José Carreño Figueras
Andrés Manuel López Obrador…
Al margen de lo que se piense de él, se le crea y se le venere o se le aborrezca y rechace, López Obrador es el principal personaje de la elección 2012 en México.
Pero es como el protagonista de una de esas tragedias griegas, donde la meta es inalcanzable o insatisfactoria a final de cuentas. Puede ser el héroe que busca lo imposible y desafía a su destino… y en otra vertiente, tal vez peor, la presidencia, si la alcanza, puede no ser todo lo que él soñó o ambicionó. Después de todo, hay una serie de contrapesos formales o informales que pueden limitarlo.
Como un personaje de Esquilo, es prisionero de su propia leyenda aunque pueda elegir como enfrentar su destino. Pero esa decisión tiene un impacto sobre lo que pase en México en el futuro cercano.
Al margen de lo que se piense de él, no hay duda de que es el mas carismático de los aspirantes presidenciales, pero también es el que despierta las mayores desconfianzas. Sus positivos son altos, tanto como sus negativos.
Es quizá un personaje fuera de tiempo. Uno de esos caracteres que tal vez pudieron haber tenido mejor suerte y llenar su destino en otro momento histórico, cuando la persona podía imponerse al equipo, cuando el caudillo podía definir al sistema.
Es ciertamente admirable su capacidad para despertar la esperanza y la lealtad entre sus seguidores. Pero también es lamentable su capacidad para provocar la animadversión y la desconfianza de quienes no lo quieren. Y como buen “ave de tempestades”, no hay prácticamente término medio: se le cree o no, se le quiere o no, se confía en él o no…
Esa capacidad para crear controversia lo hace un gran personaje histórico, un político envidiable. Tal vez un torero de época. Pero quien sabe, sin embargo, si es la virtud para un buen gobernante, que demanda características otras que carisma o buenas intenciones. No son virtudes que sobren, pero no son lo que hace a un buen mandatario.
Por lo pronto, si hay coalición de izquierda es en buena medida un homenaje a su capacidad política y totalmente un reconocimiento de su carisma y del número de votos que puede atraer, mas tal vez que lo que esos partidos -solos o en conjunto- pudieran ganar.
Las encuestas indican por ahora que no logrará su ambición, pero el que su aceptación o no de ese resultado llame tanto la atención da una idea de la responsabilidad que AMLO tiene sobre los hombros.
Andrés Manuel López Obrador…
Al margen de lo que se piense de él, se le crea y se le venere o se le aborrezca y rechace, López Obrador es el principal personaje de la elección 2012 en México.
Pero es como el protagonista de una de esas tragedias griegas, donde la meta es inalcanzable o insatisfactoria a final de cuentas. Puede ser el héroe que busca lo imposible y desafía a su destino… y en otra vertiente, tal vez peor, la presidencia, si la alcanza, puede no ser todo lo que él soñó o ambicionó. Después de todo, hay una serie de contrapesos formales o informales que pueden limitarlo.
Como un personaje de Esquilo, es prisionero de su propia leyenda aunque pueda elegir como enfrentar su destino. Pero esa decisión tiene un impacto sobre lo que pase en México en el futuro cercano.
Al margen de lo que se piense de él, no hay duda de que es el mas carismático de los aspirantes presidenciales, pero también es el que despierta las mayores desconfianzas. Sus positivos son altos, tanto como sus negativos.
Es quizá un personaje fuera de tiempo. Uno de esos caracteres que tal vez pudieron haber tenido mejor suerte y llenar su destino en otro momento histórico, cuando la persona podía imponerse al equipo, cuando el caudillo podía definir al sistema.
Es ciertamente admirable su capacidad para despertar la esperanza y la lealtad entre sus seguidores. Pero también es lamentable su capacidad para provocar la animadversión y la desconfianza de quienes no lo quieren. Y como buen “ave de tempestades”, no hay prácticamente término medio: se le cree o no, se le quiere o no, se confía en él o no…
Esa capacidad para crear controversia lo hace un gran personaje histórico, un político envidiable. Tal vez un torero de época. Pero quien sabe, sin embargo, si es la virtud para un buen gobernante, que demanda características otras que carisma o buenas intenciones. No son virtudes que sobren, pero no son lo que hace a un buen mandatario.
Por lo pronto, si hay coalición de izquierda es en buena medida un homenaje a su capacidad política y totalmente un reconocimiento de su carisma y del número de votos que puede atraer, mas tal vez que lo que esos partidos -solos o en conjunto- pudieran ganar.
Las encuestas indican por ahora que no logrará su ambición, pero el que su aceptación o no de ese resultado llame tanto la atención da una idea de la responsabilidad que AMLO tiene sobre los hombros.
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