Rafael Lucero Ortiz
La juventud acumulada, más la que se acumule, la sumo al movimiento juvenil “# Yo soy 132”, por las siguientes razones.
No son los jóvenes los que ahora despertaron, somos los adultos los despertados por la irrupción de los jóvenes en la arena política.
Los movimientos sociopolíticos mexicanos, más relevantes de la mitad del siglo pasado y lo que va de éste, han sido protagonizados por los jóvenes.
Del emblemático movimiento del 68, se desprendieron dos opciones que, los jóvenes que huían de la represión en dirección de la utopía de la democracia y la justicia, robustecieron: los movimientos armados y los movimientos por las reivindicaciones sociales de tierra para los campesinos, de suelo, vivienda y agua para los pobladores de los suburbios. Con ellos a la cabeza, con ellos encarcelados, reprimidos, torturados, desaparecidos, asesinados, transitó la década de los setentas.
En los ochenta, el activismo giró en torno al rescate, solidaridad y reconstrucción de la vivienda, la economía y el tejido social, después del sismo del 19 de septiembre del 85 y luego en el sismo del fraude electoral del 88, dónde la caída del sistema no sólo fue del computacional, sino del sistema político, representado por el partido único de estado. Recuérdese que fue en el mitin en la UNAM, donde los estudiantes demandaron unidad a la izquierda y en una respuesta de sensibilidad y generosidad política el Ingeniero Heberto Castillo declinó su candidatura a favor del ingeniero Cárdenas, consolidándose las condiciones del triunfo. Triunfo escamoteado por el partido en el poder.
Los noventa, marcados por la destrucción político-social del salinismo y la utopía emancipadora del Zapatismo que, desde Chiapas, posiciona las condiciones de exclusión de la calidad de vida de los pueblos indígenas. Allí estuvieron los jóvenes, respondiendo a las convocatorias del EZLN, en los Caracoles, en los cordones de solidaridad organizados por la sociedad civil; en el gran movimiento de observación electoral del 94, contra el fraude, por el juego limpio y la defensa del voto; luego en el dos mil, fueron los activistas mayoritarios del voto útil, que retiró por fin al PRI de los Pinos. Recuérdese las celebraciones del triunfo electoral en casi la totalidad de las ciudades del país.
En la primera década del siglo XXI, impugnaron a Fox en su intento autoritario del desafuero a AMLO. Recuérdese la increpación del estudiante oaxaqueño, a Fox: “anti demócrata” - le espetó - , y el presidente, de mecha corta, se prendió. Fue el principio del fin del intento de desafuero. El proceso electoral del 2006, personalmente estoy convencido de que no se puede calificar de fraude electoral, pero sí de fraude a la democracia, en cuanto a que en el proceso persistieron condiciones de inequidad y en la jornada se movilizaron los poderes fácticos, violando la individualidad del voto, la secrecía del mismo y promoviendo, con múltiples recursos, el voto corporativo y la compra y coacción. La nación quedó fragmentada.
En este sexenio se ha patentizado a los jóvenes “ninis”, desde mi punto de vista, un calificativo discriminatorio y acusatorio de que la culpabilidad es sólo de ellos, pues ni estudian ni trabajan, como si fuera un asunto de voluntades y no un asunto de negación de oportunidades. Me parece más justa la conceptualización de jóvenes “sinsin”, sin oportunidades de estudio y sin oportunidades de trabajo. Por lo menos nos hace responsables a todos de la situación.
La elección del 2012, los medios y su candidato ya la difundían en la bolsa y son nuevamente los jóvenes, quienes a partir de la visita de EPN a la IBERO y el tratamiento informativo que tiene el evento, por parte de la dirigencia del partido y los medios, que estos nos interpelan y convocan al fortalecimiento de un proceso democrático que iniciaron en el 68 y que las próximas elecciones serán un parte aguas hacia la consolidación o hacia el retroceso. Así lo ven y lo comparto.
Porque este mayo, cuando los adultos despertamos, los jóvenes aún seguían ahí, es que Soy 132. Frente a la inercia de los poderes, la esperanza de los jóvenes de un México democrático y justo.
