Ricardo Rocha
En el corazón de San Salvador Atenco, en el Estado de México, se celebró la Convención Nacional contra la Imposición. No es casual que en este celebérrimo pueblo rebelde —famoso por sus machetes como símbolo de lucha— se haya dado la revuelta popular más significativa de los años posteriores al zapatismo, cuando sus pobladores se opusieron a la construcción de un nuevo aeropuerto que hubiera sido la más importante obra del sexenio foxista.
Ahora, desde aquí mismo, líderes de 300 organizaciones sociales anuncian movilizaciones en todo el país con un objetivo último: impedir que Enrique Peña Nieto rinda protesta como Presidente de México el 1 de diciembre. En el inter, anticipan otras acciones igualmente radicales: el 22 de julio nuevas marchas anti Peña; el 27, la toma de instalaciones de Televisa; el 1 de septiembre una megamarcha del TRIFE a la Cámara de Diputados en protesta por el Sexto Informe del presidente Calderón y contra la toma de posesión de diputados y senadores de todos los partidos; entreveradas, tomas de casetas en carreteras y boicots a las tiendas Soriana. Y el 1 de diciembre, el cerco total al
Congreso.
Hasta ahora, se han congregado agrupaciones tan diversas como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, los comuneros de Cherán, Michoacán, el Sindicato Mexicano de Electricistas y desde luego los de Atenco, organizados en el Frente de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra. Por supuesto que hubo una numerosa representación del #Yo soy 132, pero ellos me aclaran que será en sus propias asambleas cuando decidan en qué grado se involucran con los acuerdos de la Convención, en qué acciones habrán de participar y en cuáles se abstendrán. Por cierto, hablando de jóvenes, se presume ya una natural conexión de los cincuenta mil frustrados y furiosos rechazados de nuestra UNAM y el #Yo soy 132, con todo lo que ello puede implicar.
En cualquier caso, si se llevaran a cabo la mitad de las acciones previstas, ya tendríamos de qué preocuparnos. No se necesita recurrir al catastrofismo para avizorar días de truenos en más de un sentido. En los que los riesgos de violencia se multiplican dada la propia naturaleza de las movilizaciones sociales. Es verdad que hasta ahora no ha habido siquiera heridos graves. Pero también es cierto que el peligro de una pérdida de control estará ahí, latente, en cualquier lugar del territorio donde tendrán
lugar estas manifestaciones.
Por lo pronto, lo asombroso es que ninguno de los gobiernos, federal o estatales, parecen muy intranquilos al respeto. No para reprimir, que es el escenario indeseable, sino para intentar desactivar los estallidos que vienen.
Tenemos un gobierno débil, de salida y aparentemente fatigado. Incapaz e inhabilitado para sentar a los opuestos en la mesa e intentar alcanzar acuerdos entre ellos. Tampoco se ve a nadie con la fuerza moral suficiente para contener enconos y privilegiar el diálogo.
Por lo pronto, Jesús Zambrano del PRD asegura que no están detrás de estas movilizaciones. Ahora, la expectativa es qué va a anunciar Andrés Manuel López Obrador cuando hoy explique su Plan Nacional para la Defensa de la Democracia, en que consistirá exactamente y si se vinculará o no a las acciones anunciadas por la
Convención de Atenco.
Por el lado del PRI alienta ver que, en los tres primeros cargos de su equipo más cercano, Enrique Peña Nieto haya designado a un Coordinador de Diálogo y Acuerdo Político para el que nombró a Miguel Ángel Osorio Chong, uno de sus operadores más confiables.
Y es mejor saber que, en entrevista, le dice a nuestro Director Roberto Rock que “ha iniciado la construcción de puentes de diálogo con todos los actores del país, incluyendo el #Yo soy 132, en busca de consolidar los acuerdos que la nación requiere”.
Y yo creo que está muy bien, pero que no es suficiente. Son demasiadas las heridas y los agravios. Así que todos deberíamos estar haciendo algo por evitar la crónica de una confrontación anunciada.
