Presidencia Soriana

Dinosaurio-mapache
Usted disculpe
Victorias sin gloria

Julio Hernández López / Astillero


Muy poco duró el barniz de limpieza y legalidad sobre el rostro del dinosaurio-mapache. No terminaban los voceros del PRI de ensayar poses de solemnidad para sostener que su candidato presidencial era la encarnación de la democracia impoluta cuando ya se multiplicaban las grotescas pruebas de la descomunal compra de votos que se realizó para favorecer a Enrique Peña Nieto.

Infame modernización del fraude electoral: tarjetas de prepago en lugar del voto libre, cajas registradoras en lugar de conteo de sufragios, carritos de supermercado en lugar de urnas, las tiendas Soriana como fuente de legitimidad en rectángulos de plástico: una candidatura de telenovela que acaba en escándalos de supermercados bajo compras de pánico y en representantes de casilla que se manifiestan en protesta pública porque los compradores partidistas no cumplen el contrato mercantil a la palabra y a la foto del celular.

Metralla mediática concertada para responder a la difusión de las escenas inapelables: dudar de los resultados alegremente anunciados la noche del domingo pasado por el eje IFE-Los Pinos-Peña Nieto sería faltarle al respeto al trabajo de un millón de ciudadanos que de manera ejemplar ejercieron funciones electorales, dicen los jilgueros reactivados. En realidad, han sido esos delincuentes partidistas los que le han faltado al respeto a ese millón cívico que en su mayoría cumplió con honradez el encargo de conducir el proceso comicial en casillas: los ciudadanos vigilaban detalles procesales, se afanaban en estampar firmas y en verificar identidades, cuidaban la recta aplicación de las reglas sobre lo inmediato y contaban boletas para asentar resultados, sin saber que el fraude 2012 fue extracasillas, comenzando con las encuestas mentirosas que fueron sembradas con toda intención para fabricar la percepción de imbatibilidad del generoso Peña Nieto, siguiendo con la complicidad de los comentaristas e intelectuales que se apoyaban furiosamente en los datos científicos de esas encuestas sobre pedido y terminando con la operación ruleta y otras formas de mapachería cometidas fuera del radio de observación de los ciudadanos encargados de las casillas.

Fraude sin castigo, crimen social en la impunidad: dedicado profesionalmente a propagar el inevitable advenimiento arrollador de Enrique Peña Nieto, según la Biblia demoscópica diariamente actualizada por los arcángeles de GEA-ISA, el directivo de Milenio Ciro Gómez Leyva simplemente asume al final del proceso convenido que hubo errores, ofrece disculpas y anuncia que termina en ese diario el experimento de encuestas de opinión que día a día fue imponiendo en la percepción colectiva que Peña Nieto era un puntero sin riesgo alguno de perder, todo un fenómeno de popularidad y carisma, electoralmente inalcanzable.

GEA-Isa fue usada para similares fines seis años atrás, con la consigna de instalar la especie de que el muy rezagado Calderón alcanzaba y remontaba de pronto al consistente delantero de entonces, López Obrador. El director de la empresa de encuestas, Guillermo Valdés, fue premiado con la dirección del Cisen y uno de los principales accionistas, Jesús Reyes Heroles González Garza, fue llevado a la dirección de Pemex. Aun así, esa firma fue utilizada como presunta fuente objetiva, imparcial y confiable para sostener que Peña Nieto ganaría con 18 puntos de diferencia. Los resultados oficiales, sujetos a fundada impugnación, fueron casi tres veces menores que lo machaconamente augurado. Pero todo se arregla con filosofía de barandilla policiaca: usted disculpe.

Si de hombres apuestos se tratara, Quentin Tarantino podría filmar en México una segunda versión de la película que con Brad Pitt como actor principal se tituló Bastardos sin gloria. Ahora se llamaría Victorias sin gloria, con algún galán local en el papel ejecutivo. No hay ni puede haber gloria en la forma en que se construyó el simulacro de victoria electoral priísta del pasado domingo: tráfico de pobreza, trata de votos, narcovigilantes en varios puntos del país, lavado de imagen, falsificación de voluntades, miles de millones de pesos invertidos para quedarse con el gran negocio llamado país.

Frente a esas crecientes evidencias del gran fraude electoral, el PRI responde con endurecimiento, chantaje e intimidación. El lenguaje de los voceros oficiales del peñanietismo, como el acechante Miguel Ángel Osorio Chong, parece preludio de manotazos desde el poder que avistan pero aún no ejercen. Las cuerdas vocales del jurásico tardío se tensan a la hora de denunciar perfidias y herejías de quienes demandan conforme a derecho que se recuenten los votos en todas las casillas para precisar resultados. Ni siquiera porque esas vías jurídicas alargadas podrían servir ahora para un planeado desahogo de la inconformidad social, como seis años atrás lo fue el plantón terapéutico del Zócalo y Reforma.

A contrapelo de su historia hasta antes de embarrarse de poder, el PAN ha enmudecido ante las evidencias de fraude electoral. Calderón sigue embelesado con el triunfo de sus planes de impunidad grupal a cambio de ceder el paso a un copete complacido. Vázquez Mota se anuncia ahora como presunta promotora de un movimiento ciudadano que dará continuidad a las esperanzas de quienes votaron por ella (habrá de verse si esos aires de recomposición tienen que ver con algún cargo pactado con Peña Nieto). Y Los Pinos recibe a la crema y nata de la derrota inducida y negociada, para reconocer el esfuerzo de Josefina y trazar puntos de entendimiento con el ex gobernador del estado de México (presente en la reunión, el jefe Diego podría dar curso exprés de cómo “legitimar de facto” a gobiernos impugnados, como el del primer salinismo). Aliados, PAN y PRI consideran totalmente a la mano la aprobación de las reformas estructurales, con Pemex como principal bocadillo en venta. Ya nomás falta afinar los detalles del reparto del botín esperado.

Y, mientras la liga se sigue estirando, ¡hasta mañana!

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