Los verdaderos intereses de la televisión

Arturo Balderas Rodríguez

Las películas cuya trama está basada en las peripecias de los diarios, casi siempre han sido exitosas, porque recrean la tensión e intrigas de quienes viven la mayor parte de su vida en sus redacciones. En los años recientes el género se ha extendido a las pantallas de televisión ilustrando las peripecias de los departamentos de noticias de las propias cadenas de televisión.

Ficción y realidad se funden y confunden para ilustrar la forma en que los medios y el contenido de sus programas, particularmente los noticiosos, están determinados por los intereses de las grandes corporaciones. Nada nuevo bajo el sol, lo que no deja de ser interesante y entretenido.

Tal es el caso de la serie Newsroom, por su nombre en inglés, que transmite la cadena de cable HBO. La trama no se concreta a las angustias, contratiempos y presiones de quienes realizan un programa noticioso, sino que está basada en hechos reales de la vida política de Estados Unidos. La irresponsabilidad del gobierno estadunidense por la deficiente regulación de la industria petrolera y de la compañía British Petroleum, que fueron determinantes en la explosión de un pozo en el Golfo de México, causando la muerte de 11 trabajadores y uno de los mayores desastres ecológicos en el mar, fue el marco del programa inicial de la serie.

En uno de los programas más reveladores sobre el traslape de intereses privados y públicos, el conductor y su equipo se esfuerzan por informar al teleauditorio el daño que por su radicalismo ultraconservador está causando a la democracia y al país la fracción del partido republicano conocida como Tea Party. La presidenta de la televisora amenaza con despedir al conductor del noticiario de seguir con su pertinaz propósito de evidenciar al Tea Party como algo indeseable, debido a que los hermanos Koch, dueños de uno de los conglomerados industriales y comerciales más grandes de Estados Unidos, conocidos por su filiación ultraconservadora, han decidido retirarle su apoyo; además, algunos miembros del Partido Republicano presiden la comisión que regula los medios y las consecuencias pudieran ser graves para esa cadena de televisión. La ficción da paso a la realidad: los hermanos Koch y los miembros de dicha comisión efectivamente existen y no es extraño que, en consecuencia, actúen de esa manera.

Las coincidencias abundan. En Inglaterra, Rupert Murdoch, dueño entre otros medios de la cadena Fox, tuvo que cerrar un tabloide cuando se comprobó que recibía apoyo de altos funcionarios del gobierno inglés, para desprestigiar a diversos miembros de la oposición. En Italia, Berlusconi, siendo primer ministro, frecuentemente confundió los intereses de su consorcio televisivo con los de la sociedad. En México continúa el litigio por el ilimitado apoyo del duopolio de la televisión al candidato del PRI, en detrimento del proceso electoral y, en última instancia, de la democracia.

Sería deseable un programa similar en nuestro país, aunque por razones obvias se ve difícil.

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