¿Anular la elección?

Javier Arcadia Galaviz / Cuestión de Debate

Una elección más, en la que quedó de manifiesto que como mexicanos aún somos incapaces de respetar la voluntad ciudadana cuando se trata de emitir nuestro voto en las urnas para elegir a determinados gobernantes.

Sí, a pesar de nuestras leyes vigentes e instituciones electorales, supuestamente de avanzada, que siempre están bajo proceso disque de perfeccionamiento, y cuyo propósito fundamental es aparentemente el de velar por una mayor garantía a la validez de aquellos principios que rigen la vida democrática nacional, tales como la equidad, la imparcialidad y la libertad, entre otros, pues resulta que este domingo pasado, igual que como siempre ha ocurrido, ello no se cumplió a cabalidad como debió haber sido.

En efecto, cuando creíamos que era cosa del pasado lo del fraude electoral de 2006, el más grade y escandaloso que se ha cometido en los últimos tiempos en la historia de este país, y que de lo cual pensamos que jamás podría volver a suceder algo tan repudiable y frustrante, pues resulta que no fue así, porque ese fantasma que estábamos seguros que para siempre había quedado enterrado en el olvido, de nuevo y con mayor vigor, envuelto en la bandera priista, hizo su aparición en esta elección presidencial del 2012 para cometer otra vez sus fechorías electorales.

Cierto, se habrán dicho quienes fraguaron toda la estrategia fraudulenta de que había que impedir, a costa de lo que fuera, que ganara la izquierda y su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, tal como se hizo hace seis años. Para ese infausto fin, qué importaría derrochar las cantidades de dinero que fueran necesarias, aunque con ello se pisoteara la ley, en razón de que ésta establece límites específicos para cada partido en cuanto a los gastos de campañas políticas.

Bueno, pues con esa determinación, fue notorio que el PRI, sin interesarle un comino lo que en ese aspecto señala la citada ley electoral, ya que durante la campaña política de Enrique Peña Nieto desplegó toda una costosísima estrategia de publicidad, principalmente en radio y televisión. Compró encuestadoras para que constantemente falsearan la información de los sondeos de opinión, de tal manera que siempre se mantuviera a Peña Nieto muy arriba en las preferencias electorales, aunque la realidad mostrara lo contrario.

Pero además lo que prevaleció fueron las viejas prácticas priistas de compra de votos, algo que en esta ocasión se le facilitó realizar a este partido, dada la miseria extrema por la que atraviesan millones y millones de electores. Eso aparte de ser ilegal, es indignante, porque de manera abierta y franca se lucró políticamente con la pobreza de la gran mayoría de los mexicanos.

Un sin fin de irregularidades que a todos ha de constar que se cometieron y que las mismas indudablemente violentan la ley electoral.


Circunstancia que implicaría que si nuestra democracia no fuera simulada, a estas alturas los órganos electorales competentes ya estarían preparando, sin miramiento alguno, la nulidad de la elección presidencial, pero creo que para eso nos falta mucho y el pensar en una posibilidad de ese alcance, por el momento es como pensar en tan solo en una utopía.

Sin embargo, aun cuando habrá quienes piensen que palo dado ni Dios lo quita, también hay otros que creen que si se han anulado elecciones para gobernador y presidentes municipales, por qué no habría de ocurrir lo mismo para presidente de la República. Veremos hasta donde llega la inconformidad y la protesta ciudadana por hacer valer su voto.

Pálida tinta: Quienes en el Distrito Federal y siendo de izquierda oportunistamente se pasaron al PRI, creo que dieron un paso al vacío, porque en este partido no les darán nada al no haberle conseguido votos, y en la izquierda seguro que tampoco tendrán cabida………..Para muchos al saber el resultado electoral del domingo, el lunes debió haber sido como una tremenda cruda de la cual no será fácil reponerse.

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