El narcotráfico nos trae en salsa, lamenta Solalinde

Moysés Zúñiga Santiago / Corresponsal La Jornada

“Dos integrantes del cártel de Los Zetas me dijeron aquí, dentro del albergue: ‘¿crees que no te podemos matar? No lo hacemos porque si te matamos cierran el albergue y entonces ya los migrantes van andar por todos lados, los vamos a andar buscando por todos lados. Preferimos que estén aquí”’, comenta en entrevista el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, responsable del albergue Hermanos en el Camino.

Aquí es diferente que en Lechería (punto de paso de indocumentados en el estado de México). Uno de los que nos traen en salsa es el narcotráfico. Nosotros no tenemos nada contra él, porque no somos policías. Yo no soy policía; no me pusieron para perseguir el narcotráfico. Son ellos los que se han metido en el camino de los migrantes y he tenido que intervenir, agrega.

Dice que el precio de la criminalización de los migrantes ha sido muy alto, aunque el ayuntamiento local perredista ha cambiado de actitud.

Recuerda que los gobiernos priístas propalaron en los medios una imagen muy mala de los indocumentados; cualquier error que cometen los centroamericanos que están de paso en el refugio tiene un costo muy alto.

La semana pasada, tres guatemaltecos que ingresaron al albergue saltando por patios y azoteas de viviendas contiguas fueron detenidos por policías de Ixtepec y deportados.

Le roban computadora

Luego de haber viajado por Europa durante un mes y regresado a México el 9 de junio, tras haber recibido seis amenazas de muerte, el coordinador de la Pastoral Social de Movilidad Humana de la diócesis de Tehuantepec, Oaxaca, y fundador del refugio para migrantes Hermanos en el Camino, regresó a México para descansar y el 12 de julio volvió a Ixtepec para continuar con la defensa de los indocumentados.

El día que regresó a esta localidad oaxaqueña, como señal del terreno que está pisando y a pesar de estar resguardado por policías, desconocidos le robaron su computadora portátil.

Creyeron que iban a encontrar en ella información para demoler mi autoridad moral, pero no van a encontrar más que las cartas de Jesús. Ojalá les aproveche, subraya Solalinde Guerra. Menciona que la información más importante la tiene en 60 libretas que están en un lugar seguro en la ciudad de México.

La opinión generalizada entre la población de Ixtepec sobre el padre Alejandro Solalinde es positiva, aunque algunos no saben mucho de su labor ni conocen el albergue. Únicamente lo cuestionan porque no oficia misa.

En noviembre dejará la coordinación de la pastoral de la diócesis de Tehuantepec. Al respecto, señala que no aceptará ningún trabajo de oficina ni burocrático, sino continuará su misón, que es su dignidad más grande.

Explica que el protocolo de seguridad del albergue fue diseñado por la Organización de Naciones Unidas y que tanto él como los miembros de su equipo de trabajo cuentan con medidas cautelares.

Fuera y dentro del refugio hay guardias armados con rifles de asalto. Hay una barda perimetral construida con recursos de la Iglesia y cámaras de video. Aún se trabaja en la iluminación de las vías del tren conocido como La Bestia.

“Este albergue lo abrí como un espacio de libertad. No tiene chiste que sólo se convierta en un comedor. Aquí deben tener su casa, la casa de los migrantes, pero ahora la seguridad es necesaria, porque si no se meterían los maras, Los Zetas, quien fuera, y ese tipo de cosas no las podríamos controlar si no es en coordinación con las autoridades”, expone.

Asegura que el comportamiento de los migrantes en el albergue es bueno; participan en las labores de limpieza y cocina, algunos limpian la vías del tren, otros participan en la construcción de bardas y dormitorios. Un equipo femenino atiende la llegada del tren.

Ellas, continúa, registran en una base de datos con fotografías a las personas que pernoctarán en el refugio para tener un registro de los que pasan. Así se hace en el resto de albergues en la ruta hacia el norte de mexico. Mujeres se separan de hombres; algunas embarazadas deciden quedarse hasta parir.

La alegría de no ser indispensable

Soy intransigente para que los policías respeten a los migrantes. Pero también es cierto que todavía estamos en peligro; por esa razón necesitamos de los policías. Diría que nuestro albergue es hoy más seguro porque es el único lugar donde los policías conviven y están al tanto, plantea Solalinde.

Después de estar en Europa, me di cuenta de que necesitaba descansar. Mis nervios estaban destrozados. Descansé, me reconfortó la oración. Es muy difícil, es la cruz, pero no hay seguimiento a Jesús sin la cruz, comparte.

Mientras estuve fuera el albergue funcionó muy bien. El equipo de voluntarios y Médicos sin Fronteras se encargaron. Ahí me di cuenta de que no soy necesario y eso me da mucha alegría, concluye.

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