Sabina Berman
1.
La verdad no es un fruto natural. No pende de una rama de la realidad en espera de que la desprendamos para llevárnosla a la boca. La verdad surge de un esfuerzo humano, un esfuerzo ardoroso, por apalabrar los hechos reales. La justicia es una hazaña aún superior, pero depende de la existencia de la verdad: es el proceso por el cual la verdad se contrasta con los ideales de convivencia de un grupo, sus leyes, para corregir los hechos y encauzarlos hacia lo deseable.
2.
Es a los muchos a los que interesa el imperio de la verdad y de la justicia. Es a los pocos, los del poder, a los que les estorba. El poder es ceñido por los muchos a la verdad y la justicia precisamente para limitarlo. El siglo XX, el siglo del PRI, fue un siglo del enmascaramiento de la verdad por una retórica ideal: la dictadura de partido apalabrada en el lenguaje de una democracia fingida.
3.
La Historia es la mejor dramaturga. Organiza lo que no tenía forma previa, de ahí su carácter siempre sorprendente. ¿Quién hubiese imaginado en el año 2000 que la cultura priista resucitaría en la forma de un joven gobernador del Estado de México, heredero intelectual del profesor Hank González, el funcionario eficacísimo de la dictablanda del siglo pasado? Menos previsible todavía: el largo esfuerzo de la sociedad civil mexicana por rebasar la cultura priista encarna en un movimiento de estudiantes de las clases medias, el Yo Soy 132. Tampoco adivinable: la nueva confrontación se presenta en la próvida figura de un juicio público.
4.
He ahí el abogado acusador, el líder de la Izquierda, Andrés Manuel López Obrador. He ahí al acusado, el líder del priismo, Enrique Peña Nieto. He allá a los jueces, los magistrados del Tribunal Federal Electoral. Helos más cerca, a los jóvenes del Yo Soy 132 recabando pruebas de cargo y apalabrando nuestra inocencia, lo aún no estropeado por el miedo y la avaricia: En este juicio nada será satisfactorio si no es una justicia elocuente.
5.
Hay que decirlo de arranque. La narrativa del abogado acusador parece excesiva. Plantea un complot de las elites del país para imponer a Peña Nieto. Un plan mercadotécnico diseñado y ejecutado por la televisora que alcanza a 98% de los ciudadanos. Un rebase de topes de gastos electorales en medidas fabulosas. La colusión de las casas encuestadoras. Y por fin, la compra de (hay que tomar aire al decirlo) 5 millones de votos, la décima parte de los votos emitidos.
Pero esa es la función del abogado acusador, una narrativa excesiva. Es deseable que en el juicio los magistrados aclaren cuáles de sus trozos son falsos, cuáles incomprobables, cuáles ciertos pero no delictivos, cuáles delictivos a secas.
6.
El PRI en un principio replicó como el PRI de antaño, con su vieja retórica ideal, la enunciación de lo que debiera ser en lugar de lo que es, y nos ha pedido creer lo increíble: ni un solo voto se compró, el tope de gastos no se rebasó, la aparición epidémica de Peña Nieto en noticiarios durante cinco años, en actos irrelevantes para el interés público (visita al Papa, festival del padre en Toluca, discurso en Davos, etcétera) no la vimos porque no ocurrió.
El juicio que viene lo obligará a reconocer que el realismo mágico es un estilo narrativo que la sociedad civil ha trascendido. También acusará a la Izquierda de mentiras y delitos. Enhorabuena, este debiera ser un juicio de la verdad contra la mentira.
7.
Lo he escrito en Tuiter. “Este debiera ser un juicio de la verdad contra la mentira”. Recibo réplicas instantáneas. “¿Lo entenderán así los jueces de TEPJF?” “¿Estarán a la altura los jueces?” “¿Transarán con el PRI o no transarán?” Los jueces son la cifra aleatoria en este juicio. ¿Sabrán convertir esta oportunidad en un hito, realizando un juicio eficaz, comprensible y muy público?
Muy público: televisado en el Canal del Congreso. Comprensible: que no se enrede en términos opacos. Eficaz: que conduzca a las sanciones previstas en la ley.
8.
En el interés de Enrique Peña Nieto estaría lo propio. Un juicio que de entrada vuelva creíble su declarada adhesión al futuro, no al pasado.
9.
Pero no somos Inglaterra, una democracia madura. Pero AMLO debía retirarse, su caducidad es probada porque atrajo a la Izquierda el mayor número de votos en la historia. Pero 50 millones de votantes deben celebrarse, aunque 5 millones estén en duda. Pero los jóvenes del Yo Soy 132 son ingenuos y a la vez malévolos. Pero Peña Nieto es incapaz de ajustarse al momento histórico.
Pero esto y pero aquello: sorprende el vocerío de los opinadores profesionales, no de todos, de casi todos, llamándonos a los ciudadanos a la resignación, esa melancolía reaccionaria, a la sumisión al más fuerte, ese reflejo del pasado, en tanto las redes sociales ocupan el lugar donde se fragua el pensamiento colectivo.
