México, paraíso bancario

HSBC: lavas y te quedas
La famiglia financiera

Carlos Fernández-Vega / México SA


Las trasnacionales financieras que de México han hecho su paraíso pueden estar tranquilas, si es que alguna vez se sintieron nerviosas por ciertos acontecimientos: permanecerán impunes, pues el gobierno gerencial de la República les garantiza la ruta de los negocios divinos. Y de ello da cuenta que el mayor escándalo registrado –hasta ahora– en el sector bancario que opera en el país será saldado, si mal va, con simples sanciones administrativas, incluido el lavado de dinero y la abierta violación de la ley mexicana.

Muchos mexicanos terminan en la cárcel por robar comida, pero los barones de la gran industria bancaria del lavado de dinero en México, con los directivos de HSBC en lugar preponderante, podrán seguir en lo suyo sin riesgo alguno, porque el presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, Guillermo Babatz, ya les mandó mensaje: tranquilos, muchachos, que en el peor de los casos, y para taparle el ojo al macho, se les sancionará administrativa y no penalmente.

El escándalo de HSBC México es superlativo (7 mil millones de dólares del narco lavados y exportados ante la complaciente vista de la autoridad bancaria), y el asunto pretende resolverse con simples sanciones administrativas, pues la Comisión Nacional Bancaria y de Valores argumenta que la ley respectiva no le otorga facultades para proceder más allá, aunque dicha legislación no le impide presentar una denuncia penal ante la autoridad judicial para que proceda en consecuencia. Pero no lo va a hacer (¡ni Dios lo quiera!), porque la banca trasnacional que opera en el país puede cometer cualquier cantidad de fechorías que la respuesta gubernamental siempre será la misma: impunidad garantizada.

Para el presidente de la CNBV, el citado Babatz, la cometida por HSBC México es una falta administrativa, por el hecho de que no tenía los controles adecuados, (y) hasta donde tenemos conocimiento nadie está acusando al banco en Estados Unidos de ser cómplice de los delincuentes. ¡Qué belleza! La trasnacional lava 7 mil millones de dólares del crimen organizado, se los deja limpios, planchados y con grato aroma, y los exporta al vecino del norte, pero para el funcionario mexicano nadie está acusando al banco de ser cómplice de los delincuentes. Con esa actitud y ese criterio, fácilmente se entiende por qué las trasnacionales financieras que operan en el país hacen lo que se les viene en gana.

En materia de lavado de dinero desde 2002 evidenciamos a HSBC, afirma Guillermo Babatz, pero nadie hizo nada por evitar esa práctica. La CNBV se limitó, según dice, a expresar de manera reiterada sus preocupaciones al citado banco trasnacional, por sus fallas en la identificación y envío de reportes sobre operaciones inusuales y relevantes; falta de conocimiento de sus clientes de alto riesgo; fallas en la creación de expedientes; fallas de control en la apertura de cuentas, tanto en territorio nacional, como en la sucursal de Islas Caimán; alto volumen de operaciones con dólares en efectivo; falta de personal para las áreas de cumplimiento del banco e infracciones cometidas al marco regulatorio.

Un verdadero rosario de actos ilegales, que no trascendieron, por parte de la autoridad, las recurrentes preocupaciones del encargado del sano y legal funcionamiento del sistema bancario. Y como HSBC no atendió tales mortificaciones, siguió con la lavadora a todo lo que daba ante los ojos de la CNBV, que no informó (según dice) a la Procuraduría General de la República por carecer de facultades legales para proceder más allá de las sanciones administrativas.

Es de suponer que desde 2002 (Babatz dixit) el secretario foxista de Hacienda estaba detalladamente enterado de dichas prácticas ilegales, que tenía información precisa del proceder de la citada institución bancaria y de su reiterada negativa a atender las preocupaciones de la CNBV, y que él sí tenía dientes para actuar legalmente en consecuencia. Se supone, desde luego, pero no hay que olvidar que tal funcionario no era otro que Francisco Gil Díaz, que a la banca permitió absolutamente todo, que adelantó la amortización de los pagarés Fobaproa, y que, en fin, encubrió cualquier exceso de los barones del dinero. Tampoco hay que olvidar que a escasos 33 días de concluir el sexenio de Vicente Fox, y en clara violación de la ley aplicable, Gil Díaz se convirtió en miembro del consejo de administración de… (¡sorpresa!) HSBC.

Así, el lavado de dinero de esa institución bancaria siguió y siguió, sin nada ni nadie que le pusiera freno. Después de ese personaje, ya con Calderón en Los Pinos (quien, también se supone, debería estar enterado del caso), en la Secretaría de Hacienda se instaló Agustín Carstens, quien en 2002 –como el propio Francisco Gil Díaz– formaba parte de la junta de gobierno de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, de tal suerte que –se supone– ambos funcionarios estaban enterados al detalle del proceder de HSBC (como el de tantos otros bancos) y de las manifiestas preocupaciones que sobre el particular tenía la CNBV, en ese entonces encabezada por Jonathan Davis Arzac. Pero nada, absolutamente nada pasó, y la industria del chaca-chaca fue cada día más productiva. Y tras el doctor catarrito la oficina principal de la SHCP fue ocupada por el prócer Ernesto Cordero, quien por el puesto que tenía, presidía (como en su momento los otros dos funcionarios citados) la referida junta de gobierno de la CNBV.

Pero toda la información y las preocupaciones se quedaron en la casa de la feliz cuan compacta familia financiera del sector público, una poderosa mafia que de muchos años atrás controla todo lo relacionado con los manejos del dinero (y lo que ello implica), cuyos integrantes comparten puestos y secretos, y brincan de un lado para el otro (del ámbito gubernamental al privado y viceversa) bajo los principios de la ley de Omerta. Así, por la junta de gobierno de la CNBV han pasado secretarios de Hacienda, directores y secretarios ejecutivos del Fobaproa y del IPAB, gobernadores y vicegobernadores del Banco de México, y demás funcionarios de la citada famiglia, a la que nadie presta atención por la creencia generalizada de que la única mafia es la de los políticos.

Las rebanadas del pastel

Mexicanos: ya no roben comida, por mucha que sea el hambre, porque terminarán en la cárcel. Mejor conviértanse en banqueros, pues así podrán cometer todo tipo de tropelías y nunca enfrentarán consecuencias legales, que para eso está la famiglia financiera.

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