"#MexicoExigeDemocracia"

Epigmenio Ibarra

“Cuando la injusticia se convierte en ley… la resistencia se convierte en deber”. Thomas Jefferson.

Lo que, a partir de hoy, hagamos quienes apostamos por el voto como instrumento para transformar a México, habrá de marcar no solo nuestras vidas, sino la historia de este país.

Somos millones y resignarse o rendirse no es opción.

Cuenta de nuestros actos habremos de dar, de todas maneras, al país y a nuestros hijos. Más nos vale entonces comportarnos con dignidad, entereza y coraje.

Nada más sagrado que la defensa de la paz; una paz que sin justicia, que sin una democracia que se respete y que respete la voluntad de los ciudadanos no tiene futuro.

No somos nosotros quienes optamos por la violencia y el desorden, quienes pretendemos desgajar al país, al contrario.

Por la paz es que luchamos y lo hacemos y lo haremos con decisión y firmeza pero pacíficamente.

Son quienes han roto las reglas del juego democrático los que apuestan por la ruptura del orden social.

Son ellos, los que a la mala y como siempre lo han hecho, intentan perpetrar la imposición de Enrique Peña Nieto en la Presidencia, los que juegan con fuego.

Se les hizo fácil cantar victoria.

Pensaron que si Leonardo Valdés, Josefina Vázquez Mota, Gabriel Quadri y el propio Felipe Calderón bendecían prematuramente los comicios y daban a Peña Nieto como ganador no nos quedaría más que callar y obedecer.

Pensaron que la avalancha mediática en ese sentido, la soberbia con que opinadores veían confirmarse los que sus encuestas amañadas dijeron por meses, anularía mágicamente el desazón por las irregularidades registradas durante la elección.

Al parecer se creyeron sus propias encuestas. Fueron ellos los que comulgaron con ruedas de molino.

No se dieron cuenta que los ofendidos y humillados, los que nos sentimos burlados somos hoy más que nunca.

No tomaron en cuenta que hoy contamos con instrumentos como las redes sociales, que permiten articular y hacer crecer la indignación.

La tv que les alcanzó para comprar votos no les va a alcanzar para contener el caudal creciente de descontento.

Creyeron que quienes votamos por López Obrador solo creemos que lo que está en juego es quién gana o pierde esta elección presidencial.

Otro tanto pensaron de quienes, de manera libre y consciente, votaron por otros candidatos.

No se dieron cuenta que el estado del país nos ha hecho a millones darnos cuenta de que hoy lo que está en entredicho es la misma viabilidad de la democracia mexicana.

Y que la democracia, en cuyo nombre hoy pretenden cometer un crimen, ha cobrado nueva vida entre amplios sectores de la población.

Multitudes que hoy la reconocen y la reclaman, que la reconocen no solo como única forma de convivencia pacífica, sino como la única salida para los males endémicos que aquejan al país.

No se dieron cuenta, víctimas de sus propias campañas de guerra sucia, de que hoy no se trata tanto de luchar por Andrés Manuel López Obrador y para limpiar la elección —lo que es un honor— sino de luchar, pacíficamente para salvar lo que nos han dejado de país.

De organizarnos para impedir que la corrupción se instale, entre nosotros, como forma de vida.

Aceptar el triunfo de la ilegalidad es tanto como darle, a ese antivalor, un peso fundacional.

Aceptar el triunfo de la ilegalidad es tanto como renunciar a nuestros derechos y pronunciarnos masivamente por el imperio de la ley de la selva en nuestro país.

Es decirles a nuestros hijos, al mundo, que aquí la vida se organiza en torno al principio del “que no tranza no avanza” y que puede más el poder del dinero que la voluntad de millones expresada en las urnas.

Que, pese a todo, Peña Nieto se siente en la silla presidencial, después de conocerse las maniobras masivas de compra y coacción de votos, es propiciar que la corrupción, como el cáncer, se extienda por todo el cuerpo social y enferme todos los ámbitos de la vida pública.

No contaron con el nuevo aliento vital que hoy recorre este país al que, impunemente, han saqueado y ensangrentado.

No fueron capaces de entender que ese aliento vital, nacido de la energía y la indignación expansiva, alegre y firme de los jóvenes, nos contagiaría a millones y nos prepararía para resistir lo que parecía una metástasis irremediable.

Estamos vivos, más vivos de lo que se hubieran imaginado quienes nos consideraban adormecidos, apantallados, resignados.

Estamos vivos, no somos más la “audiencia cautiva” que la tv imaginaba.

Queremos la paz, queremos que nuestros votos cuenten y se cuenten.

Nos sabemos depositarios, dueños, de una soberanía que nadie debe arrebatarnos.

Impugnar la elección. Sumarnos a los recursos de inconformidad que piden la invalidez de la elección presidencial. Salir a la calle a expresar nuestra voluntad de luchar contra la imposición no es hoy solo nuestro derecho sino un deber histórico que sabremos cumplir.

Jornadas difíciles y luminosas se avecinan. La primera de ellas este sábado.

Ojalá y decenas de miles reafirmemos y lo hagamos saber al mundo, manifestándonos en las plazas de todo el país, que #MexicoExigeDemocracia y que en esa demanda fundamental no habremos de ceder.

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