1.
La verdad no es un fruto natural. No pende de una rama de la realidad en espera de que la desprendamos para llevárnosla a la boca. La verdad surge de un esfuerzo humano, un esfuerzo ardoroso, por apalabrar los hechos reales. La justicia es una hazaña aún superior, pero depende de la existencia de la verdad: es el proceso por el cual la verdad se contrasta con los ideales de convivencia de un grupo, sus leyes, para corregir los hechos y encauzarlos hacia lo deseable.
2.
Es a los muchos a los que interesa el imperio de la verdad y de la justicia. Es a los pocos, los del poder, a los que les estorba. El poder es ceñido por los muchos a la verdad y la justicia precisamente para limitarlo. El siglo XX, el siglo del PRI, fue un siglo del enmascaramiento de la verdad por una retórica ideal: la dictadura de partido apalabrada en el lenguaje de una democracia fingida.
3.
La Historia es la mejor dramaturga. Organiza lo que no tenía forma previa, de ahí su carácter siempre sorprendente. ¿Quién hubiese imaginado en el año 2000 que la cultura priista resucitaría en la forma de un joven gobernador del Estado de México, heredero intelectual del profesor Hank González, el funcionario eficacísimo de la dictablanda del siglo pasado? Menos previsible todavía: el largo esfuerzo de la sociedad civil mexicana por rebasar la cultura priista encarna en un movimiento de estudiantes de las clases medias, el Yo Soy 132. Tampoco adivinable: la nueva confrontación se presenta en la próvida figura de un juicio público.
4.
He ahí el abogado acusador, el líder de la Izquierda, Andrés Manuel López Obrador. He ahí al acusado, el líder del priismo, Enrique Peña Nieto. He allá a los jueces, los magistrados del Tribunal Federal Electoral. Helos más cerca, a los jóvenes del Yo Soy 132 recabando pruebas de cargo y apalabrando nuestra inocencia, lo aún no estropeado por el miedo y la avaricia: En este juicio nada será satisfactorio si no es una justicia elocuente.
5.
Hay que decirlo de arranque. La narrativa del abogado acusador parece excesiva. Plantea un complot de las elites del país para imponer a Peña Nieto. Un plan mercadotécnico diseñado y ejecutado por la televisora que alcanza a 98% de los ciudadanos. Un rebase de topes de gastos electorales en medidas fabulosas. La colusión de las casas encuestadoras. Y por fin, la compra de (hay que tomar aire al decirlo) 5 millones de votos, la décima parte de los votos emitidos.
Pero esa es la función del abogado acusador, una narrativa excesiva. Es deseable que en el juicio los magistrados aclaren cuáles de sus trozos son falsos, cuáles incomprobables, cuáles ciertos pero no delictivos, cuáles delictivos a secas.
6.
El PRI en un principio replicó como el PRI de antaño, con su vieja retórica ideal, la enunciación de lo que debiera ser en lugar de lo que es, y nos ha pedido creer lo increíble: ni un solo voto se compró, el tope de gastos no se rebasó, la aparición epidémica de Peña Nieto en noticiarios durante cinco años, en actos irrelevantes para el interés público (visita al Papa, festival del padre en Toluca, discurso en Davos, etcétera) no la vimos porque no ocurrió.
El juicio que viene lo obligará a reconocer que el realismo mágico es un estilo narrativo que la sociedad civil ha trascendido. También acusará a la Izquierda de mentiras y delitos. Enhorabuena, este debiera ser un juicio de la verdad contra la mentira.
7.
Lo he escrito en Tuiter. “Este debiera ser un juicio de la verdad contra la mentira”. Recibo réplicas instantáneas. “¿Lo entenderán así los jueces de TEPJF?” “¿Estarán a la altura los jueces?” “¿Transarán con el PRI o no transarán?” Los jueces son la cifra aleatoria en este juicio. ¿Sabrán convertir esta oportunidad en un hito, realizando un juicio eficaz, comprensible y muy público?
Muy público: televisado en el Canal del Congreso. Comprensible: que no se enrede en términos opacos. Eficaz: que conduzca a las sanciones previstas en la ley.
8.
En el interés de Enrique Peña Nieto estaría lo propio. Un juicio que de entrada vuelva creíble su declarada adhesión al futuro, no al pasado.
9.
Pero no somos Inglaterra, una democracia madura. Pero AMLO debía retirarse, su caducidad es probada porque atrajo a la Izquierda el mayor número de votos en la historia. Pero 50 millones de votantes deben celebrarse, aunque 5 millones estén en duda. Pero los jóvenes del Yo Soy 132 son ingenuos y a la vez malévolos. Pero Peña Nieto es incapaz de ajustarse al momento histórico.
Pero esto y pero aquello: sorprende el vocerío de los opinadores profesionales, no de todos, de casi todos, llamándonos a los ciudadanos a la resignación, esa melancolía reaccionaria, a la sumisión al más fuerte, ese reflejo del pasado, en tanto las redes sociales ocupan el lugar donde se fragua el pensamiento colectivo.
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