La juventud acumulada, más la que se acumule, la sumo al movimiento juvenil “# Yo soy 132”, por las siguientes razones.
No son los jóvenes los que ahora despertaron, somos los adultos los despertados por la irrupción de los jóvenes en la arena política.
Los movimientos sociopolíticos mexicanos, más relevantes de la mitad del siglo pasado y lo que va de éste, han sido protagonizados por los jóvenes.
Del emblemático movimiento del 68, se desprendieron dos opciones que, los jóvenes que huían de la represión en dirección de la utopía de la democracia y la justicia, robustecieron: los movimientos armados y los movimientos por las reivindicaciones sociales de tierra para los campesinos, de suelo, vivienda y agua para los pobladores de los suburbios. Con ellos a la cabeza, con ellos encarcelados, reprimidos, torturados, desaparecidos, asesinados, transitó la década de los setentas.
En los ochenta, el activismo giró en torno al rescate, solidaridad y reconstrucción de la vivienda, la economía y el tejido social, después del sismo del 19 de septiembre del 85 y luego en el sismo del fraude electoral del 88, dónde la caída del sistema no sólo fue del computacional, sino del sistema político, representado por el partido único de estado. Recuérdese que fue en el mitin en la UNAM, donde los estudiantes demandaron unidad a la izquierda y en una respuesta de sensibilidad y generosidad política el Ingeniero Heberto Castillo declinó su candidatura a favor del ingeniero Cárdenas, consolidándose las condiciones del triunfo. Triunfo escamoteado por el partido en el poder.
Los noventa, marcados por la destrucción político-social del salinismo y la utopía emancipadora del Zapatismo que, desde Chiapas, posiciona las condiciones de exclusión de la calidad de vida de los pueblos indígenas. Allí estuvieron los jóvenes, respondiendo a las convocatorias del EZLN, en los Caracoles, en los cordones de solidaridad organizados por la sociedad civil; en el gran movimiento de observación electoral del 94, contra el fraude, por el juego limpio y la defensa del voto; luego en el dos mil, fueron los activistas mayoritarios del voto útil, que retiró por fin al PRI de los Pinos. Recuérdese las celebraciones del triunfo electoral en casi la totalidad de las ciudades del país.
En la primera década del siglo XXI, impugnaron a Fox en su intento autoritario del desafuero a AMLO. Recuérdese la increpación del estudiante oaxaqueño, a Fox: “anti demócrata” - le espetó - , y el presidente, de mecha corta, se prendió. Fue el principio del fin del intento de desafuero. El proceso electoral del 2006, personalmente estoy convencido de que no se puede calificar de fraude electoral, pero sí de fraude a la democracia, en cuanto a que en el proceso persistieron condiciones de inequidad y en la jornada se movilizaron los poderes fácticos, violando la individualidad del voto, la secrecía del mismo y promoviendo, con múltiples recursos, el voto corporativo y la compra y coacción. La nación quedó fragmentada.
En este sexenio se ha patentizado a los jóvenes “ninis”, desde mi punto de vista, un calificativo discriminatorio y acusatorio de que la culpabilidad es sólo de ellos, pues ni estudian ni trabajan, como si fuera un asunto de voluntades y no un asunto de negación de oportunidades. Me parece más justa la conceptualización de jóvenes “sinsin”, sin oportunidades de estudio y sin oportunidades de trabajo. Por lo menos nos hace responsables a todos de la situación.
La elección del 2012, los medios y su candidato ya la difundían en la bolsa y son nuevamente los jóvenes, quienes a partir de la visita de EPN a la IBERO y el tratamiento informativo que tiene el evento, por parte de la dirigencia del partido y los medios, que estos nos interpelan y convocan al fortalecimiento de un proceso democrático que iniciaron en el 68 y que las próximas elecciones serán un parte aguas hacia la consolidación o hacia el retroceso. Así lo ven y lo comparto.
Porque este mayo, cuando los adultos despertamos, los jóvenes aún seguían ahí, es que Soy 132. Frente a la inercia de los poderes, la esperanza de los jóvenes de un México democrático y justo.
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