenta que en las especulaciones respecto a invalidez de las elecciones presidenciales se le incluye invariablemente como pieza de natural presencia en diversas combinaciones posibles), se asomó ayer al foro para decir que el país no merece más zozobra.
Mientras ese priísmo socialmente iletrado se revuelve en busca de algo similar a una solución, el lopezobradorismo coloca en las calles sus instrumentos de medición para calcular hasta dónde llega la irritación popular (no tanto por el despojo a un candidato, sino por el robo electoral en sí). El ex candidato tabasqueño está atado por los compromisos de "civilidad" y por las cesiones a adversarios internos que hubo de hacer para sostener su postulación presidencial, pero se mantiene atento al rumbo de los vientos.
Al fondo del escenario de su corriente asoma, poco exitosa, rebasada por los acontecimientos, sonoramente fallida en la vigilancia de casillas, la expectativa organizativa denominada Morena. Pero, más allá de la posibilidad de intentar la constitución de un nuevo partido político, esa vertiente de izquierda sabe que debe reponerse y reinstalarse para combatir fragorosamente las iniciativas de reformas legislativas y los planes con los que PRI y PAN pretenden gobernar y repartirse el pastel del sexenio venidero.
Sin embargo, la gran incógnita está alojada en los equívocos dominios del priísmo encopetado. El futuro de la nación será definido por la manera en que el peñanietismo decida enfrentar al movimiento ciudadano que se opone a su llegada a Los Pinos. Lo visto ayer confirma que se está en presencia de un movimiento de mexicanos que en las principales ciudades del país, y en muchas otras plazas del extranjero, está decidido a luchar contra el sistema político vigente, contra su deplorable juego de partidos, contra las candidaturas y los cargos que constituyen un botín para los membretes de siempre.
Cauce y satisfacción a sus demandas de evolución política verdadera deben darse en las semanas venideras a ese movimiento, con la continuación de las protestas, con el impacto del ejemplo de lucha cívica, con el uso inteligente de las redes sociales para suplir y combatir la desinformación de los grandes medios tradicionales, con la alegría creativa y la convicción individual de que las cosas no pueden ni deben seguir así. La tentación autoritaria ha de ser desechada en las alturas de tres colores y en su aliado represor, el calderonismo subido ya al mismo carro 2012-2018. Tanta energía y entusiasmo cívicos en favor del cambio no deben quedar en la frustración.
Y, mientras el tema de la venta de armas en Estados Unidos es puesto sobre la mesa de discusión por las lamentables muertes sucedidas en Aurora, Colorado (aunque muestras de esos daños se tienen por decenas de miles en países como el nuestro), ¡hasta mañana, con el PAN soñando con resurrecciones a mediano plazo!
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