Álvaro Delgado
Se aproximan peores tiempos para México: Así como es falaz que el proceso y la elección fueron impecables, y se omiten los tres asesinatos políticos de la víspera, el insolente despilfarro, los operativos de defraudación y la manipulación de cifras, llegó la hora también del cobro de facturas a Enrique Peña Nieto, porque su imposición no fue de gratis.
Aun antes de asumir el cargo que le transmitirá Felipe Calderón –que la noche del 1 de julio parecía feliz con el derrumbe del PAN y su candidata, Josefina Vázquez Mota–, Peña ha comenzado a hacer nítida la coalición de intereses que lo patrocinó y el tono que imprimirá a un gobierno sometido a Televisa, su verdadera alma mater.
Lo anunció él mismo y el PAN le tomó la palabra: Aprobar entre otras las reformas laboral, energética y fiscal. Esta última, aunque no lo ha dicho, prevé el aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y su aplicación a alimentos y medicinas, un símil del “reformón” que no pudieron aprobar Vicente Fox ni Calderón.
Para eso fue construido e impuesto Peña, que legalmente no ha ganado aún porque el proceso ni siquiera ha agotado su etapa básica: El cómputo de votos en los 300 distritos electorales del país, que inicia el miércoles, y cuyos resultados sí serán los oficiales, no los del PREP ni los del conteo rápido.
Y aún sin eso, sin siquiera llegar a la etapa jurisdiccional, han emergido numerosas irregularidades que, si no revierten el triunfo preliminar de Peña –algo improbable–, por lo menos lo han manchado.
Si los miembros del PRI, el PRI de siempre, están tan seguros de ganar, ¿por qué presionan, coaccionan y compran votos? ¿Por qué persuaden a los ciudadanos con dinero, enseres y utilitarios? ¿Por qué hacen fraude? ¿Por qué pagan para que las encuestas sean propaganda?
La respuesta es muy sencilla: Porque sin fraude no son capaces de ganar y Peña Nieto no ganó con honradez.
Lo vimos y lo vivimos en todo el proceso electoral: En México coexisten valores cívicos con prácticas fraudulentas, honestidad con rapiña, concordia con resentimiento, esperanza con frustración, virtud con infamia, franqueza con hipocresía.
Al mismo tiempo que millones de ciudadanos cumplen con su deber y derecho –organizando el proceso, siendo funcionarios de casilla, yendo a votar, vigilando la correcta emisión del voto–, hay otros que traman estafas, que urden trampas, que adulteran la voluntad popular, que simulan la democracia.
El fraude electoral no es sólo el cínico relleno de ánforas, la amañada aritmética que se asienta en las actas y el robo de paquetes electorales, origen de la arraigada desconfianza en las elecciones, sino métodos más sofisticados, por lo visto ya plenamente admitidos.
Doy un ejemplo de esto: La campaña del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), a través de llamadas domiciliarias y de SMS a teléfonos móviles, el mismo día de la jornada electoral, cuando la ley ordena el cese de la difusión de todo tipo de propaganda.
Otro ejemplo: La difusión de estudios de opinión manipulados para ser usados como propaganda con el consentimiento pleno de los propietarios y directivos como Consulta Mitofsky, Parametría, GEA-Isa, Beltrán y Asociados, Indemerc-Harris, Buendía y Loredo.
Aunque una es una conducta claramente ilegal, la difusión de propaganda, y la otra es un fabuloso negocio parecido aunque menos peligroso a ser mercenario, son vicios tan dañinos para la democracia como la tolerancia a la compra del voto de ciudadanos aprovechando su hambre y la impunidad con la que se practica.
A esto y a más recurrió Peña Nieto, candidato del PRI-PVEM, para imponerse a sus adversarios por una ventaja preliminar de apenas seis puntos, no los 20.1 que le llegó a asignar Indemerc-Harris, encuestadora del diario El Financiero.
El ridículo lo hizo también el Grupo Milenio que patrocinó a la empresa GEA/Isa, que en la última encuesta ubicó a Peña Nieto con una ventaja de 18 puntos sobre Andrés Manuel López Obrador.
GEA/Isa, que en el 2006 manipuló los sondeos para favorecer a Felipe Calderón, realizó encuestas diarias durante los tres meses de campaña electoral y el conductor Ciro Gómez incluso retó a otras encuestadoras para cotejar cifras. “Nos vemos la noche del 1 de julio”.
Buendía y Loredo, de El Universal, le dieron al priista 17.1 puntos de ventaja; Ulises Beltrán y Excélsior le otorgaron 16; Parametría y El Sol de México concedieron 15.2, y Roy Campos, de Televisa, 15.1. El diario Reforma, Covarrubias y Demotecnia le otorgaron 10.
Sólo dos casas encuestadoras acertaron: Berumen, cuyo estudio fue financiado por las aportaciones personajes de académicos e investigadores, ubicó a Peña Nieto con una ventaja de 6.1 puntos, y Ipsos-Bimsa casi igual: 6 puntos.
Sólo Ciro Gómez ofreció una disculpa por el ridículo: “Fallamos en lo más valioso: la precisión informativa”.