En el corazón de San Salvador Atenco, en el Estado de México, se celebró la Convención Nacional contra la Imposición. No es casual que en este celebérrimo pueblo rebelde —famoso por sus machetes como símbolo de lucha— se haya dado la revuelta popular más significativa de los años posteriores al zapatismo, cuando sus pobladores se opusieron a la construcción de un nuevo aeropuerto que hubiera sido la más importante obra del sexenio foxista.
Ahora, desde aquí mismo, líderes de 300 organizaciones sociales anuncian movilizaciones en todo el país con un objetivo último: impedir que Enrique Peña Nieto rinda protesta como Presidente de México el 1 de diciembre. En el inter, anticipan otras acciones igualmente radicales: el 22 de julio nuevas marchas anti Peña; el 27, la toma de instalaciones de Televisa; el 1 de septiembre una megamarcha del TRIFE a la Cámara de Diputados en protesta por el Sexto Informe del presidente Calderón y contra la toma de posesión de diputados y senadores de todos los partidos; entreveradas, tomas de casetas en carreteras y boicots a las tiendas Soriana. Y el 1 de diciembre, el cerco total al
Congreso.
Hasta ahora, se han congregado agrupaciones tan diversas como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, los comuneros de Cherán, Michoacán, el Sindicato Mexicano de Electricistas y desde luego los de Atenco, organizados en el Frente de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra. Por supuesto que hubo una numerosa representación del #Yo soy 132, pero ellos me aclaran que será en sus propias asambleas cuando decidan en qué grado se involucran con los acuerdos de la Convención, en qué acciones habrán de participar y en cuáles se abstendrán. Por cierto, hablando de jóvenes, se presume ya una natural conexión de los cincuenta mil frustrados y furiosos rechazados de nuestra UNAM y el #Yo soy 132, con todo lo que ello puede implicar.
En cualquier caso, si se llevaran a cabo la mitad de las acciones previstas, ya tendríamos de qué preocuparnos. No se necesita recurrir al catastrofismo para avizorar días de truenos en más de un sentido. En los que los riesgos de violencia se multiplican dada la propia naturaleza de las movilizaciones sociales. Es verdad que hasta ahora no ha habido siquiera heridos graves. Pero también es cierto que el peligro de una pérdida de control estará ahí, latente, en cualquier lugar del territorio donde tendrán
lugar estas manifestaciones.
Por lo pronto, lo asombroso es que ninguno de los gobiernos, federal o estatales, parecen muy intranquilos al respeto. No para reprimir, que es el escenario indeseable, sino para intentar desactivar los estallidos que vienen.
Tenemos un gobierno débil, de salida y aparentemente fatigado. Incapaz e inhabilitado para sentar a los opuestos en la mesa e intentar alcanzar acuerdos entre ellos. Tampoco se ve a nadie con la fuerza moral suficiente para contener enconos y privilegiar el diálogo.
Por lo pronto, Jesús Zambrano del PRD asegura que no están detrás de estas movilizaciones. Ahora, la expectativa es qué va a anunciar Andrés Manuel López Obrador cuando hoy explique su Plan Nacional para la Defensa de la Democracia, en que consistirá exactamente y si se vinculará o no a las acciones anunciadas por la
Convención de Atenco.
Por el lado del PRI alienta ver que, en los tres primeros cargos de su equipo más cercano, Enrique Peña Nieto haya designado a un Coordinador de Diálogo y Acuerdo Político para el que nombró a Miguel Ángel Osorio Chong, uno de sus operadores más confiables.
Y es mejor saber que, en entrevista, le dice a nuestro Director Roberto Rock que “ha iniciado la construcción de puentes de diálogo con todos los actores del país, incluyendo el #Yo soy 132, en busca de consolidar los acuerdos que la nación requiere”.
Y yo creo que está muy bien, pero que no es suficiente. Son demasiadas las heridas y los agravios. Así que todos deberíamos estar haciendo algo por evitar la crónica de una confrontación anunciada.
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