La crisis que viene

Jorge Zepeda Patterson

La peor amenaza para la estabilidad del futuro gobierno de Peña Nieto no serán las huestes lopezobradoristas, sino el cambio climático. Estados Unidos sufre la sequía más severa de los últimos 55 años, lo cual ha provocado un desplome en la producción anual de maíz y soya y, por consiguiente, un incremento histórico de los precios de estos granos. Lo peor todavía no ha llegado, pues en las zonas productoras se estima que la sequía se extenderá hasta el fin de julio.

En las últimas semanas el precio del maíz norteamericano ha crecido más de 30%, afirma la revista The Economist y la soya va en la misma dirección. El miércoles pasado los precios del maíz y de la soya llegaron a su máximo histórico (325 dólares la tonelada y 633 dólares, respectivamente). Más altos que en la crisis alimentaria de 2008-2009.

Estas son pésimas noticias para México. La sequía misma ha impactado a buena parte del territorio nacional, con lo cual la aguda dependencia que padecemos del maíz norteamericano habrá de agudizarse. La cosecha nacional será la más baja en las últimas dos décadas. Las importaciones habrán de crecer e incluso se corre el riesgo de desabasto, por la competencia creciente de China por el maíz estadounidense y el uso del cereal para la producción de etanol.

Las presiones sociales que esto pueda generar son de pronóstico reservado. La pobreza ha venido creciendo en los últimos años. El Coneval informó hace doce meses que la pobreza había aumentado de 2008 a 2010 al pasar de 48.8 millones de mexicanos a 52 millones (46.2% de la población). Una cuarta parte de éstos se encontraría en pobreza extrema, es decir, que carecen de ingresos suficientes para adquirir la canasta básica de alimentos.

Las cosas habrían empeorado desde ese reporte de Coneval. En lo que va del sexenio la pobreza extrema ha aumentado en 31.4 por ciento (hasta el primer trimestre de 2012.). Mientras que la inflación durante el gobierno de Calderón ha sido de 29.3% acumulada, la de la canasta básica es 36.8%, informó ayer el diario Reforma. En otras palabras, los pobres más que los ricos han perdido capacidad adquisitiva. El precio de la tortilla ha aumentado 61.1 por ciento, dos veces más que el resto de los bienes y servicios, y muy por encima de la evolución de los ingresos de la población más pobre.

En los últimos 12 años el salario mínimo ha perdido 24.4% de su poder adquisitivo, revela un informa de la Facultad de Economía de la UNAM. Y señala que el salario mínimo actual sólo alcanza para adquirir tres cuartas partes de la Canasta Alimenticia Mínima Indispensable ( CAMI ), integrada por azúcar, frijol, arroz, café, leche y aceite.

Todos estos indicadores, de por si alarmantes, habrán de empeorar. La mayor parte del maíz y la soya que importamos se usa para la alimentación del ganado, lo cual significa que no sólo subirá el precio de las tortillas.

Imposible anticipar el impacto político y social de esta presión adicional sobre la economía de los sectores populares. Con el agravante adicional de que ha disminuido la válvula de escape que representa la migración de mexicanos a Estados Unidos, por el endurecimiento de las condiciones para los trabajadores ilegales.

Peña Nieto enfrentará el efecto acumulado del deterioro de las condiciones de vida de los mexicanos, particularmente de los sectores más desprotegidos. Este deterioro constituye un caldo de cultivo natural para la expansión de la economía informal (incontenible), pero también para la delincuencia, el resentimiento y eventualmente la protesta o la movilización.

Tales tensiones pondrán a prueba la capacidad de respuesta del Estado en los años de arranque del sexenio. Un reto que requiere medidas coyunturales y de emergencia, por un lado, y de mejoramiento estructural para atacar el problema de largo plazo, por el otro.

Muchos nos preguntamos que tipo de PRI es el que regresa al poder. El que se caracteriza por su habilidad política, pero ahora modernizado, o el PRI autoritario de las mismas mañas del pasado. Me parece que temas como la agudización de la pobreza y las movilizaciones a las que pueda dar lugar despejarán muy pronto estas dudas. Esperemos que exista habilidad, tolerancia y política públicas adecuadas frente a la exasperación de la gente. Esperemos que la respuesta de Peña Nieto a la inconformidad en Atenco en 2006 no sea un indicador de la reacción del futuro gobierno frente a lo que se nos viene. Lo sabremos más temprano que tarde.

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