Apuntes
A nadie debe espantar que López Obrador proceda por la vía legal para que las instancias resuelvan lo que promuevan él como candidato presidencial y la coalición que lo postula. Si una vez que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) resuelva en definitiva los recursos presentados, y toma acciones contrarias a la ley y al compromiso que firmó, entonces que cada quien decida si lo avala…
Se aproximan peores tiempos para México: Así como es falaz que el proceso y la elección fueron impecables, y se omiten los tres asesinatos políticos de la víspera, el insolente despilfarro, los operativos de defraudación y la manipulación de cifras, llegó la hora también del cobro de facturas a Enrique Peña Nieto, porque su imposición no fue de gratis.
Aun antes de asumir el cargo que le transmitirá Felipe Calderón –que la noche del 1 de julio parecía feliz con el derrumbe del PAN y su candidata, Josefina Vázquez Mota–, Peña ha comenzado a hacer nítida la coalición de intereses que lo patrocinó y el tono que imprimirá a un gobierno sometido a Televisa, su verdadera alma mater.
Lo anunció él mismo y el PAN le tomó la palabra: Aprobar entre otras las reformas laboral, energética y fiscal. Esta última, aunque no lo ha dicho, prevé el aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y su aplicación a alimentos y medicinas, un símil del “reformón” que no pudieron aprobar Vicente Fox ni Calderón.
Para eso fue construido e impuesto Peña, que legalmente no ha ganado aún porque el proceso ni siquiera ha agotado su etapa básica: El cómputo de votos en los 300 distritos electorales del país, que inicia el miércoles, y cuyos resultados sí serán los oficiales, no los del PREP ni los del conteo rápido.
Y aún sin eso, sin siquiera llegar a la etapa jurisdiccional, han emergido numerosas irregularidades que, si no revierten el triunfo preliminar de Peña –algo improbable–, por lo menos lo han manchado.
Si los miembros del PRI, el PRI de siempre, están tan seguros de ganar, ¿por qué presionan, coaccionan y compran votos? ¿Por qué persuaden a los ciudadanos con dinero, enseres y utilitarios? ¿Por qué hacen fraude? ¿Por qué pagan para que las encuestas sean propaganda?
La respuesta es muy sencilla: Porque sin fraude no son capaces de ganar y Peña Nieto no ganó con honradez.
Lo vimos y lo vivimos en todo el proceso electoral: En México coexisten valores cívicos con prácticas fraudulentas, honestidad con rapiña, concordia con resentimiento, esperanza con frustración, virtud con infamia, franqueza con hipocresía.
Al mismo tiempo que millones de ciudadanos cumplen con su deber y derecho –organizando el proceso, siendo funcionarios de casilla, yendo a votar, vigilando la correcta emisión del voto–, hay otros que traman estafas, que urden trampas, que adulteran la voluntad popular, que simulan la democracia.
El fraude electoral no es sólo el cínico relleno de ánforas, la amañada aritmética que se asienta en las actas y el robo de paquetes electorales, origen de la arraigada desconfianza en las elecciones, sino métodos más sofisticados, por lo visto ya plenamente admitidos.
Doy un ejemplo de esto: La campaña del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), a través de llamadas domiciliarias y de SMS a teléfonos móviles, el mismo día de la jornada electoral, cuando la ley ordena el cese de la difusión de todo tipo de propaganda.
Otro ejemplo: La difusión de estudios de opinión manipulados para ser usados como propaganda con el consentimiento pleno de los propietarios y directivos como Consulta Mitofsky, Parametría, GEA-Isa, Beltrán y Asociados, Indemerc-Harris, Buendía y Loredo.
Aunque una es una conducta claramente ilegal, la difusión de propaganda, y la otra es un fabuloso negocio parecido aunque menos peligroso a ser mercenario, son vicios tan dañinos para la democracia como la tolerancia a la compra del voto de ciudadanos aprovechando su hambre y la impunidad con la que se practica.
A esto y a más recurrió Peña Nieto, candidato del PRI-PVEM, para imponerse a sus adversarios por una ventaja preliminar de apenas seis puntos, no los 20.1 que le llegó a asignar Indemerc-Harris, encuestadora del diario El Financiero.
El ridículo lo hizo también el Grupo Milenio que patrocinó a la empresa GEA/Isa, que en la última encuesta ubicó a Peña Nieto con una ventaja de 18 puntos sobre Andrés Manuel López Obrador.
GEA/Isa, que en el 2006 manipuló los sondeos para favorecer a Felipe Calderón, realizó encuestas diarias durante los tres meses de campaña electoral y el conductor Ciro Gómez incluso retó a otras encuestadoras para cotejar cifras. “Nos vemos la noche del 1 de julio”.
Buendía y Loredo, de El Universal, le dieron al priista 17.1 puntos de ventaja; Ulises Beltrán y Excélsior le otorgaron 16; Parametría y El Sol de México concedieron 15.2, y Roy Campos, de Televisa, 15.1. El diario Reforma, Covarrubias y Demotecnia le otorgaron 10.
Sólo dos casas encuestadoras acertaron: Berumen, cuyo estudio fue financiado por las aportaciones personajes de académicos e investigadores, ubicó a Peña Nieto con una ventaja de 6.1 puntos, y Ipsos-Bimsa casi igual: 6 puntos.
Sólo Ciro Gómez ofreció una disculpa por el ridículo: “Fallamos en lo más valioso: la precisión informativa”.
Apuntes
A nadie debe espantar que López Obrador proceda por la vía legal para que las instancias resuelvan lo que promuevan él como candidato presidencial y la coalición que lo postula. Si una vez que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) resuelva en definitiva los recursos presentados, y toma acciones contrarias a la ley y al compromiso que firmó, entonces que cada quien decida si lo avala…
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